En las playas del Alto Golfo de Baja California, donde las tortugas enfrentan las mismas amenazas que la vaquita marina para su supervivencia, un hombre, conocido por locales y extranjeros como Tata Tortuga ha llevado una labor de rescate y dedica su vida al resguardo de nidos de los quelonios.
José Luis Galindo lidera esfuerzos comunitarios para resguardar los nidos y garantizar la vida de las tortugas que, por primera vez, anidan al extremo norte del país entre peligros como las redes ilegales de pesca, el tráfico de fauna y el desarrollo inmobiliario.
Galindo es un activista pionero de la conservación de tortugas en la Reserva de la Biosfera del Alto Golfo, que, al emanar de tres generaciones de pescadores, eligió cambiar las noches y madrugadas de pesca por rondines de vigilancia al conocer de primera mano los riesgos para la fauna en la zona, mismos que llevaron a la vaquita marina al borde de la extinción.
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“Pasamos las noches vigilando los nidos, registrando cada huevo, moviendo los que están en riesgo y esperando hasta que las crías salgan para llevarlas al mar. No es trabajo, es compromiso. Yo digo que las tortugas no las salvamos nosotros, ellas nos salvan a nosotros, porque nos enseñan a respetar la vida y a cuidar el mar. Si se nos dan las herramientas también podemos hacer lo mismo por la vaquita marina”, dice Galindo a EL UNIVERSAL.
Tata Tortuga se dedica a resguardar nidos de tortuga golfina (Lepidochelys olivacea); prieta o verde del Pacífico (Chelonia mydas agassizii); caguama (Caretta caretta); laúd (Dermochelys coriacea) y carey (Eretmochelys imbricata), y difunde el interés por esta acción entre una comunidad que es indiferente con la causa.
Además de proteger los nidos, desde su proyecto Campo tortuguero Tata Meza, Galindo resguarda los huevos de esta especie de las mareas altas, del calor extremo y de los depredadores, que en su mayoría son humanos saqueadores.
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También las protege del paso de vehículos, cada vez más común por el creciente desarrollo de la oferta turística en las playas de San Felipe, Baja California, y de las redes de enmalle, que también pusieron en peligro a la vaquita marina.
El Campo Tortuguero nació hace 18 años. Al presenciar junto a su hija la llegada de una tortuga que anidó frente a su casa y de la que, semanas después, eclosionaron sus huevos, Galindo consideró la importancia de proteger a la fauna como un acto de responsabilidad y justicia intergeneracional en una zona del país donde la violencia hacia la fauna permea.
Así, fundó la organización Vigilantes Ambientales Comunitarios, integrada por pescadores, mujeres y jóvenes que ahora patrullan la costa del Alto Golfo para evitar saqueos, tránsito en zonas de anidación y la presencia de redes ilegales que puedan lastimar a las tortugas golfinas, que son la especie que más anida en la zona.

Cuando una tortuga llega a la playa para anidar, el equipo de vigilantes localiza y marca el nido para registrarlo. Si el sitio está en riesgo por mareas altas o tránsito vehicular, los huevos se reubican en un área segura dentro del Campamento Tortuguero, donde se documenta el número de huevos, la fecha y las condiciones del terreno.
Durante los 40 a 60 días de incubación, Galindo monitorea la temperatura y humedad de la arena, factores que determinan el éxito de la eclosión, y protege los nidos.
Una vez que las crías emergen, se realiza un conteo y se analiza cuántos embriones no lograron desarrollarse, información que se utiliza para mejorar las condiciones de anidación. Finalmente, las tortuguitas son liberadas al atardecer, cuando la temperatura del suelo disminuye y hay menor riesgo de depredación.
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Tras décadas de labor, hoy el campamento es reconocido por la Comisión Nacional de Áreas Naturales Protegidas (Conanp) como el primero dentro de la Reserva de la Biosfera Alto Golfo y Delta del Río Colorado, que forma parte de los esfuerzos comunitarios para proteger, reubicar y monitorear a las tortugas y sus nidos.
En lo que va de 2025, se han registrado más de 20 nidos y cerca de 2 mil huevos, con una eclosión superior a 50%, resultado inédito para esta región desértica.
El trabajo no se limita a la protección física de los nidos. El grupo que formó el Tata Tortuga imparte talleres de educación ambiental en escuelas, instala señalizaciones en español e inglés para turistas, y mantiene un sistema de conciencia ciudadana que documenta cada anidación, analiza causas de mortalidad y busca identificar individualmente a las tortugas que llegan al norte del Golfo de California.
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“He pasado toda mi vida en el mar, pero nunca imaginé que terminaría cuidando lo que antes se pescaba. Yo soy la tercera generación de una familia de pescadores... Cada nido que protegemos, cada cría que llega al agua, es una esperanza que vuelve al mar.
“Cuando estoy en la playa..., vigilando los nidos, siento que también estoy cuidando a mi abuelo y a mi padre... Ellos me enseñaron a vivir del mar; ahora yo les devuelvo al mar un poco de vida”, reflexionó José.