Del 2 al 6 de junio, en pleno corazón de Washington D.C., se llevó a cabo el AI+ Expo 2025, una de las conferencias más influyentes del mundo en materia de inteligencia artificial (IA) y tecnologías emergentes aplicadas a la seguridad, la industria y la defensa. En ese contexto de alta innovación y protagonismo empresarial, sorprendió —y conmovió— la intervención de un grupo poco habitual en estos foros: los activistas por la democracia.
Allí estuvimos representantes del World Liberty Congress: Masih Alinejad de Irán, Nikola Ilić de Serbia, Berta Valle de Nicaragua, el pastor Mario Félix Lleonart desde Cuba, y yo, representando a la Red Liberal de América Latina. Hablamos no solo de cómo los regímenes autoritarios están utilizando la IA para reprimir y controlar, sino también de cómo los defensores de los derechos humanos estamos aprendiendo a usar esa misma tecnología para proteger la libertad, la dignidad y la verdad.
La inteligencia artificial se ha convertido en el arma más sofisticada de los nuevos autoritarismos. China, por ejemplo, ya aplica sistemas de reconocimiento facial para rastrear a minorías étnicas como los uigures; Irán multa a mujeres detectadas por cámaras con IA si no cumplen con el código de vestimenta; y en Nicaragua, el régimen ha instalado el sistema de vigilancia ruso SORM directamente en las oficinas de la Alcaldía de Managua, lo que permite interceptar llamadas, correos electrónicos y redes sociales sin necesidad de una orden judicial.
La tecnología ha ampliado la capacidad represiva de los gobiernos. La IA permite vigilar a más personas, en más lugares y con menos recursos humanos. Pero también plantea un dilema ético: ¿pueden las democracias competir tecnológicamente sin abandonar sus principios?
Durante el AI+ Expo, mi exposición se centró en una premisa clave: la tecnología no es buena ni mala; es neutral. Lo que importa es quién la controla y con qué propósito. En los regímenes autoritarios, ese control no está sujeto a ética, legalidad ni supervisión. En cambio, quienes defendemos la democracia sí estamos limitados —y guiados— por principios éticos. No debemos recurrir a la desinformación o la vigilancia masiva. Pero sí podemos, y debemos, utilizar la IA para organizarnos, protegernos y visibilizar nuestras causas.
Un ejemplo claro es el uso de tecnologías basadas en blockchain, especialmente la criptomoneda Bitcoin, por parte de familiares de presos políticos y activistas en el exilio, como explicó Berta Valle: una vía para evadir la censura financiera cuando los gobiernos bloquean cuentas o impiden el flujo de ayuda humanitaria. Desde el WLC Academy, a través del programa Tech for Freedom, capacitamos a activistas de más de 50 países en herramientas de cifrado, redes descentralizadas, IA generativa y, más recientemente, en el uso de tecnologías emergentes como el vibe coding, promovido por la Human Rights Foundation (HRF), que permite crear plataformas digitales sin necesidad de saber programar.
La IA también nos deja una advertencia: podríamos repetir los errores cometidos con las redes sociales. En sus inicios, se pensó que plataformas como Facebook, Tik Tok y Twitter serían catalizadores de la democracia. Y lo fueron, por un breve momento. Hoy, la mayoría de los expertos coincide: el algoritmo ha favorecido la polarización, la desinformación y la fragmentación social. No podemos permitir que eso se repita.
Necesitamos crear marcos éticos claros, formar a activistas en herramientas digitales y fomentar alianzas sólidas entre tecnólogos, movimientos cívicos y gobiernos democráticos. Si no lo hacemos, corremos el riesgo de que la IA quede en manos de quienes buscan oprimir, no liberar.
Cierro con una imagen que conmovió en la Expo. El pastor cubano Mario Félix Lleonart subió al escenario con su viejo teléfono Nokia. Con voz firme, relató cómo aquel aparato —y el haber aprendido a conectarse con el mundo— le salvó la vida. Fue gracias a éste que pudo denunciar la persecución religiosa que sufría y crear su blog Cubanoconfesante.com, uno de los primeros espacios digitales que visibilizó la represión en la isla. Esa escena lo resume todo: cuando la tecnología se pone al servicio de la verdad, puede abrir grietas incluso en los muros más cerrados.
Presidente de Relial