“A horita vamos saliendo poquito a poco porque los mariachis callaron durante toda la pandemia. Un 80% de los grupos que aquí laboramos no salieron a trabajar por más de dos años que duró la pandemia. Más de la mitad de los grupos desapareció”, es el recuento de Felipe Luna.
El músico y director del mariachi Nuevo Sol de México sabe que la pandemia dejó una marca profunda en el mundo de la música.
“Vamos saliendo paso a paso de esta gran crisis que nos dejó la pandemia”, dice con una voz tranquila que refleja la dureza de lo vivido.
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“Durante la pandemia, el trabajo bajó bastante”, comenta Felipe. “No sólo a nosotros, sino a todos los géneros musicales. Fue un golpe económico enorme. Los mariachis simplemente callaron, y con ellos, muchas familias que dependían de esa música para vivir”, narra ante una Plaza Garibaldi semivacía una tarde de finales de febrero.
Para sobrevivir, los mariachis se vieron obligados a recurrir a trabajos diferentes. “Muchos de nosotros tenemos otras profesiones. Yo soy ingeniero automotriz y trabajo en telefonía. Eso fue lo que me permitió seguir adelante y mantener a mi familia. Los que no tenían otra preparación regresaron al campo”.
Y “más de la mitad de los grupos desaparecieron. Fue una crisis que afectó mucho a la música, además perdimos a muchos compañeros en el camino”.