Los maestros de la CNTE cambiaron los pizarrones y los gises por vasos de cerveza y botellas de alcohol.
Al caer la noche en el plantón del magisterio disidente, las protestas se apagan y se escuchan cantos, risas y brindis.
En un recorrido hecho por EL UNIVERSAL durante todo un día en el plantón que cumple dos semanas, se encontró que por la mañana docenas de vendedores ofrecen diversa mercancía: ropa, tlayudas, mezcal, llaveros, artesanías, pero también animales, como pollitos y patitos, venta prohibida por la ley local.
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Pero cuando cae la noche, en el plantón también hay actividad: mientras la mayoría de los maestros meriendan café y tamales, hay casas de campaña en donde varios docentes aprovechan para tomar alcohol acompañados con música a alto volumen.
Desde las 07:00 horas, la vendimia se inicia por todo el plantón magisterial. Frente a Palacio Nacional, comerciantes despliegan mercancía a bajo precio, como gorras con la imagen de Joaquín El Chapo Guzmán a 100 pesos; playeras con las siglas de la CNTE y el Che Guevara a 80 pesos.
Frente a la Puerta de Honor, entrada exclusiva para presidentes y mandatarios de todo el mundo, una vendedora de un puesto callejero —sobre un carrito de supermercado y con un tanque de gas— ofrece un 2x1 en tacos de bistec.
A unos metros de ahí, frente al edificio sede de la Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN), un hombre vende pollitos y patitos pese a que la ley local lo prohíbe.
“Mamá, mamá, [cómprame] un pollito”, pide un pequeño a su mamá al ver a las docenas de animalitos que lucen enfermos y encerrados en una caja de cartón, a la vista de todos.
“$60 el pollito y $70 el patito”, dice el vendedor. Para que se anime a comprar un patito, pone un par en el asfalto caliente. Los animalitos, desesperados, tratan de huir, pero el comerciante los levanta por las alas de forma brusca para regresarlos a la pequeña caja.
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Animada por el comerciante, la señora decide comprar el patito, el cual le es entregado dentro de una bolsa de papel.
A unos metros de ahí, frente a la Corte y a un costado de la escultura dedicada a la fundación de Tenochtitlán, destaca un fuerte olor proveniente de baños portátiles que están permanentemente ocupados por los maestros.
El desagradable olor no impide que enfrente una maestra oaxaqueña de la Sección 22 venda tlayudas y tacos de tasajo.
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Cae la noche en el Zócalo, pero las actividades no paran. Comerciantes ambulantes venden café, chocolate y pan a bordo de carritos, mientras que otros vendedores ofrecen atoles y tamales de mole, verde y oaxaqueños.
Pero hay maestros que, aprovechando la oscuridad de la noche y la lluvia, hacen fiestas con cerveza, mezcal y tequila.
Despreocupados por no tener que trabajar al día siguiente, maestros de Oaxaca y Guerrero brindan con corridos y música popular.
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Frente al edificio del Gobierno de la CDMX, a unos metros de la esquina con la calle 16 de Septiembre, un grupo de cinco maestros toman mezcal y cerveza.
Al ver que es grabado por EL UNIVERSAL, un maestro grita: “¡Ora metiches, no estén grabando!”. Es momento de retirarse.
Sigue lloviendo en el Zócalo y las manecillas del reloj de la Catedral siguen avanzando, al igual que los días sin clases para millones de niños en México. Redacción