La rabia se apoderó de mujeres que cansadas de la violencia machista tomaron las principales calles y la plaza pública para dejar algo claro: no llegaron todas, como ha dicho la presidenta Claudia Sheinbaum. De hecho, faltan las asesinadas, desaparecidas y aquellas madres, hijas y hermanas que esperaban justicia, pero la muerte las alcanzó.
Son enérgicas y gritan consignas con todas sus fuerzas. Marchan hartas y tristes del sistema judicial en México que cada día empeora; de no ser escuchadas y de sentir la indiferencia de autoridades federales. Ni las fiscalías, ni jueces, reclaman, han podido remediar todo el daño que han vivido frente la violencia vicaria, física, sicológica y económica.
La Marea Violeta subrayó que: “¡Esa Presidenta, no me representa!”, pues al llegar a Palacio Nacional se encontraron con las vallas de siempre, esas que separan a la Mandataria de las mujeres, esas que impiden a madres buscadoras rogar por justicia, aun cuando hacen huelgas de hambre y buscan a sus hijas porque sólo ellas las encuentran.
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Desde temprano se organizaron para realizar actividades, talleres y performances, uno de estos consistió en tocar simbólicamente las puertas de Palacio Nacional, de la Comisión Nacional de Derechos Humanos (CNDH), de la UNAM, Fiscalía de Desaparecidos y de la Fiscalía General, al no ser atendidas, las quemaron y gritaron: “¡Porque vivas se las llevaron, vivas las queremos!”.
Estudiantes universitarias y adolescentes también denunciaron el acoso que viven desde que son niñas: “Yo marcho porque cuando estaba chiquita me abusó un primo y cuando quise alzar la voz ya de grande no me quisieron creer”, dijo una entre lágrimas.
Otras denunciaron acoso sexual, laboral y callejero: en ciudades, pueblos, escuelas y en sus propios hogares. Este 8M reunió a mujeres indígenas, influencers, mujeres trans, lesbianas, niñas, adultas mayores, médicas y profesoras que han perdido a una amiga o conocida y temen ser la siguiente, pues en México se asesinan a 10 cada día.
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Lloraron y gritaron por activistas asesinadas, por niñas que son víctimas de violación, por el acoso que viven conductoras de aplicación, por las mujeres que se quitan la vida en centros penitenciarios, por presas políticas, por jóvenes que son criminalizadas por protestar pacíficamente. Todas y cada una de ellas las llevan en sus corazones, abrazan a madres que aún buscan a sus hijas en terrenos baldíos, en basureros o en las noches, como víctimas de trata.
De Oaxaca, Puebla, Estado de México, Veracruz y Chiapas, todas llegan juntas y se acompañan: no hay miedo, la marcha es un lugar seguro para ellas, para sus hijos e hijas. Todas se apoyan, se cuidan y comparten sus experiencias: ninguna se calla. Un año más denuncian que las cifras de víctimas aumentan: nada disminuye, todo se maquilla.
“Tan sólo en los primeros 100 días del gobierno actual se reportaron 4 mil desapariciones y una cuarta parte de ellas son mujeres y adolescentes”, dicen en frente de Palacio Nacional amurallado.
Gritan por Kenia, Monserrat, Dulce, Fátima, Pamela y Karla, las recuerdan con cariño, pero saben que nada las va a regresar. Madres lloran por sus hijitas, por sus hijos criminalizados, por la violencia que viven por parte de sus esposos. Piden justicia, exigen la recuperación de sus cuerpos, lamentan que las instituciones judiciales fallen sistemáticamente en prevenir, perseguir y sancionar la violencia.
A eso se le suma la violencia digital y estética, la falta de políticas públicas para garantizar la vida libre de violencia. Tampoco hay acceso al aborto, la jornada laboral de 40 horas, falta educación sexual, las llamadas alertas de género nada más no funcionan: “El país se está desangrando, pero sólo es sangre de mujeres”.
Paseo de la Reforma albergó a miles y miles de protestantes, colectivos de mujeres indígenas, revolucionarias y defensoras de la tierra llegan a la capital del país, porque en sus pueblos no son escuchadas, al contrario, tienen los peores niveles de violación a sus derechos humanos, las desplazan, simplemente porque hay impunidad.
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Marchan por Palestina, por las mujeres migrantes y por las niñas que son vendidas a hombres para explotarlas física y sexualmente. El avance de la derecha y el fascismo que también las oprime, en Argentina, Estados Unidos y Medio Oriente, aunque algunas entidades de México no se quedan atrás.
Piden a las personas juzgadoras tener perspectiva de género, que el gobierno federal atienda y reconozca la gravedad de la violencia de género y las violencias contra las mujeres como una emergencia nacional.
“Nosotras, mujeres organizadas y conscientes de la grave situación que enfrentamos en este país, alzamos la voz para exigir un cambio radical en la forma en que se aborda la violencia de género y la desigualdad. No podemos seguir permitiendo que se nos ignore, se nos silencie y se nos arrebate la vida. ¡Basta de simulación, basta de impunidad!”.
Vestidas de morado, con glitter, pañuelos, banderas y gorras, miles de mujeres tomaron las calles para dejar en claro que ningún presidente, presidenta o partido político las va a callar: “No al borrado de mujeres de la historia ni a la criminalización del movimiento feminista: ¡Nuestra lucha es legítima y necesaria!”.