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Por: Irvin Rojas
Se cumple una semana de recorridos entre los aspirantes a coordinar los comités de defensa de la cuarta transformación de Morena. Los impedimentos para llamarle campaña a estos recorridos y los ordenamientos del INE que restringen lo que se puede o no decir en dichos eventos hace que el contenido de estos sea poco atractivo. Para los aspirantes, la carrera no será fácil pues no basta con parecerse a López Obrador para ganar la nominación.
Los mítines masivos difícilmente podrán tener efectos en las preferencias, pero sí mandan un mensaje de presencia y organización. Un mitin a reventar no cambiará la opinión de muchos, pero un mal mitin manda un mensaje de debilidad en la organización. López Obrador llegó a tener reuniones de un puñado de personas; ninguno de los aspirantes de Morena puede darse ese lujo hoy. También es imposible recorrer cada rincón del país en 70 días, como lo hizo López Obrador en varios años, pero no salir de la capital del país es símbolo de falta de presencia en el territorio.
La presencia en medios de comunicación masiva parece una alternativa para buscar reflectores, pero las restricciones impuestas desde el seno de Morena hacen que las apariciones en dichos espacios puedan volverse monótonas. Después de un par de vueltas en los medios, ¿qué llamativo o noticioso podrán generar los aspirantes? ¿Quién de ellos romperá el acuerdo de no atacar a sus compañeros para dar la nota?
Las redes sociales quedan como una manera de acercarse a un público amplio, pero que no es necesariamente representativo de aquel al que se busca apelar en una encuesta. TikTok se ha vuelto un vehículo para hacer virales mensajes sencillos, pero su alcance aún se encuentra limitado a un grupo de personas jóvenes. Twitter, en cambio, que antes había funcionado como una arena de debate y encuentro de posiciones, hoy se haya fragmentado, con bandos claramente definidos, dificultando los esfuerzos de hacerlo útil para mover preferencias.
López Obrador gozaba de una cobertura mediática adversa, aunado al constante golpeteo por parte de las élites económicas, además de la natural confrontación con los partidos y personajes de otros partidos. Así, la figura de AMLO destacaba en la cobertura noticiosa y orillaba a un posicionamiento en redes, sin ninguna otra figura que lo opacara.
Poco de lo sucedido en la semana con Manuel Velasco o Ricardo Monreal nos podría hacer pensar que remontarán mucho con respecto a su posición inicial en la carrera. Por su parte, Gerardo Fernández Noroña sigue aplicado en lo mismo que ha venido haciendo por años, explotando su popularidad en redes, pero con el corto alcance del nicho que le favorece. Mientras que Adán Augusto López insiste en explotar su cercanía personal con AMLO, cosa que no le hizo crecer demasiado en las preferencias, incluso desde la poderosa Secretaría de Gobernación.
Más desconcertante es el caso de Marcelo Ebrard, que con los eventos de esta primera semana y su presencia en redes no deja claro si aspira a suceder a López Obrador o a Anthony Bourdain.
Faltando nueve semanas para que se levante la encuesta, Claudia Sheinbaum administra su condición de favorita. Los ataques recibidos en las últimas semanas, desde los misóginos hasta los antisemitas, la destacan como la contendiente a vencer. Su salida de la Jefatura de Gobierno, con una aprobación mayoritaria entre la población, le permiten
usar sus logros como carta de presentación, incluso sin poder hablar abiertamente de un programa de gobierno.
Pronto la alianza opositora anunciará su método para asignar su candidatura presidencial y es previsible que los aspirantes a encabezarla comiencen también a recorrer el país y a presentarse en medios. Sin embargo, con las restricciones legales, poco o nada podrán remontar en una carrera en la que los punteros llevan una ventaja que parece irremontable, a juzgar por las ventajas que en su momento tuvieron, por ejemplo, Enrique Peña Nieto y el mismo López Obrador. Ojalá que este periodo de restricciones nos deje la necesidad de discutir y cambiar las absurdas reglas que impiden a los políticos hacer política y a los ciudadanos politizarse.