Culiacán, Sin.— La violencia en provocó un desplazamiento forzado sin precedente: más de 700 serán reubicados desde el Santuario Ostok, en Culiacán, hasta un nuevo refugio dentro de Bioparc El Encanto, en Mazatlán, para sobrevivir al caos generado por grupos delincuenciales que dominan la entidad.

En un operativo calificado como heróico por expertos en fauna, con el uso de grúas industriales, tráileres, helicópteros y el apoyo de aproximadamente 50 personas, en menos de 48 horas, sin apoyo de la Procuraduría Federal de Protección al Ambiente (Profepa) ni protección federal, se movilizó por 220 kilómetros a casi 100 grandes animales, entre elefantes, felinos y otros cuadrúpedos a su nuevo hogar.

“Este traslado no es una huida, es un acto de resistencia, amor y dignidad. Es una manera de decir que no aceptamos que la violencia también alcance a los animales que hemos rescatado con tanto esfuerzo. Es una especie de Arca de Noé del siglo XXI que no huye de un diluvio, sino de la violencia humana que ha convertido a Culiacán en un lugar inhabitable para todos”, declaró entre llanto Ernesto Zazueta, presidente del refugio.

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En una especie de Arca de Noé del siglo XXI que no huye de un diluvio, sino de la violencia humana, cientos de animales fueron trasladados a un nuevo hogar. Foto: Berenice Fregoso / EL UNIVERSAL
En una especie de Arca de Noé del siglo XXI que no huye de un diluvio, sino de la violencia humana, cientos de animales fueron trasladados a un nuevo hogar. Foto: Berenice Fregoso / EL UNIVERSAL

Desde septiembre de 2024, intentos de extorsión, amenazas de muerte, enfrentamientos armados y bloqueos llenaron de miedo a veterinarios, administradores y personal laboral de la reserva dirigida por Ernesto Zazueta que, pese a su amor por la vida silvestre, decidió abandonar su trabajo, no por falta de motivación sino como una medida precautoria para no perder la vida entre las balas del fuego cruzado.

“La violencia tomó control de Culiacán. Llegó el momento en que nuestros cuidadores, médicos veterinarios y personal operativo ya no pueden cruzar la ciudad con seguridad para llegar a alimentar y darles todos los cuidados especializados a los cientos de animales que hemos rescatado.

“Tomamos esta decisión con mucha conciencia. Lo hacemos por todo el personal y por supuesto por cada uno de los animales, que ya han sufrido bastante, y no vamos a permitir que también ahora sean víctimas de la violencia”, agregó Zazueta.

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Por la complejidad de su manejo, desde el pasado lunes, seis felinos fueron medicados con calmantes para adormecerlos y facilitar su movilización, informó uno de los especialistas. Foto: Berenice Fregoso / EL UNIVERSAL
Por la complejidad de su manejo, desde el pasado lunes, seis felinos fueron medicados con calmantes para adormecerlos y facilitar su movilización, informó uno de los especialistas. Foto: Berenice Fregoso / EL UNIVERSAL

La tranquilidad del Santuario Ostok, que era un espacio seguro para especies rescatadas del maltrato, abandono y decomisos, terminó con la intensificación de los enfrentamientos entre Los Chapitos y La Mayiza, facciones rivales del Cártel de Sinaloa, al inicio de septiembre de 2024.

Aunque a la par de la escalada violenta Culiacán empezó a ser protegido por elementos de la Guardia Nacional, en un intento de estabilización, los camiones cargados con carne para los leones dejaron de ir a la reserva; los veterinarios cancelaron revisiones y los trabajadores ya no asistían, paralizados por temor a ser levantados.

En febrero pasado, un grupo criminal despojó al personal de Ostok de una camioneta esencial para el rescate y alimentación de los animales, tras ser víctimas de un asalto con armas durante un enfrentamiento.

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Del mismo parque fueron robados rifles y otros aditamentos para control y protección de fauna, hechos que reafirmaron la decisión de Ernesto Zazueta de encontrar un nuevo espacio que ofrezca a los animales garantías de supervivencia ante una nueva amenaza a su vida, esta vez indirecta, producto del crimen organizado.

Por la complejidad de su manejo, desde el pasado lunes, seis felinos fueron medicados con calmantes para adormecerlos y facilitar su movilización. Big boy y Bireki fueron entrenados para entrar por decisión propia a las cajas de metal, de más de nueve toneladas, que los trasladaron hasta Mazatlán.

Con el apoyo de grúas fueron cargadas decenas de aves de todos los tamaños, como avestruces y pájaros exóticos, reptiles como cocodrilos, hipopótamos, ciervos y primates que permanecieron tranquilos durante el trayecto, “como si hubiera la confianza de que volverían a vivir en calma”, comentó un trabajador de la operación.

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El traslado de la fauna fue un nuevo acto de amor así como su rescate, dijo Zazueta, quien lamentó que la violencia ya no distingue especies ni propósitos.

Durante la caravana, donde participaron alrededor de 20 vehículos, la gente observó asombrada como los paquidermos asomaban sus trompas por las ventanillas y el león africano, el tigre de Bengala y otros felinos gruñían en las dos paradas que se hicieron en la carretera para hidratarlos y verificar que sus condiciones de salud fueran óptimas.

“Mira cómo [Big boy] saca la trompa porque ya se va, porque va a tener mejor casa. Ya no va a escuchar los balazos. Ya va a dormir bien”, dijo una mujer con una niña en brazos, proveniente del municipio de Jesús María, uno de los lugares que ha resentido en mayor medida la violencia desde el Culiacanazo y que observó con nostalgia al grupo mientras atravesó la primera caseta para salir de la capital.

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Al llegar a Bioparc El Encanto, tras cinco horas y media de operativo, entre aplausos de los trabajadores, vítores y lágrimas del director del Santuario Ostok, los animales fueron liberados en un terreno de 50 hectáreas que es su nuevo hogar.

La operación aún no finaliza, pues los directivos de la reserva de vida silvestre continúan a la espera de que la Profepa y la Fiscalía General de la República terminen las averiguaciones correspondientes para trasladar a 14 felinos que fueron rescatados de manos de integrantes del crimen organizado que los matenían como mascotas o entrenados para cometer actos de extrema violencia.

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