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“El Señor”, ese fue el nombre con el cual Regina identificó a su agresor después de que abusó sexualmente de ella.
Tenía sólo siete años y estaba en la casa de un familiar; sin embargo, eso no impidió que un tío lejano la agrediera.
“Esta persona le pidió a mi hija que lo ayudara a pararse de un sillón. Cuando se acercó, con mucha inocencia, la jaló y la tiró. Después se puso encima de ella y cometió el delito”, comenta Brenda, madre de la víctima.
Los hechos ocurrieron después de una fiesta familiar.
El agresor aprovechó que todos estaban dormidos y abusó de Regina, quien inmediatamente relató a su madre y a su padre todo lo que había ocurrido.

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La madre de Regina decidió confrontar al agresor; sin embargo, él lo negó y fue apoyado por parte del resto de su familia para que no lo denunciaran.
“Tristemente nos dimos cuenta de que la familia y la policía le brindan protección al abusador. Una de mis tías decía, por ejemplo, que Regina había inventado todo. Incluso mi mamá se enojó y dijo que no podía denunciar el caso porque era un mal entendido, nunca me apoyó”, asegura.
Después de haber experimentado ese rechazo, Brenda acudió al Centro de Terapia de Apoyo a Víctimas de Delitos Sexuales (CTA) ubicado en la Ciudad de México.
“El doctor que revisó a Regina dijo que nuestra denuncia no iba a proceder porque él no veía ningún daño sicológico, y el Ministerio Público nos echó la culpa a nosotros por lo que había ocurrido”, relata.
Fue en la Asociación Integral de Personas Violadas (Adivac) donde Regina y Brenda —nombres ficticios para proteger la identidad de la víctima y su familia— recibieron apoyo sicológico para la menor y asesoría legal.

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“Mi tía, la dueña de la casa donde ocurrió el delito, también nos pidió que no fuéramos con la policía porque no quería que nadie se enterara de que en su casa había sucedido esto. ‘¿Qué van a pensar los vecinos?’, nos decía a mí y a mi esposo.
“Nuestra propia familia hizo todo lo posible para evitar que avanzara el caso”, reclama la madre de la menor.
Actualmente, Regina acude una vez a la semana a Adivac para recibir terapias. Las doctoras que la atienden comentan que poco a poco ha superado el trauma, pero también hacen énfasis en que no puede dejar el tratamiento.
“Cuando le pasó esto a mi hija comenzó a tener muchas pesadillas, no podía dormir y tenía miedo de que ‘El Señor’ volviera.
“Pero, poco a poco lo ha superado y nosotros también, fue algo que nos afectó mucho en lo emocional y, sobre todo, nos separamos de la familia. Sólo mi suegra nos apoyó en esos momentos tan duros”, dice Brenda.
Agrega que su tristeza, por ahora, es que el caso de Regina quedará impune: “Tiempo después de que la agredieron y cuando empezó a recobrar confianza, mi hija me preguntaba si iban a castigar a ‘El Señor’... ¿Cómo le voy a decir que eso nunca va a pasar?”.
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