Lol Kin Castañeda; amor, lucha y legado por la igualdad
Por amor, Lol Kin se volvió activista y pionera del matrimonio igualitario en México. Su historia es clave para entender los avances y retos de la diversidad familiar
Lol Kin Castañeda en su departamento, un espacio que refleja su espíritu creativo. | Foto: Carlos Mejía.
“Involucrarme en el activismo tiene que ver con enamorarme de una mujer y, frente a eso, darme cuenta de que ya no tenía derechos” cuenta en entrevista Lol Kin Castañeda Badillo, activista y pionera en la lucha por el matrimonio igualitario en México.
Lol Kin es una mujer lesbiana, feminista y defensora de derechos humanos. Creció sensible a temas sociales; con padres antropólogos, se crio entre comunidades indígenas, su vida académica fue reflejo de ello, pues en la UAM Xochimilco estudió psicología social y una maestría en Estudios de la Mujer:
“Mis profesores tenían acercamiento a las comunidades zapatistas, yo tenía esta idea revolucionaria de juventud, participaba en marchas y movimientos estudiantiles”, rememora.
Sin embargo, su principal impulso para unirse a la lucha por los derechos LGBTQ+fue el amor: “Yo me sumo a la defensa por los derechos de las personas lesbianas en el momento en el que me enamoro de una mujer, me asumo como persona lesbiana, y al momento de empezar a vivir con ella e ir enfrentando el día a día, me doy cuenta de que hay un montón de derechos que ya no teníamos reconocidos”, subraya. La defensora enfatizó que “las únicas que podíamos defendernos como pareja, como familia, éramos ella y yo.”
Lol Kin Castañeda, desde la reflexión a la acción. | Foto: Carlos Mejía.
Cuando lo personal se vuelve político
La activista feminista Carol Hanisch popularizó la frase “Lo personal es político” una verdad que Lol Kin experimentó de primera mano al luchar por la aprobación del matrimonio igualitario. Si bien, había una parte emocional y personal en su anhelo, la motivación más profunda era que su propia familia fuera reconocida en igualdad de derechos.
La urgencia de un reconocimiento legal se hizo evidente para ella y su pareja, Judith Vázquez, durante una emergencia de salud. Lol Kin fue hospitalizada, y a Judith se le negó el derecho a tomar decisiones vitales por ella; pese a su vínculo, su papel se redujo a cubrir los costos, los familiares de sangre más cercanos estaban a seis horas de distancia.
Además, surgió otra interrogante, ¿qué hubiera pasado si a la que ingresaran de emergencia hubiera sido Judith? Su familia era profundamente lesbofóbica, no reconocían a Lol Kin como su pareja. ¿Quién hubiera tenido que tomar las decisiones médicas por ella? “A mí me hubieran sacado del hospital y pasará lo que pasara, yo no iba a tener ni siquiera la oportunidad de tomarle la mano”, mencionó con tristeza la activista Castañeda.
Antes del altar; el camino a la aprobación
En 2005, España legalizó el matrimonio igualitario; en Estados Unidos, entidades como Massachusetts también aprobaron la unión civil entre personas del mismo sexo. Pero, la realidad de México era distinta.
El proceso de Lol Kin para la aprobación de la unión civil entre personas del mismo sexo enfrentó diversos obstáculos, principalmente, una profunda discriminación y prejuicios arraigados en la sociedad. Lo que desembocaba en que los personajes políticos no quisieran sumarse para no “ensuciar” su imagen.
Parte de la propia comunidad LGBTQ+ tomaba cierta distancia cuando la mujer comenzó a ser un rostro conocido del activismo. “Cuando yo caminaba por la banqueta se cruzaban del otro lado, para no vernos juntas, pero desde el otro lado hacían señas diciendo ‘yo también soy lesbiana, pero no me acerco porque no quiero ponerme en riesgo’”, relata, un episodio que revela la compleja mezcla de rechazo social y la solidaridad silenciada.
Otro factor fue la iglesia. En palabras de Lol Kin: “Hace 15 años era mucho más evidente como había decisiones del ámbito social y político que se tomaban en el púlpito, tenía que aprobarlo la iglesia.”
Incluso sus propios “aliados” mostraron resistencia. Lol Kin explica que el PRD, poseyendo la mayoría en la Asamblea Legislativa, pudo haber aprobado la ley rápidamente, pero no lo hizo. “Si hubiera habido el compromiso se hubiera podido pasar en fast track, pero al revisar las votaciones descubres que no…”, lamenta. “Es fácil imaginar y construir argumentos hacia los adversarios evidentes; el PAN, la iglesia católica, pero cuando esas limitaciones venían de quienes naturalmente deberían de ser tus aliados, no se entiende.”
Para la activista, este no fue un caso aislado, sino un ejemplo de los cálculos políticos en temas de derechos humanos: “Toman decisiones en favor de lo que les representa reconocer tus derechos; si beneficia a un grupo económicamente poderoso se aprueba, si es para una minoría donde además de manchar su imagen, pueden llegar a romper vínculos con otros poderes, entonces se deja pasar”.
Y otra esfera de poder crucial fueron los medios de comunicación, que “en su inmensa mayoría hablaban y repetían desde el prejuicio”. Pese a ello, Kin subraya la necesidad de esos espacios públicos para poder “naturalizar” a las familias diversas: “Somos así, comemos, nos da frío, usamos paraguas, somos como el resto de la gente, mírame, que se te quite el miedo a preguntar... y que eso le den la fuerza a mucha más gente de poder vivir abiertamente, en libertad, con dignidad”.
Más allá del amor: el matrimonio como garantía de derechos
El 21 de diciembre de 2009, la entonces Asamblea Legislativa del Distrito Federal aprobó la Reforma al Código Civil que pasó a reconocer al matrimonio como “la unión libre entre dos personas”, eliminando la restricción “entre un hombre y una mujer”.
El 4 de marzo de 2010, entraron en vigor los cambios en la ley y la capital del país se convirtió en la primera ciudad en América Latina en reconocer los matrimonios igualitarios. El día 11 del mismo mes se realizó la primera boda colectiva, Lol Kin Castañeda Badillo y Judith Minerva Vázquez Arreola fueron la primera pareja en casarse.
Para Lol Kin fue un momento sumamente significativo: “nuestra familia pudo ser reconocida como tal, con todos los derechos y responsabilidades, sentamos un precedente, dónde al fin todo el trabajo había valido la pena.”
Una vez aprobado, aún quedaba un camino legal por recorrer, Lol Kin explica que “tampoco fue tan simple, ya que se aprobó, siguió la acción de inconstitucionalidad, acompañar la defensa en la Suprema Corte”. Para ello, realizaron una estrategia: promover matrimonios igualitarios colectivos en el D.F. Parejas de todo el país se casaban allí, y al regresar a sus estados, usaban sus actas para forzar a las instituciones locales a reconocer sus uniones y reestructurarse.
Pero la agenda no se agotaba allí. Tras asegurar el derecho al matrimonio, la lucha se extendió al reconocimiento de todos los derechos asociados a la unión civil en diversas instituciones.
“Fui a pedir que dieran de alta en el seguro social a Judith”, recuerda. “Luego fuimos al ISSSTE, luego en Pemex, luego a cambiar las actas de nacimiento, las pensiones de viudez; no fue una agenda que se acabara en automático”.
La mayor victoria, subraya Lol Kin, no son los reflectores sobre su propio matrimonio, sino la normalización alcanzada para las nuevas generaciones: “Hoy miles de personas se casan, divorcian, registran el nacimiento de sus hijes, sin ser cuestionadas, simplemente van y ejercen su derecho y es una maravilla”, señala.
Persisten desafíos
En su lucha por el matrimonio igualitario y el reconocimiento de derechos, Castañeda pasó del activismo a ser Servidor Pública Federal. Más que un cambio de rol, fue su manera para incidir desde adentro: “Finalmente, es parte de lo que he venido haciendo, servir a la gente, construir desde el lugar en el que estás para lograr que las instituciones estén a la altura de las necesidades de la gente”, explica.
A pesar de logros significativos como el matrimonio igualitario, el reconocimiento de las familias diversas y la prohibición de las terapias de conversión, la activista subraya que aún existen desafíos cruciales: “lo relacionado, por ejemplo, con identidad a personas trans, todavía no tiene toda la celeridad y la importancia que debería de tener.”
En este contexto, para Castañeda hay instituciones clave que deberían replantear sus labores. Considera que el Consejo Nacional para Prevenir la Discriminación (CONAPRED) ha dejado de liderar la materia, pues faltan acciones y campañas que dimensionen el alcance de la discriminación y las secuelas que deja en toda la sociedad. De igual forma, señala que la Comisión Nacional de los Derechos Humanos(CNDH) ha cesado de ser un organismo donde la sociedad civil pueda encontrar eco y una defensa ejemplar.
“Ahora conozco muchísimas más historias dentro de cada una de las identidades... somos la consecuencia del respeto o de los prejuicios que aprendimos en la familia”, reflexiona la activista sobre la evolución de su propia comprensión de la diversidad dentro de la comunidad.
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