
“La historia de los movimientos LGBTTTIQ+, en especial en urbes como la Ciudad de México, no se entiende sin la Universidad Nacional y los grupos formados en ella durante los años 70, 80 y 90”, dice Siobhan Fenella Guerrero Mc Manus, académica del Centro de Investigaciones Interdisciplinarias en Ciencias y Humanidades de la UNAM.
Esta casa de estudios ha sido pionera en generar espacios de encuentro, discusión, difusión e investigación sobre las diversidades sexuales y de género, y ha contribuido a impulsar la lucha y defensa de sus derechos en conjunto con la sociedad civil, activistas y organismos del Estado.
Menciona Siobhan Guerrero que el origen del movimiento de las diversidades sexogenéricas en México se remonta a los años 70, a la Facultad de Filosofía y Letras (donde se formaron algunas voces que lo construyeron, como Carlos Monsiváis, Juan Jacobo Hernández y Nancy Cárdenas).
“Al darse las primeras razias (persecuciones contra las diversidades sexogenéricas con fines represivos) que llevaron a mujeres trans y trabajadoras sexuales (entre otras) a prisiones clandestinas, sus pasillos se convirtieron en un lugar para hablar del tema sin temor a los alcances del Estado policiaco”, comenta.
Explica que en 1999, se creó el Grupo Universitario por la Diversidad Sexual, que formó a una importante generación de activistas del siglo XXI e impulsó las dos primeras marchas LGBTTTIQ+ al interior de esta casa de estudios, que constaron de un recorrido interfacultades.
Para 2004 surgió el Colectivo Universitario Michel Foucault por la Disidencia Sexogenérica, entre cuyos líderes hubo defensores de las sociedades de convivencia en la Ciudad de México y el derecho al matrimonio igualitario.
“La UNAM ha transitado un camino de aprendizaje y se ha convertido en un refugio, no libre de contradicciones, donde los espacios culturales de danza y teatro han sido fundamentales”, indica Guerrero.
También ha sido precursora en estudios sobre la población LGBTTTIQ+, tansfeminicidios y el derecho a la salud física y mental de la comunidad, y desde aquí se ha impulsado una reflexión crítica sobre los prejuicios.
“Hemos mostrado que pertenecer a las diversidades no implica una disfunción, predisposición al crimen y que, de ninguna manera, es una patología. Nuestra casa de estudios ha tenido un papel crucial en el avance y popularización de estas ideas”, agrega.
El paso de Siobhan por la UNAM comenzó en 1996, cuando ingresó al plantel 6 de la Escuela Nacional Preparatoria. “Esto marcó un cambio importante tras haber cursado la primaria y secundaria en un ambiente de acoso escolar. Mis compañeros tenían claro que yo era diferente y lo manifestaban con insultos. Aquí encontré un espacio comparativamente más seguro. Digo esto porque no está libre de contradicciones, pero fue el sitio en el que pude salir del closet por vez primera”, rememora.
En la Facultad de Ciencias, donde se formó como bióloga, comenzó a explorar quién era y a investigar qué decía su disciplina acerca de la diversidad sexual, un cuestionamiento relevante tras haberse encontrado con respuestas patologizantes e injustas, hasta ese momento.
“Mi acercamiento con el activismo académico se da en la maestría. Entré en contacto con la epistemología feminista y me di cuenta de que podía elaborar una reflexión profesional, desde la filosofía y las humanidades, emancipadora y transformadora”, relata.
Después realizó un doctorado en estudios sobre ciencia, género y sexualidad. Ahora, como profesora, genera un impacto en sus estudiantes, quienes ven en ella una figura de confianza con la que pueden hablar de forma libre y segura.
“Trato de ayudar en la creación de otro tipo de políticas públicas no solo en esta institución, sino fuera. Me he involucrado con varias ONG y organismos de defensa de derechos humanos. Así muestro que, desde la academia, podemos coadyuvar”, dice.
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Para la académica unamita, los últimos 20 años han representado un avance en materia de derechos para la población LGBTTTIQ+, sobre todo en la CDMX. Sin embargo, plantea que es necesario resistir narrativas triunfalistas.
Entre algunos alcances están el matrimonio igualitario; la rectificación de los documentos de identidad para personas trans; el reconocimiento de identidades transgénero en infancias y adolescencias, y la prohibición de lo que se llama, equivocadamente, terapias restaurativas.
“Hay otros logros que también han transformado a México, como las leyes antidiscriminación, la creación del Conapred y la reforma que implica que el Estado debe salvaguardar la cultura de derechos humanos en todos sus niveles. Aunque aún hay mucha discriminación y gente con prejuicios, estos avances son posibles por la coordinación de grupos de la sociedad civil, colectivos, espacios universitarios y organismos del Estado”, añade.
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