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En un mundo cada día más influenciado por el análisis de datos, nuestro entendimiento del crimen evoluciona rápidamente. No tanto así nuestras políticas. Un estudio actualmente en dictamen realizado por el que escribe y en colaboración con los académicos Oscar Siordia (CentroGeo), Pablo López-Ramírez (CentroGeo) y Gustavo Fondevila (U.A. Barcelona), y centrado en la Ciudad de México, presenta un caso convincente para replantear cómo medimos y abordamos el problema del delito en este país. En lugar de depender únicamente de las tasas del delito tradicionales, esta investigación mide y explora en el impacto del daño que el crimen provoca en la población, ofreciendo una comprensión más clara de su impacto material.
Es así que no nos limitamos solamente a contar delitos, sino que presentamos dos nuevos índices analíticos, el índice de daño del crimen por residente, y el índice de daño del crimen por víctima. Con estos índices cambiamos nuestra perspectiva y entendemos de mejor manera el problema criminal. Abajo presentamos cinco hallazgos clave que sintetizan todo lo anterior y que nos sirven para empezar a pensar de manera inteligente al respecto.
Primero. Debemos analizar el daño y no sólo contar el número de delitos. Tradicionalmente, las tasas generales de delitos han sido el indicador principal para medir el estado de la seguridad pública. Sin embargo, estas mediciones ofrecen una visión insuficiente del problema del crimen. Las tasas, lo que hacen, es sumar los delitos y dividirlos entre el número de personas que residen en los lugares en donde suceden. Nada más. Este cociente tiene todo tipo de problemas, pero uno de ellos muy claro es que, al simplemente sumar delitos, se está asumiendo que todos esos delitos son iguales, por ejemplo, que causan el mismo daño, cosa que no es así (no comparemos un homicidio con un robo de vehículo, o éste último con un robo de celular). Nosotros, en cambio, proponemos el uso de los dos nuevos índices analíticos arriba mencionados que miden el daño y muestran así una perspectiva matizada y nunca contada del problema.
Segundo. El bajo desarrollo social es una causa central del crimen. La fuerte relación que guarda el índice de desarrollo social de la CDMX tanto con los índices de daño criminal como con la tasa de delitos es uno de los hallazgos más valiosos, que no novedosos, de este estudio. Las colonias con menor desarrollo social no sólo presentan mayores tasas delictivas, sino que sufren de mayores niveles de daño criminal.
Tercero. La geografía de las tasas delictivas es diferente de la geografía del daño criminal. Empleamos técnicas robustas para identificar y mapear las zonas más criminalmente dañinas en la Ciudad de México. Encontramos que las colonias con elevado daño criminal no son las mismas que las colonias con altas tasas de delitos –esto porque, como ya se dijo, una cosa contar delitos y otra cosa cuantificar el daño que ocasionan. Y, por cierto, el desarrollo social puede ayudar más reducir el daño criminal que las tasas delictivas.
Cuarto. La tendencia de las tasas delictivas también es diferente de la tendencia del daño criminal. La pandemia de 2020 redujo de forma temporal el número de delitos, pero de forma sostenida el daño criminal. Tal y como lo lee. Este hallazgo fue gratamente sorprendente. Pasada la pandemia, sí esperábamos encontrarnos con un rebote hacia arriba en la tasa de delitos en los años siguientes entre 2021 y 2023, pero no esperábamos a la vez encontrar una tendencia descendente del daño criminal, mostrando así tendencias diferentes (el gráfico de tendencias se puede ver aquí: https://www.carlosvilalta.org/blog/crime-rates-to-crime-harm). Esto nos indica un cambio fundamental en la gravedad del problema criminal en la ciudad, con una tendencia a ser cada vez menos dañina para la sociedad. También nos evidencia lo que decíamos arriba sobre que las tasas de delitos son insuficientes para describir adecuadamente el problema criminal que enfrentamos.
Quinto. Las políticas de desarrollo social son también políticas de prevención del delito. Nuestros resultados muestran que mejorar la calidad de vida puede reducir la magnitud y gravedad del problema criminal. Pero la pregunta más importante al respecto es ésta: ¿qué se quiere priorizar? ¿reducir el número de delitos o reducir el daño que ocasionan? La respuesta correcta es ambas. Se deben priorizar las intervenciones en colonias con muchos delitos, mucho daño criminal y bajos niveles de desarrollo social. Esta focalización traerá los mejores resultados.
En síntesis, como investigadores lo que buscamos es poner a prueba y mostrar una nueva perspectiva y forma de pensar el problema del crimen en México. Implica igualmente una nueva forma de pensar, priorizar y resolver. Ojalá las autoridades y la sociedad civil organizada consideren adoptar esta nueva perspectiva del daño criminal para intentar resolver este ángulo del problema criminal, el daño, que no se considera, pero que bien se haría en considerar.
Académico. Centro de Investigación en Ciencias de Información Geoespacial (CentroGeo)