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El gran acierto del primer tramo de la 4T ha sido incluir a los más pobres en el crecimiento económico. Desde 2019, año del primer gobierno de la 4T, se desplegaron políticas que incrementaron el ingreso de los pobres del campo y la ciudad, adultos mayores, discapacitados, madres solteras etcétera.
Ello fue resultado de las transferencias a los sectores más vulnerables, aumento del salario mínimo, limitación a la subcontratación laboral, obras de infraestructura en las zonas más pobres del país (Chiapas, Oaxaca, Tabasco), acompañado de políticas de contención a la inflación, no a la usanza antigua, de incrementar los impuestos y contener los salarios, sino vía subsidios a los productos básicos, con una política de autonomía energética.
Estas políticas fueron tan robustas que pudieran enfrentar la crisis sanitaria de 2020 con la peculiaridad que, por primera vez en la historia mexicana, los pobres no asumieron los costos de la crisis y no fue rescatado el gran capital. En 2020, en plena crisis sanitaria, la tasa de crecimiento de las remuneraciones de los asalariados respecto al valor agregado se redujo en 1%, mientras el excedente bruto de operaciones respecto al valor agregado cayó en más del 11%, por encima de la caída del valor agregado bruto, recuperándose ambos grupos sociales rápidamente. El crecimiento económico por sí mismo no fue el objetivo, sino el crecimiento con distribución del ingreso. La economía mexicana salió de esta crisis sin endeudarse, ni comprometer programas sociales de futuras generaciones.
Las políticas desplegadas por la 4T, aunque lograron reducir la pobreza, no son suficientes para erradicar la pobreza extrema y la total. Es importante que haya iniciado este proceso y el mercado interno se haya ampliado. Ello permitirá generar un crecimiento endógeno donde la demanda efectiva vuela a depender de la inversión productiva. Las obras de infraestructura se deben mantener, a partir de la gran red ferroviaria que debe ir acompañada de un proceso de industrialización. La propuesta de crear una gran empresa en cada Estado, que se convierte en el motor de crecimiento económico debe fortalecerse. Un elemento fundamental para el éxito del crecimiento económico con inclusión es que sea sustentado por innovaciones tecnológicas, para que la productividad no dependa sólo de la tasa de crecimiento de la población ocupada. El éxito del segundo tramo de la 4T dependerá de la industrialización con innovación, partiendo de industria simple para posteriormente acceder a procesos productivos más complejos.
También, debe modificarse las condiciones de operación de la inversión extranjera directa. Ello es posible por la gran interdependencia entre la industria mexicana y estadounidense; otros países (Corea del Sur, Vietnam, China) lo lograron, sin espantar al capital extranjero. No debe olvidarse la modernización del sector agrícola, fundamental para abaratar el costo de la canasta básica, y ampliar el mercado interno. Finalmente, se debe revolucionar el contenido de las exportaciones, inhibiendo las exportaciones de las materias primas que no contengan valor agregado, y la industria manufacturera debe moverse de los procesos sustentados en el ensamblaje. Otro gran pendiente es una reforma fiscal progresiva.
Profesora de la Facultad de Economía de la UNAM e integrante del Centro de Análisis de Coyuntura Económica, Política y Social, CACEPS, caceps@gmail.com