El fentanilo es considerada como la droga de la desesperación o desesperanza entre la población que enfrenta situaciones de empleos precarios, deportación, situación de calle; con un aumento de adictos y muertes en ciudades como Tijuana y otras con sistemas de salud deficiente y que son el ejemplo de una crisis mayor de su consumo, todo ello con una estrategia y campañas de prevención fallidas.

De acuerdo con el estudio Tijuana White: drogas, cultura y desesperanza en tiempos del fentanilo publicado por el Colegio de la Frontera Norte, expone que la “presencia creciente de fentanilo en ciudades fronterizas como Tijuana es un síntoma del aumento en las condiciones estructurales de la desesperación/desesperanza y las muertes que esto conlleva”.

La investigación realizada por Rafael Alarcón Medina y Jaime Adrián Rivas Valenzuela, indica que “si bien, al parecer mínimo, el consumo de fentanilo y otras sustancias en la frontera norte del país representa una alerta, pero no en torno a una crisis de malas decisiones entre jóvenes ignorantes, más bien constituye un aviso de incendio respecto al incremento en las condiciones estructurales de la desesperanza en México, particularmente entre poblaciones específicas en la frontera y otras regiones”, se advierte.

La investigación señala que no es casualidad que el aumento en el consumo de fentanilo y otras sustancias se presente principalmente entre personas que han caído en esa desesperación o, más acertadamente, desesperanza: “Las poblaciones flotantes, migrantes en tránsito, deportados, maquiladores desplazados de su lugar de origen y que no logran generar un sentido de dignidad laboral ni reconocimiento social en la ciudad, etcétera, son parte de esta realidad, a lo cual hay que sumar el constante acoso y violencia por parte de estructuras del orden sobre algunas de estas poblaciones”, explica.

Se expone que empleos precarios que no ofrecen dignidad ni sentido vital, la ausencia de reconocimiento social en ciudades que carecen de mecanismos de integración social, el acceso restringido a la educación superior de calidad, los sistemas de salud pública deficientes o inexistentes y las crisis en las estructuras básicas de pertenencia [familias], han sido identificados como indicadores centrales en el aumento de muertes por desesperación.

“La mirada pornográfica en torno a la adicción en varios de los spots deshumaniza al adicto en tanto busca proteger una juventud de clase media imaginaria, racializando al farmacodependiente como un sujeto cuya existencia y muerte se supone más allá de cualquier acción estatal, convirtiéndolo en vida desechable, pero útil para el espectáculo de la adicción y los mecanismos político económicos del narcotráfico en tiempos del fentanilo”, indica.

En 2022, el Servicio Médico Forense de Tijuana realizó un estudio de detección de sustancias en fallecimientos, encontrando 691 casos con presencia de fentanilo, lo que contradice las cifras anteriores, indicando una realidad más compleja.

Lo anterior apunta a que puede haber muertes por causas diferentes a sobredosis que involucren esta sustancia. “A la fecha, no existe en Tijuana ni en el resto del país un programa institucional ni los recursos necesarios para identificar de forma sistemática la presencia y el rol del fentanilo en muertes por sobredosis, violentos o en accidentes”.

El fentanilo pasó de ser una entidad extranjera y maligna simbólicamente cargada con significados migratorios y racistas en torno a su origen asiático, a ser un problema legítimo de salud y seguridad pública.

“Se aceptó que no sólo era una sustancia de paso hacia Estados Unidos, sino una amenaza con importante presencia local, principalmente en la frontera norte de México”, advierte.

Dice que “no es de extrañar que organizaciones criminales mexicanas como Cártel de Sinaloa y Cártel Jalisco Nueva Generación hoy se enfoquen en la producción de esta sustancia. En la calle, el fentanilo se conoce como Apace, China Girl, Dance Fever, China Town, Goodfellas, Friend, Great Bear, Jackpot, He-Man, King Ivory, Murder 8, Poison y Tango y Cash. En países latinoamericanos como heroína blanca o sintética, N-30, el Fenta, Tango o China White”.

El estudio concluye que contrariamente a lo que supone la Secretaría de Salud en su campaña de prevención de adicciones, las personas no escogen un camino de destrucción personal y muerte por falta de información o malas decisiones, sino que “La gente se mata a sí misma cuando ya no parece que vale la pena vivir, cuando parece mejor morir que seguir vivo”.

Campañas como En el mundo de las drogas no hay final feliz, forman parte del aparato cultural del régimen de adicción en México, estableciendo los marcos simbólicos y discursivos desde los cuales se entiende la adicción y sus actores, sus características y consecuencias.

“Atendiendo a dicha percepción mediática en torno al riesgo del fentanilo, y existe una contradicción entre el objetivo de la campaña y el producto audiovisual generado.

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