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El reloj sexenal se agotó. Su obra y su imagen ya están en las páginas de la historia. Lágrimas de despedida y sollozos y música de jarochos enmarcaron el adiós de Andrés Manuel López Obrador, el primer presidente emanado de la autoproclamada 4T.
Fue una mañana fría, de últimos encuentros. El final comenzó a las 07:14 horas; él vistió de traje azul con abrigo color negro. Así cruzó la puerta y subió la tarima para detenerse en el atril del Salón Tesorería. “Me voy muy satisfecho por el cariño de muchos mexicanos, mujeres, hombres, cosa que agradezco de todo corazón. Me dediqué a servir al pueblo”, fueron las primeras palabras del tabasqueño.
Pensativo, se refirió a su sucesora, Claudia Sheinbaum Pardo, la primera presidenta de la República en la historia de México. Eso también es parte de su legado. Destacó que “lo respetó” hasta el final, porque cualquier “otro acomplejado” lo primero que hubiese hecho habría sido “negarlo” o empezar con indirectas a pintar su raya.
“Por eso, estoy seguro que le va a ir muy bien, como lo merece nuestro país, y muy bien a nuestro pueblo con la próxima Presidenta”.
Sereno, firmó dos decretos con los que entra en vigor la ley sobre el derecho de los pueblos indígenas y afromexicanos. En el último aliento del sexenio, le cumplió al “México profundo”. El segundo fue la reforma constitucional por medio de la cual la Guardia Nacional —la corporación “civil” creada en este gobierno para la seguridad— se adhiere a la Secretaría de la Defensa Nacional (Sedena) para que la institución no se corrompa.
Una lluvia de clics de cámaras y el decreto con su rúbrica cayó de la carpeta negra. “Así fue nuestra vida pública: nos caemos, pero nos levantamos”, dijo en tono filosófico el Presidente, mientras Adelfo Regino, titular del INPI, literalmente levantaba la reforma. En casi toda la mañanera el Mandatario que el 17 de marzo de 2019 decretó “el fin del neoliberalismo” y llevó la “austeridad republicana” al extremo, presumió sus “récords”, con datos del Inegi, de la OCDE y de su gobierno.
“No hubo devaluación”: el peso se apreció 3.3%; el país ocupa el lugar 12 entre las mejores economías del mundo, desplazando a España, Corea del Sur, Australia”, dijo.
En materia de bienestar destacó que el principio “por el bien de todos, primero los pobres” no sólo fue una proclama, sino que se hizo realidad, pues en este gobierno se redujo en 9.5 millones las personas en situación de pobreza a pesar de la pandemia, mientras que en seguridad indicó que según el Inegi se redujeron los delitos del fuero federal.
Arremetió en contra de los expresidentes Vicente Fox y Felipe Calderón al cuestionarlos sobre qué hicieron con los excedentes petroleros.
Fin de los “otros datos”, vino un video con una versión de La paloma de Sebastián Iradier, pero con letra de Pedro Miguel, ideólogo de la 4T, e interpretada por la cantante Eugenia León y Beatriz Gutiérrez, esposa del Presidente, entre otros.
La letra quebró al Mandatario, quien apretó el ceño y los labios; su mirada se volvió cristalina, se tragó las lágrimas.
Luego se presentó el grupo jarocho Mono Blanco, de la segunda tierra del presidente “choco-jarocho”. Coplas en honor de Obrador y cayeron las lágrimas a los pies del Mandatario.
Emocionadas, las secretarias de Gobernación, Luisa María Alcalde, y de Cultura, Alejandra Frausto, así como la canciller Alicia Bárcena, secaban sus rostros.
La secretaria de Seguridad Rosa Icela Rodríguez se fue detrás del escenario, nadie vio si de su rostro rodaron perlas de agua.
Vino el desayuno-convivio. Para el estómago “desmañanado” deliciosos tamales de chipilín, tlayudas, “doraditas” con nopales y queso, y para los glotones el rey de todos los tamales: el zacahuil, además de café y champurrado que fueron servidos en los Patios Marianos.
El Presidente desayunó los de chipilín, sus favoritos, y entre bocados dio cátedra del platillo nacional al señalar que hay más de 300 variedades en todo México.
“¿Lo hicieron llorar, Presidente?”, le preguntaron.
“De eso no se habla”, dijo el Mandatario plato en mano. Tras un sorbo de café, se dirigió a la Galería de los Presidentes para terminar con el ritual de fin de sexenio con la develación de su retrato junto al de sus antecesores.
Allí, reflexivo, lanzó con voz baja a la “fuente presidencial”: “misión cumplida”, pero, sobre todo, destacó, se hizo realidad la democracia en el país.
Reconoció que deja “pendientes” a su sucesora, pero, como en las mil 438 mañaneras que encabezó, justificó que el atraso fue porque durante muchos años predominó en México la política de la corrupción.
El secretario de la Defensa Nacional Luis Cresencio Sandoval se dijo contento por el deber cumplido en todas las encomiendas giradas por el Ejecutivo y ahora se convertirá en asesor del secretario de la Defensa Nacional, Ricardo Trevilla.
Ambiente de despedida
Beatriz Gutiérrez Müller tomó por el brazo al Presidente para llevárselo a otro salón, donde lo esperaba el gabinete. “Adiós, adiós”, dijo el Mandatario alzando los brazos.
Afuera de Palacio Nacional sus seguidores vitorearon al Presidente: “¡es un honor estar con Obrador!”, y le llevaron serenata. Los chinelos bailaron danzas típicas.
El Presidente tuvo su última comida con sus amigos, los presidentes de Brasil, Cuba, Colombia, Chile, Honduras, Guatemala y el primer ministro de Belice.
A las 17:41, con Roberto Rojas, Rojitas, al volante, salió de Palacio Nacional en una camioneta y fue arropado por sus seguidores.
Luego de 50 minutos , tras sortear el tráfico de Tlalpan y escoltado por motocicletas y una ambulancia, llegó al fraccionamiento donde pernoctó el último día de su sexenio.
Curiosamente, López Obrador y Claudia Sheinbaum son vecinos, viven en la misma cuadra y sólo los separa una calle de distancia. Ahora ella residirá en Palacio Nacional.
Tras decir adiós, López Obrador irá hoy al Congreso de la Unión para asistir a la toma de protesta de Claudia Sheinbaum Pardo, primera Presidenta de México.