En la capital del país la vida es más sabrosa para los maestros disidentes que se la pasan chévere entre siestas en pleno Reforma, series en celulares, juegos de azar y raspados. Foto: Berenice Fregoso/ EL UNIVERSAL
En la capital del país la vida es más sabrosa para los maestros disidentes que se la pasan chévere entre siestas en pleno Reforma, series en celulares, juegos de azar y raspados. Foto: Berenice Fregoso/ EL UNIVERSAL

La lucha en el corazón de la capital mexicana de los maestros de la (CNTE) por un aumento salarial de 100% se mantiene desde hace 15 días pero jugando cartas, con cerveza en mano, durmiendo bajo los árboles o viendo un reality show en el celular durante horas, entre s que afectan a miles de personas.

Mientras casi 2 millones de niños de 12 mil escuelas de educación básica están sin clases, en los plantones diarios los docentes disfrutan de botanas, dulces y cigarros, juegan lotería y poleana, además de visitar plazas comerciales para exigir al la abrogación de la Ley del ISSSTE de 2007 y la derogación de la reforma educativa de 2019.

No hay libros de texto abiertos. No se oyen consignas ni se ven pliegos petitorios, pero sí carteles con consignas de lucha que se convirtieron en techos para el sol, impermeables para la lluvia, colchonetas para dormir o cubiertas para sentarse en el suelo.

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Hay mucha basura en todas las áreas de los asentamientos de la protesta, como bolsas de papas fritas, latas de refresco, envolturas de galletas, vasos y platos desechables, igual que cajas de pizza que, tras levantar el plantón, se quedan en las avenidas. “Todas las luchas por mejores condiciones de trabajo digno son válidas; sin embargo, el gremio magisterial se ha vendido por proteger sus intereses, han formado grupos de choque para partidos políticos y candidatos que han jodido a la clase trabajadora cuando ellos mismos y sus familias también pertenecen a ella [la clase trabajadora]”, opinó Alfredo Herrera, estudiante de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), que ayer perdió otra vez el Metrobús para llegar a sus prácticas profesionales.

El joven de 23 años es de los menos afectados. Él mismo lo considera así, pues entre los más perjudicados destacan adultos mayores que esquivan los amarres en coladeras y árboles que sostienen las carpas de los centistas o personas en silla de ruedas, muletas, embarazadas, madres con carriolas y otros peatones vulnerables.

Horacio Alcántara, un discapacitado por complicaciones graves al padecer pie diabético, caminó desde la Diana Cazadora hasta la Embajada de Estados Unidos para llegar a tiempo a una cita médica sobre la calle Río Rhin, que fue bloqueada desde las 10 de la mañana.

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Para la una de la tarde, cuando el señor Alcántara iba de regreso a su hogar, ya no soportaba el dolor de talón y rodilla derivado del cansancio: “No puede ser esto. Qué nivel de egoísmo. No puede ser que nos afecten así a los que no tenemos culpa en el conflicto”, lamentó.

La Línea 7 del Metrobús, que corre desde Garibaldi hasta Campo Marte, dejó de funcionar desde las 10:00 hasta las 15:00 horas debido a los bloqueos. También parte de la Línea 1, de Indios Verdes a El Caminero, mismas que dejaron varadas a cientos de personas que corrían entre el cruce de Insurgentes y Reforma para encontrar alternativas de transporte.

“¡Si no hay solución, mantenemos el plantón!”, gritaban los maestros entre rostros de hartazgo y molestia de estudiantes, doctores y trabajadoras que caminaban con tacones. Más adelante, en la glorieta de los Desaparecidos, una profesora oaxaqueña, integrante de la CNTE, se desmayó debido al cansancio, el calor y una crisis de ansiedad derivada de las movilizaciones diarias de sus compañeros.

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Aunque el grupo no permitía el paso de ningún vehículo, ni siquiera ambulancias, bomberos o patrullas, aceptaron la entrada de un servicio de emergencias perteneciente a una institución privada, que recogió en mal estado de salud a la maestra.

Al respecto, otros docentes que al llegar a las movilizaciones y antes de irse pasan lista, se quejaron, con comentarios discretos, de las condiciones que les imponen sus líderes, quienes “los tienen en el calor sentados todo el día”.

Cada media hora, un nuevo grupo de 10 a 30 centistas renueva las guardias de los bloqueos. Los demás permanecen a los costados en búsqueda de un lugar para resguardarse del sol, un cargador para continuar viendo series en Facebook o en TikTok en su celular, comprando raspados, helados y vasos de fruta, o simplemengte jugando apuestas.

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“¡Les pedimos respeto a nuestra protesta, así como nosotros los respetamos a ustedes. No los afectamos, se puede ir por otra calle!”, gritó un maestra a un conductor cuando la increpó tras quedar atrapado junto a su madre, de la tercera edad, casi al inicio de la protesta, en el cruce de Paseo de la Reforma a la altura de la Diana Cazadora.

Luego decidieron cerrar también Florencia y Río Mississipi, acto que dañó a más automóviles, motocicletas y bicicletas que estaban circulando en sentido contrario con permiso de la policía de tránsito.

A las 14:30 horas, una llovizna leve hizo a los profesores levantar su plantón. No se llevaron su basura. No se fueron gritando consignas. Recogieron sus cartas, sus libros de crucigramas, se despertaron y llegaron a seguir descansando en el plantón del Zócalo.

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