Ante el panorama de desapariciones forzadas en nuestro país, entre madres y padres de familia el suplicio de los familiares buscadores no es desconocido.
Poco o mucho, la mayoría conocen y reconocen la labor incansable y heroica que éstos realizan para encontrar a sus hijos, a quienes buscan entre la tierra y los escombros esperando hallar una pista, una señal que les devuelva la esperanza o el cuerpo de sus seres queridos.
Solidaridad y empatía por el dolor que provoca perder un hijo es un sentimiento que estos padres y madres comprenden, pero que, indudablemente, no desean compartir.
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Admiran su resistencia frente a la corrupción y la impunidad, su resiliencia para buscar y no encontrar. Respetan su lucha y confían en que algún día puedan encontrar a quienes buscan para que ello les dé la paz que merecen.
Aunque nunca había pensado qué haría si le desaparecieran a alguno de sus hijos, Lulú, una madre capitalina, responde sin vacilar: “Haría lo mismo que ellas, buscar de la manera que sea”.
No obstante, considera, la labor de padres y madres buscadores es compleja “porque es un constante buscar y buscar y no encontrar”.
Ante ello, critica el insuficiente apoyo del gobierno, tanto a nivel municipal como estatal y federal para los colectivos de personas buscadoras y porque, pese a las recientes acciones desplegadas por el gobierno de la presidenta Claudia Sheinbaum Pardo para atender la crisis de desaparecidos, Lulú dice que “nada más son palabras, faltan los hechos”.
A las madres y padres buscadores les pide no desistir en su lucha y recalca con contundencia: “En el país las madres estamos con ellas. No tenemos un ser querido desaparecido, pero sólo de imaginarlo estamos con ellas”, subraya.
Para Sofi, el trabajo de las madres buscadoras es “agobiante y desesperante, porque no saben a dónde buscar, a dónde ir, no saben nada”. Piensa que si algún día llegara a estar en su situación “me desgarraría, me moriría. También estaría desesperada buscando y preguntando”, afirma a este diario.
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Por ello, lamenta los asesinatos cometidos contra ellas, “porque son muy injustos, sólo están buscando a sus hijos y que les corten el saber, el poder encontrarlos, es horrible”.
Además, acusa que el apoyo de las autoridades gubernamentales es insuficiente: “Son esas las que deberían poner manos a la obra y empezar a buscar. No es justo que ellas solas lo hagan y no tengan ningún apoyo”, enfatiza.
En comparación con otras madres, Perla, mamá de un niño de cuatro años, sí ha pensado en qué haría si le desaparecieran a su hijo. Sin titubear, asegura: “Como ellas, buscaría hasta por debajo de las piedras con tal de encontrar a mi hijo”.
Para Perla, la labor que realizan madres y padres buscadores “es de admirar (...) porque su dolor, su esperanza por encontrar a sus hijos los lleva a hacer lo que sea para encontrarlos”.
Como otras madres, rechaza a aquellos que desde el poder desvalorizan su lucha y coincide en que “es una injusticia que ellas se tengan que exponer a situaciones así porque el gobierno no hace lo que le toca y lo tienen que hacer ellas”; por eso, llama a “ser solidarios con ellas, pues mientras seamos más, mucho mejor”.
En contraste, Jorge es un padre que nunca ha pensado ni quiere pensar en qué haría si le desaparecieran un hijo, pero, afirma, “haría exactamente lo mismo que las madres buscadoras hacen y me uniría a grupos de búsqueda para encontrar a mis hijos”.
Aunque destaca la importancia de la labor de los grupos de personas buscadores, reclama que “es algo que ellas no deberían estar realizando, porque las autoridades son quienes deberían de hacerse cargo de esas funciones”.
Para Jorge resulta triste que, pese a las reuniones recientes de madres y padres buscadores con autoridades de la Secretaría de Gobernación, “sean los colectivos quienes busquen acercamientos con las autoridades y no éstas para con las víctimas”.
Al gobierno le exige dejar de criminalizar y señalar “a quienes sólo quieren encontrar a sus hijos”, y a las madres y padres buscadores les dice que “no paren, no descansen, sigan adelante, buscando, sigan haciendo ruido para que esas voces se alcen y sean escuchadas”.
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Eugenia, aunque no es madre, entiende el dolor que provoca la desaparición de un hijo, “porque es algo que les frustra la vida, no vives plenamente tu vida por estar pensando en ese hijo e incluso llegan a morir por ellos”, destaca.
Ante el “martirio”, reprocha que después de sufrir la pérdida de sus hijos las madres buscadoras todavía sean víctimas de asesinatos y agresiones, “cuando lo único que quieren es justicia para sus hijos”.
Sumado a ello, condena la politización y la minimización de su lucha por parte de los políticos, “porque ellas sólo desean encontrar a sus hijos y deberían tener el apoyo”.
Ante las recientes reuniones entre colectivos de personas buscadoras y la Secretaría de Gobernación, Eugenia es tajante: “Nada será suficiente para ayudarlas, pero lo mejor sería que estas reuniones no fueran necesarias y que las desapariciones no ocurrieran”.