Cinco años han pasado desde que el mundo se paralizó ante la crisis sanitaria más grande de los tiempos recientes: el Covid-19. La expansión del virus SARS-CoV-2 transformó radicalmente las vidas de las personas, desde el confinamiento prolongado hasta provocar alteraciones, algunas veces irreversibles, en la salud.

En marzo de 2020, el gobierno de México emitió diversas recomendaciones para prevenir los contagios, una de ellas fue el uso del cubrebocas. Ante la repentina demanda de este insumo, en la Ciudad de México se creó la Fábrica de Mascarillas de Protección y Alta Eficiencia N95.

El proyecto fue desarrollado por 25 trabajadores a cargo de Alejandro Ramírez Reivich, ingeniero del Centro de Diseño Mecánico e Innovación Tecnológica de la Facultad de Ingeniería de la UNAM, quienes lograron producir 80 piezas por minuto y hasta 40 mil ejemplares por día.

En 2020, ante la expansión del virus SARS-CoV-2, en la fábrica mexicana de mascarillas se llegaron a producir 80 piezas por minuto y hasta 40 mil ejemplares por día. Foto: Yaretzy M. Osnaya / EL UNIVERSAL
En 2020, ante la expansión del virus SARS-CoV-2, en la fábrica mexicana de mascarillas se llegaron a producir 80 piezas por minuto y hasta 40 mil ejemplares por día. Foto: Yaretzy M. Osnaya / EL UNIVERSAL

La fábrica se construyó desde cero en una bodega ubicada en Xochimilco en cinco semanas, mientras que el diseño de las mascarillas N95 se desarrolló en tres. El mayor desafío fue arriesgar la salud de las personas involucradas para cumplir con la encomienda. Ramírez Reivich habló para EL UNIVERSAL de los retos del proyecto que distribuyó cubrebocas a personal del sector Salud en tiempo récord.

“Contar con una máquina 100% automática, por el tiempo, era prácticamente imposible, por lo que tuvimos que desarrollar sistemas a los cuales definimos como semiautomáticos y tenían que ser manejados por personas; sin embargo, nos encontrábamos en el ambiente pandémico y debíamos trabajar bajo las condiciones correctas. Esa fue una de las mayores dificultades”, destacó el ingeniero.

Pese a los obstáculos, las mascarillas N95 cumplieron con certificados oficiales y normas tanto internacionales como mexicanas, además de todos los requisitos que la Cofepris solicitó.

Ramírez resaltó que para este proyecto se escogió a un joven emprendedor con experiencia en desarrollo de filtros para áreas quirúrgicas, Antonio Altamirano, quien es Director Comercial de la marca Alta Tecnología en Filtración de Aire (ATFIL), empresa que colaboró en el proceso de manufactura de las mascarillas N95.

“Fue muy emocionante porque el proceso de construcción, desarrollo y diseño del producto fue muy rápido. Llegué a dormir tres horas por seis semanas para elaborar los procesos, el empaque, incluso las certificaciones para adaptar los productos a los sistemas de calidad”, explicó Altamirano en entrevista.

Sin embargo, su tarea también le trajo dificultades en su vida cotidiana. “No me podía acercar a mi familia, yo iba y les pedía que se alejaran de mí, que comieran en el otro lado de la mesa porque no podía acercarme a ellos, incluso, deje de ir cuando ya estaban los picos de la pandemia muy fuertes”, dijo el emprendedor.

“La pandemia nos enseñó a trabajar de manera diferente, a construir y diseñar con el mismo esfuerzo y trabajo bajo condiciones nunca antes vistas”, puntualizó Alejandro Ramírez Reivich.

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