El confinamiento de dos años causado por la pandemia de Covid-19 tuvo impactos importantes en los indicadores de la calidad de vida de los adolescentes, incluida la calidad del sueño, aseguró Selenne Verde Tinoco, especialista en salud laboral y medicina del sueño en la Clínica de Trastornos del Sueño de la UNAM.
Explicó que antes de la pandemia, los adolescentes estaban acostumbrados a una rutina específica en la que despertaban temprano para acudir a la escuela, realizar sus labores cotidianas de manera regular y dormirse temprano. Sin embargo, la pandemia rompió esta cotidianidad.
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Durante el confinamiento, los estudiantes experimentaron diversos factores que afectaron su estado de ánimo, como mal humor y cambios en sus patrones de sueño. También enfrentaron presiones por la pérdida de familiares, amigos y conocidos, así como la interrupción de su rutina escolar, lo que les impidió interactuar con compañeros y profesores, afectando su entorno cotidiano.
Confinamiento provoca un estilo de vida sedentario
La pandemia, abundó la académica universitaria, también generó una ruptura en la sincronía de sus hábitos, lo que se tradujo en un deterioro de su calidad de vida. Algunos indicadores de este deterioro incluyen sobrepeso u obesidad, resultado de haber dejado de hacer ejercicio o no asistir a clases de educación física. La falta de traslados de casa a la escuela y viceversa contribuyó a un estilo de vida sedentario y afectó la calidad del sueño de los estudiantes.
“Hubo cambios importantes en los aspectos cognitivos de los jóvenes, como estar poco atentos o distraídos durante la jornada escolar o quedarse dormidos en diferentes momentos del día, independientemente del tiempo que hayan dormido en la noche”, explicó.
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Además, durante los fines de semana, los adolescentes se acostumbran a dormir y despertar tarde, lo que retrasa la fase del sueño profundo, un factor crucial para la consolidación de la memoria.
“Los fines de semana tenemos adolescentes que se quedan dormidos muy tarde y se despiertan también muy tarde, con lo que van retrasando la fase del sueño profundo, factor predominante para la consolidación de la memoria”.
Sostuvo que los adolescentes son especialmente vulnerables a los trastornos del sueño, debido a que su forma de vida puede influir directamente en la calidad de su sueño.
Sobrepeso y problemas respiratorios, consecuencias de trastornos de sueño
La académica expuso que entre los principales trastornos del sueño se encuentran el insomnio y la fase retrasada de sueño. Esto significa que los adolescentes se van a dormir tarde y tratarán de compensar ese sueño despertándose también tarde, explica la investigadora.
Como consecuencia, hay un desplazamiento y reducción en los horarios para alimentarse, realizar actividades deportivas y, en general, para las actividades diurnas. Los adolescentes que se duermen tarde también se levantarán tarde, lo que alterará sus horarios de alimentación y vida diurna en general.
“Las principales consecuencias de estos trastornos del dormir son que estos adolescentes tienden a estar irritables y sufren de deterioro cognitivo escolar y un bajo desempeño diurno; los que no realizan alguna actividad deportiva son más propensos a desarrollar sobrepeso y, por ende, trastornos respiratorios, como ronquido y pausas respiratorias”.
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Indicó que es fundamental que los padres de familia estén alerta a ciertos síntomas en sus hijos adolescentes. Si notan un bajo rendimiento escolar, distracción fácil, mal humor, horarios irregulares para dormir, cambios en el estado de ánimo o incluso ronquidos, es esencial realizar una evaluación integral en una consulta clínica para diagnosticar o descartar alteraciones en el sueño.
“El ronquido y las pausas respiratorias en el dormir, conocidas como síndrome de apnea obstructiva del sueño, están entre los principales trastornos del sueño en la población”, explica la académica de la UNAM. “Estas patologías del dormir tienen un diagnóstico, un tratamiento y un control si son tratadas por un especialista en medicina del sueño en una consulta integral en la que se evalúan ciertos hábitos de sueño, así como ciertas conductas antes y después de dormir”.
Establecer una rutina nocturna para un sueño reparador
Verde Tinoco precisó que el tiempo promedio que debe dormir un adolescente es entre ocho y diez horas. Después de un sueño reparador, deberían despertarse listos para iniciar su jornada diurna”. Para lograr esto, es esencial establecer una rutina de sueño que incluya:
- Reducir la luz en la habitación al menos una hora antes de dormir.
- Dejar de usar el celular entre una hora y media y dos horas antes de acostarse.
- Utilizar el dormitorio solo para descansar, evitando leer o comer en él.
- Evitar el uso del teléfono mientras se está acostado.
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Además, los adolescentes deben abstenerse de consumir sustancias estimulantes del sistema nervioso central, como refrescos de cola, tabaco y alcohol. En el caso de las bebidas energizantes, no deben consumirlas antes de dormir, ya que retrasan el inicio del sueño, impidiendo un descanso adecuado.
Con un horario para dormir, tendríamos la continuidad que se busca en la arquitectura de sueño, ya que la última secreción de la melatonina ocurre entre las cuatro y cinco de la mañana, y la última fase de sueño durante la que soñamos ocurre alrededor de las cinco a las seis de la mañana”, explicó la académica de la Clínica de Trastornos del Sueño de la UNAM.
Y es que detalló que el sueño es fundamental para el crecimiento y desarrollo de los adolescentes, ya que durante el descanso se generan hormonas importantes. Si se concilian las diferentes etapas del sueño adecuadamente, los jóvenes podrán levantarse con mayor facilidad y estar listos para enfrentar el día.
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