Danna Pamela Zúñiga Rueda, de 22 años, es una entusiasta y artista del tejido. Comenzó a tejer como terapia para combatir la depresión durante la pandemia originada por el Covid-19, pero después le encontró un encanto a tener estambre entre los dedos.
Nudos unidos entre sí, patrones complejos de tejido, hilos acomodados hasta que el arte empieza a emerger. A eso se dedica, a convertir los metros de estambre en figuras que prácticamente tienen vida.
El sentimiento de haber hecho una figura con sus propias manos es la chispa que encendió el interés de Danna a dedicarse más a fondo al tejido. Aprendió gracias a los consejos que le proporcionó su abuela, Gina, quien también teje.
“Mi abuelita me empezó a enseñar lo básico y me compartió revistas de tejido con las que poco a poco fui aprendiendo. Después empecé a ver tutoriales hasta que me animé a crear mi propia técnica con la que actualmente tejo”, comenta Danna Zúñiga.
Tanto fue su amor por el tejido que decidió que, con perseverancia, creatividad y constante perfeccionamiento, podría iniciar un negocio con sus figuras. Es por ello que comenzó a vender sus creaciones en la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM, institución donde estudia Ciencias de la Comunicación.
Compaginar sus estudios con el tejido no fue una labor sencilla, ya que tejer es una actividad que lleva horas de esfuerzo, así como que representa un desgaste físico y mental. Sin embargo, ella logró paulatinamente administrar su tiempo y mejorar su proceso de trabajo.
“Hay veces que terminaba odiando el tejido, porque lo hacía con presión. Pero ahora lo hago tranquila y con amor, porque sé que estoy casada con el tejido”, reflexiona Danna.