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San José.— Con los nombres de masacre y perejil en su memoria común de los últimos 86 años, Haití y República Dominicana agravaron este mes su tirantez militar por la decisión haitiana de canalizar el fronterizo río Masacre, en el sector norte de su límite con territorio dominicano, en un hecho que confirmó que ambos países siameses insulares están cada vez más distantes o separados pese a su unidad geográfica.
Aunque las fuerzas militares y de seguridad de las dos naciones mantienen abierta su comunicación, persiste el riesgo de que en la zona estalle la violencia y se encienda una chispa que podría ocasionar un enfrentamiento bilateral de consecuencias imprevisibles.
En un nuevo episodio del abultado expediente de choques entre Santo Domingo y Puerto Príncipe, la crisis subió de tono el 14 de este mes cuando el presidente de República Dominicana, Luis Abinader, ordenó el cierre de las fronteras aéreas, marítimas y terrestres con Haití desde las 6:00 horas del día 15 y añadió un factor de tensión a un escenario que se caracterizó por su perenne fragilidad.
“Este conflicto es un recordatorio para los haitianos de que tienen un país que construir. Los dominicanos acaban de recordarnos que pueden decidir en cualquier momento no recibirnos más en sus hospitales, en sus universidades y cerrar su espacio aéreo”, afirmó el ambientalista Jean Pharès Jérôme, fundador de Haití Climat, asociación no estatal sobre clima, medio ambiente y desarrollo sostenible de Puerto Príncipe.
“El cierre total y unilateral de las fronteras por parte del gobierno dominicano debe azotar el orgullo de las élites haitianas para que desarrollen otras relaciones con el país. Este no es el primer mensaje que nos envían los dominicanos. Es hora de que aprendamos nuestra lección”, dijo Jérôme a EL UNIVERSAL.
“La población haitiana está dispuesta a pagar un alto precio por la construcción del canal de riego en el río Masacre para regar las tierras agrícolas. La decisión extrema y apresurada (…) de Abinader de cerrar completamente las fronteras entre los dos países es vista por los haitianos como una fuente de motivación, no como un castigo”, recalcó.
El río se convirtió en un eterno y sangriento recordatorio para los dos pueblos desde que, en octubre de 1937, se produjo “la masacre del perejil”, que tiñó de rojo a la vía fluvial que fue bautizada como Masacre por un conflicto colonial entre dos metrópolis —España y Francia— y que sembró de muerte a Haití y República Dominicana.
La matanza de hace casi 86 años atizó rencores y venganzas en una campaña castrense de República Dominicana de exterminio y persecución de haitianos en suelo dominicano. Los militares dominicanos lanzaron cadáveres al río que define la parte norte del límite terrestre de 376 kilómetros de los dos países.
De 9 mil a 20 mil haitianos perecieron en 1937 víctimas de las fuerzas del dictador y generalísimo dominicano Rafael Leónidas Trujillo, asesinado en 1961 tras gobernar desde 1930 en una parte de una isla sobre el mar Caribe con un turbio historial de inestabilidad.
El apelativo de perejil surgió porque las tropas dominicanas, para evitar confusiones entre la población negra y mulata y diferenciar a una persona oriunda de República Dominicana de una de Haití, recurrieron a una vía fonética: por pronunciación en creole de origen francés, los haitianos fueron fácilmente detectados al decir perejil.
Las pugnas limítrofes con sus vecinos del este se sumaron a la honda parálisis institucional y política en la que Haití cayó al menos desde que el presidente haitiano, Jovenel Moïse, fue asesinado por mercenarios colombianos en Puerto Príncipe en julio de 2021. En un generalizado desgaste, más de 160 pandillas en Haití con miles de infantes, adolescentes, jóvenes y adultos alimentaron la inseguridad, la violencia y la corrupción en zonas urbanas y rurales con homicidios, ejecuciones extrajudiciales, sobornos, secuestros, abuso sexual, trata de personas, robos, reclutamiento de menores y contrabando de armas y drogas.
Fuerza multinacional
En el contexto del pleito entre República Dominicana y Haití, la Organización de Naciones Unidas (ONU) intensificó la semana pasada las negociaciones para que una fuerza multinacional se despliegue este año en suelo haitiano para atacar la inseguridad y sus efectos socioeconómicos, políticos e institucionales. Un acuerdo mundial podría adoptarse esta semana, según fuentes diplomáticas en Haití.
El primer ministro de Haití, Ariel Henry, advirtió el viernes anterior en la Asamblea General de la ONU, en Nueva York, que su gobierno tampoco renunciará a sus derechos soberanos en el Masacre y que jamás retrocederá en sus planes de canalizarlo para promover su uso con fines de desarrollo regional.
Al aclarar que “Haití no está en guerra con nadie” y que el diferendo generó un “malestar innecesario” entre países “que comparten” la isla de La Española, Henry ratificó el “derecho soberano para el pueblo haitiano a utilizar los recursos hídricos binacionales”, como hace Dominicana, “y reclama una distribución equitativa de las aguas de este río”.
En el mismo foro, Abinader planteó el miércoles pasado que “un pequeño grupo de particulares haitianos ha retomado la construcción de un canal ilegal en territorio haitiano para extraer agua” del Masacre o Dajabón, en una maniobra que calificó como unilateral e ilegal que viola los tratados fronterizos, de 1929 y 2021, de los dos países.
Frente a un “acto ilícito internacional”, el gobierno dominicano cerró los pasos fronterizos aéreos, terrestres y marítimos “para garantizar la seguridad y el interés nacional, así como para proteger nuestros ríos, medioambiente y producción agrícola”.
Listín Diario, el principal periódico dominicano, publicó ayer que por “la tensión que reina en estos momentos en el área del canal, se teme que cualquier incitación a agravar el problema podría provocar un enfrentamiento armado”.