Bruselas.— Ucrania no es sólo una nación con abundantes recursos minerales, también con reservas de gas y petróleo suficientes para satisfacer las necesidades energéticas nacionales y de una Europa urgida de fuentes de suministro más cercanas y accesibles.
Sin embargo, las oportunidades de exploración y exportación del energético ucraniano se han visto limitadas por políticas gubernamentales de antaño y profundizadas por la agresión armada iniciada por Rusia hace tres años.
Barreras innecesarias al comercio han entorpecido el acceso al mercado a empresas privadas y extranjeras, mientras que las instalaciones energéticas han sido blanco de oleadas de ataques rusos coordinados de largo alcance y gran escala, principalmente en fechas previas al periodo invernal, cuando los termómetros bajan a temperaturas muy frías.

Las actividades de los principales yacimientos de exploración y extracción de hidrocarburos además se encuentran perturbadas al ubicarse en zonas ocupadas por las fuerzas rusas, en la línea del frente y puntos de constante intercambio de artillería y operaciones de sabotaje realizadas por ambos bandos.
Precisamente por la relevancia en minerales críticos y otros recursos valiosos, existe la suspicacia sobre las verdaderas intenciones del plan de paz para Ucrania por parte del presidente estadounidense Donald Trump, quien ha demostrado en su segundo mandato que abordará las cuestiones diplomáticas con un enfoque empresarial que persigue el objetivo de ser él quien gane en la transacción.
La seguridad en el mar Negro, zona de relevancia en hidrocarburos, y el alto al fuego en infraestructuras energéticas han dominado las discusiones entre Trump y sus homólogos de Rusia y Ucrania, Vladimir Putin y Volodimir Zelensky, así como los trabajos de Washington como mediador entre ambos bandos en Riad, la capital saudita.
Trump obtuvo en su llamada de dos horas con Putin, el 18 de marzo, un alto el fuego por 30 días en infraestructuras energéticas, compromiso hasta ahora incumplido. De la presión ejercida a Zelensky, el mandatario estadounidense ha conseguido un pacto que consistiría en un fondo de inversión de propiedad conjunta al que Ucrania se compromete a destinar 50% de los ingresos obtenidos por futuras actividades.
Gracelin Baskaran y Meredith Schwartz, del Center for Strategic and International Studies (CSIS), señalan que el acuerdo con Ucrania contempla el futuro acceso conjunto a yacimientos de minerales, petróleo, gas natural y otras infraestructuras relevantes.
“Los recursos del fondo volverán a invertirse en proyectos en Ucrania para seguir desarrollando activos como yacimientos minerales, petróleo, gas natural, infraestructuras y puertos. Las inversiones pretenden estimular el interés del sector privado. La respuesta de la industria privada es clave para el éxito del fondo y determinará cuánto beneficio obtiene Estados Unidos”, subrayan las estudiosas en un análisis sobre acceso a minerales críticos.
De acuerdo con la Agencia para el Comercio Internacional de Estados Unidos, Ucrania dispone de enormes recursos naturales para satisfacer las necesidades nacionales de producción de petróleo y gas. Se cree que el país posee las segundas mayores reservas de gas de Europa, unos 900 mil millones de metros cúbicos. También cuenta con las mayores instalaciones de almacenamiento de gas del continente y un extenso sistema de ductos para el transporte de petróleo y gas.
Tres regiones concentran la mayoría de los recursos de hidrocarburos: la cuenca de Dnipró-Donetsk, localizada en la línea del frente este y blanco de intensos intercambios de artillería; en los Cárpatos ucranianos, al oeste del país, en la cordillera de montes vecinos de Rumania; la península de Crimea, ocupada desde 2014 por Rusia y la región del mar Negro, ruta estratégica para el comercio y la navegación marítima.
Previo a la invasión rusa, la cuenca de Dnipró-Donetsk era una importante región productora de gas y petróleo: concentraba 90% de la producción nacional, la cual consistía en 89% gas natural, 7.9% petróleo y 3% gas condensado. Había más de 5 mil pozos en producción y por lo menos, usando nuevas tecnologías, existía el potencial de rehabilitar al menos mil yacimientos cerrados.
Las empresas estatales PJSC UkrGasVydobuvannya y PJSC Ukrnafta ocupaban una posición dominante, representaban 74% y 5% de la producción nacional; otras seis empresas privadas ucranianas producían 18% y 3%, y el restante de 45% pequeños productores privados.
La agencia perteneciente al Departamento de Comercio de EU señala que las principales oportunidades de negocio están en el gas natural, cuyas fuentes más lucrativas se encuentran por debajo de los 5 mil metros.
A pesar de tener una riqueza envidiable, por ineficiencia, centralización, infraestructura obsoleta heredada de la era soviética, barreras no comerciales y falta de inversión, Ucrania dependía en gran medida de las importaciones para satisfacer sus necesidades energéticas: importaba 31% del gas usado, 48% del carbón y 84.5% del petróleo.
El Banco Mundial estimó en febrero de 2023 los daños totales causados por la agresión rusa a la infraestructura eléctrica, de gas, de calefacción y minería en 10 mil 600 millones de dólares, equivalente a 5.3% del PIB de 2021.
Las necesidades estimadas de reconstrucción serán mucho mayores que el valor de los daños. El Vienna Institute for International Economic Studies (WIIW por sus siglas en alemán) calcula que se necesitarán 41 mil 300 millones de dólares, de los cuales 3 mil millones para la reconstrucción de las refinerías de petróleo y 2 mil para la rehabilitación del sistema de transporte de gas.
No obstante el nubarrón de la guerra, hay un lado positivo. La devastación de la infraestructura ha obligado a Ucrania a una especie de “descarbonización acelerada”, dejándola bien posicionada para convertirse en la Texas de Europa. El estado de la estrella solitaria produce 0% del petróleo de la Unión Americana y es líder nacional en la generación de energía renovable, por delante de California.
“Al adoptar un enfoque prospectivo que aproveche la experiencia, la tecnología y la inversión estadounidenses, Ucrania puede reinventarse en una potencia energética, siguiendo el ejemplo de Texas”, exponen en un artículo Andrew Favorov, cofundador del Consejo Empresarial para el Futuro de Ucrania, y Oleksandr Kharchenko, director del Centro de Investigación de la Industria Energética de Ucrania.
“En los próximos años, Ucrania puede desempeñar un papel clave en los esfuerzos para mejorar la seguridad y la conectividad energética europea”, opina Nataliya Katser-Buchkovska, antigua legisladora ucraniana, en un texto publicado por el think tank Atlantic Council.
Asegura que para aprovechar al máximo este potencial, Ucrania debería buscar establecer centros multifuncionales de producción y transporte de energía capaces de integrarse con la infraestructura global de gas líquido, hidrógeno y amoniaco verde.
“Mejorar la conectividad entre la infraestructura energética de Ucrania, la Unión Europea, el Reino Unido y Estados Unidos, fortalecería la seguridad energética general y considerablemente el sistema energético europeo”, detalla.
Pero generar las condiciones propicias para la explotación de los recursos ucranianos, requerirá más que el acuerdo entre Zelensky y el inquilino de la Casa Blanca.
El CSIS señala que las empresas se mostrarán reacias a realizar inversiones a largo plazo mientras prevalezca el riesgo de inseguridad, al tratarse de proyectos costosos con resultados a largo plazo; tan solo una mina puede operar más de 50 años: “La confianza en la estabilidad política y económica de una jurisdicción es crucial, dada la magnitud y la longevidad de la inversión. La ausencia de garantías de seguridad [Estados Unidos ha precisado que no enviará tropas para resguardar la paz] en el acuerdo bilateral complica aún más la situación”, indican Baskaran y Schwartz.
“Si bien Trump, Putin y Zelensky podrían llegar a un acuerdo de paz, seguirá la amenaza de un conflicto mayor y de la expropiación de tierras dada la naturaleza de larga data del conflicto”, expresan.
La guerra entre Rusia y Ucrania, comenzó hace 11 años, tras la “Revolución de Maidán” en Ucrania y la anexión unilateral de Crimea a principios de 2014.