Miami.— El presidente estadounidense, , juega un partido de alto riesgo contra la (Fed), dicen analistas.

Desde su primer mandato, el magnate ha dejado claro que considera a la Fed no como un árbitro independiente de la política monetaria, sino como una herramienta que debería alinearse con su visión económica y política.

Su objetivo, expresado abiertamente, es transformar la institución quitando de en medio a quienes no comparten su enfoque. Durante su primer mandato, calificó a Jerome Powell, a quien él mismo nombró, como “un tonto” y “una persona mentalmente muy mediocre”.

Powell ha defendido la independencia de la institución con un discurso sobrio, pero firme. La confrontación escaló cuando Trump dirigió sus ataques a otros miembros de la Junta. El caso más reciente es el de Lisa Cook, primera mujer afroestadounidense en ocupar un asiento en el organismo. Trump la acusó de “fraude hipotecario” y firmó una orden ejecutiva invocando la Federal Reserve Act y disposiciones constitucionales para justificar su remoción. Cook respondió con contundencia que “el presidente no tiene autoridad para destituirme sin causa justificada”, y anunció que impugnaría la medida en tribunales.

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Trump impulsó la nominación de Stephen Miran, un asesor económico cercano, con el objetivo de inclinar las decisiones hacia recortes agresivos de tasas.

El marco legal es claro, ni Powell ni Cook pueden ser removidos por un simple desacuerdo político. La “causa justificada” exige pruebas de mala conducta o incumplimiento grave de deberes; sin embargo, “un presidente decidido puede explorar vías indirectas, como reinterpretar el concepto de causa, intensificar la presión a través de los medios para forzar algunas renuncias o promover reformas legislativas que modifiquen la estructura de la Fed”, explica el economista Iván Jiménez a EL UNIVERSAL. Con un Congreso alineado, estas reformas podrían aprobarse, aunque a costa de un terremoto político y financiero.

La posibilidad de una emergencia nacional añade otra capa de complejidad. Bajo el National Emergencies Act, el presidente adquiere poderes extraordinarios, pero no existe una base legal clara para usar esa condición como vía para ignorar las protecciones de la Federal Reserve Act. Aun así, en un clima de crisis, “Trump podría intentar vincular la política monetaria con la seguridad nacional, argumentando que las decisiones de la Fed amenazan la estabilidad económica del país”, advierte Jiménez. En ese contexto, la presión política podría intensificarse y la resistencia institucional debilitarse.

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En este escenario, la probabilidad de una destitución directa seguiría siendo baja, pero la de una renuncia forzada o de una reconfiguración indirecta de la Junta aumentaría.

Analistas y líderes internacionales han advertido sobre los riesgos de politizar la Fed. Christine Lagarde, presidenta del Banco Central Europeo, afirmó que “socavar la independencia de un banco central desencadenaría disfunción económica” y que esa independencia es “críticamente importante” para la estabilidad de un país. Más de 450 economistas, incluidos Premios Nobel, firmaron una carta alertando que “las amenazas de destitución y acusaciones sin pruebas socavan la confianza en la institución”.

“Hasta ahora, la independencia del banco central ha resistido gracias a una combinación de normas jurídicas, una resistencia interna y la presión de los mercados, los cuales reaccionan con nerviosismo ante cualquier señal de injerencia política”, explica el economista.

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Trump ha dejado claro que ve la política monetaria como un instrumento más de su agenda económica. “El sueño de Trump es colocar a aliados en puestos clave [de la Fed] y desplazar a quienes considera un obstáculo”, asegura Jiménez.

“Lo cierto es que se trata de un camino casi imposible de lograr, porque las instituciones, el Congreso y los tribunales mantendrán un muro para seguir conteniendo toda esa presión contra ellos”, añade.

Ayer, Trump informó que su lista de posibles candidatos a la presidencia de la Reserva Federal se ha reducido a tres personas. Trump se burló de Kevin Hassett, actual director del Consejo Económico Nacional, como uno de los tres candidatos. En última instancia, lo que está en juego no es sólo quién fija las tasas de interés, sino el principio de que la política monetaria debe estar blindada frente a los vaivenes del poder político. “Debemos estar conscientes que la Fed fue diseñada para tomar decisiones impopulares cuando son necesarias para la estabilidad de largo plazo de la economía [estadounidense]. Si esa capacidad se lastima, el costo no se va a medir sólo en puntos de inflación o décimas de crecimiento, sino en la pérdida de confianza en uno de los pilares del sistema económico global”, subraya el economista.

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“Tendrá que haber un desenlace que definirá no sólo el futuro de la política monetaria de este país, pero también la credibilidad de las instituciones que, en teoría, están diseñadas para resistir, incluso, el poder del mismísimo Trump”, señala el experto.

“Para aliados y socios comerciales, esto erosiona la confianza en la previsión de una política monetaria estadounidense, que sirve de referencia para tasas, reservas y contratos globales”, dice Jiménez.

Adicionalmente para rivales estratégicos, como China o Rusia, es una señal de que la base institucional de Estados Unidos puede ser más vulnerable a la captura política de lo que se admitía, abriendo la puerta a que la política monetaria se utilice como herramienta de poder interno y externo.

Pero en los mercados internacionales, el mensaje es doble: por un lado, el riesgo de que las decisiones de tasas respondan a objetivos políticos y no a criterios técnicos; por otro, el precedente de que incluso en Estados Unidos un banco central puede ser objeto de presión presidencial, lo que podría legitimar intervenciones similares en otros países. “Para las economías emergentes, que dependen de la estabilidad del dólar para sus reservas y su deuda externa, la politización de la Fed implicaría un riesgo de salidas de capital, depreciaciones abruptas y crisis financieras”, advierte el economista Iván Jiménez. En el plano diplomático, también se debilita la autoridad de Washington para exigir independencia monetaria en el extranjero.

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