Bruselas.— Los líderes del grupo de las democracias más avanzadas, el G7, se reunirán a partir del domingo en Kananaskis, un boscoso valle localizado en el sur de la provincia canadiense de Alberta.
Será la segunda reunión de alto nivel que se celebre en el oeste de Canadá, aunque a diferencia del encuentro de junio de 2002, en esta ocasión no contará con la participación de Rusia, expulsada del prestigioso grupo en 2014 en represalia por la anexión unilateral de la provincia ucraniana de Crimea.
En papel, Kananaskis es el destino idóneo para que los líderes de Alemania, Francia, Italia, Japón, Reino Unido, Estados Unidos y Canadá dialoguen para alcanzar una posición común sobre cuestiones fundamentales como el comercio, el clima, la inteligencia artificial y la guerra en Ucrania.
Sin embargo, con un inquilino en la Casa Blanca empeñado en utilizar la confrontación y el “poder duro estadounidense” para su propio éxito, lo que pudiera ser un armonioso paseo de campo entre camaradas, podría terminar en una salida a provincia de pesadilla.
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Ese será el gran reto del recién electo premier canadiense, Mark Carney, evitar un enfrentamiento entre el presidente estadounidense Donald Trump y el resto de los integrantes. “La cumbre de junio es la mayor y más grande prueba pública para la unidad occidental registrada en cualquier otro momento de la historia reciente”, resume Samir Puri, director del Global Governance and Security Centre, proyecto creado por el Instituto Real de Relaciones Internacionales Chatham House.
Son múltiples los temas que aparecen en la agenda con potencial de enrarecer las conversaciones. Están las preocupaciones sobre el comercio mundial. Tan sólo a la Unión Europea, Trump le ha impuesto aranceles de 50% sobre las ventas de acero y aluminio, de 25% sobre los automóviles y de 10% sobre la mayoría de los demás bienes.
“Canadá tiene la oportunidad de usar el G7 como plataforma para reforzar las relaciones comerciales y reclamar un compromiso renovado con el comercio basado en normas”, sostiene Ji Yoon Han, de la firma Building Ontario Fund y antigua experta del Instituto de Investigación sobre Políticas Públicas con sede en Montreal.
Aunque “mantener la agenda en mínimos puede redundar en beneficio de Canadá, ya que las tensiones comerciales podrían usurpar cualquier otro punto”.
El acceso a minerales críticos, así como la cooperación en defensa son archivos que inquietan. Trump demanda a los europeos desembolsar más en el rubro militar, quiere elevar el compromiso del gasto en defensa de 2% a 5% del PIB entre los socios de la OTAN, que celebrarán una cumbre en La Haya el 24 y 25 de junio. El magnate estadounidense ha amenazado con no ayudar a los aliados de Estados Unidos que no aumenten su gasto militar.
La situación en Gaza y Ucrania son también foco de tensión. En su reciente visita a la Oficina Oval, el canciller alemán, Friedrich Merz, le dijo a Trump que Europa está del lado de Ucrania y que EU está en una posición fuerte para poner fin a la guerra. El presidente estadounidense respondió comparando a Ucrania y Rusia con “dos niños peleándose en un parque”, y sugiriendo que lo mejor sería dejarlos pelear por un rato. “La actual divergencia entre Estados Unidos y otros países sobre el fin de la guerra en Ucrania exacerbará la tensión en la cumbre”, prevé Puri.
La responsabilidad de llevar la fiesta en paz recaerá en el anfitrión, el premier canadiense, quien no la tiene fácil en casa.
Carney triunfó en las elecciones anticipadas de abril pasado con el apoyo de un electorado dolido por los insultos de Trump, quien en numerosas ocasiones ha sugerido convertir a Canadá en el Estado número 51 de la Unión Americana.
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La última vez que Canadá albergó una ministerial del G7 al más alto nivel fue en 2018 y concluyó como un evento a olvidar. La reunión tronó por desacuerdos sobre los aranceles al acero y el aluminio entre el entonces premier canadiense, Justin Trudeau, y Trump, que ejercía su primer mandato. Trump no firmó la declaración conjunta de la ministerial y optó por el deterioro de las relaciones bilaterales.
El columnista del diario canadiense The Globe and Mail, Doug Saunders, sostiene que el escenario de 2018 está en la mente de Carney y su equipo, y seguramente será algo que buscarán evitar. En Chatham House, los expertos dicen que “no está claro si Carney adoptará un tono más conciliador con Trump o si cederá a la presión interna para enfrentarse a él públicamente”.
A lo largo de las décadas, Canadá ha acogido seis ministeriales. Para esta edición, el gobierno canadiense invitó a Narendra Modi, premier de India y a su homólogo australiano, Anthony Albanese, así como a los presidentes de Ucrania, Volodimir Zelensky; Brasil, Luiz Inácio Lula da Silva; Sudáfrica, Cyril Ramaphosa, y México, Claudia Sheinbaum.
La oficina del jefe de Gobierno canadiense adelantó que las pláticas se centrarán en áreas de interés común como reforzar la paz y la seguridad mundial, estimular el crecimiento económico, mejorar la seguridad energética. La unidad de estudios sobre terrorismo (CTG, por sus siglas en inglés) de la consultora especializada en seguridad y riesgos globales, Paladin 7, advierte que las condiciones geográficas, así como la infraestructura del lugar donde se celebrará la reunión, plantean problemas de seguridad en múltiples dominios.
“Si estas preocupaciones no se abordan adecuadamente, es muy probable que agentes hostiles traten de generar perturbaciones, demoras e impactos en la reputación de los participantes del G7”, señala la evaluación de riesgo elaborada por miembros del CTG, como Jacob Robison.
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