Bruselas.— Apiladas como si estuvieran formando un tipi, una vivienda de los nativos norteamericanos, 100 fueron rociadas con gasolina e incineradas frente a decenas de personas que acudieron al cuartel Gaddafi, en Jinja, para apreciar el espectáculo.

El acto realizado por las Fuerzas Armadas de Uganda en colaboración con la , fue con motivo de la conmemoración de la novena edición del Mes de la Amnistía Africana.

“La destrucción de estas armas recuperadas envía un fuerte mensaje a los criminales de que Uganda sigue firme en promover la paz y la seguridad doméstica y regional”, destacó durante la ceremonia el ministro de Defensa y de Asuntos relativos a los Veteranos de Uganda, Jacob Marksons Oboth.

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El Ministerio de Asuntos del Interior de Uganda estima que unas 32 mil armas de fuego han sido extraídas de distintas comunidades desde el 2000, particularmente en el norte del país y en la región de Rwenzori, zona de pastoreo ganadero y de tensión étnica.

Pero Uganda no es la única nación infestada de armas y municiones portadas y traficadas de manera ilícita.

A escalas distintas y con sus matices, prácticamente todas las naciones de África padecen de este lucrativo y letal fenómeno. De ahí que el investigador Julian Rademeyer, Director para África Oriental y Meridional de la Iniciativa Global contra el Crimen Organizado Transnacional, no se muestre sorprendido del caso que llegó a la Corte de Virginia contra un búlgaro, un keniano, un ugandés y un tanzano que conspiraron para abastecer de armamento al Cártel Jalisco Nueva Generación en un contexto de corrupción y complicidad.

El estudioso afirma que África desempeña un papel de fuente, destino y tránsito en el mercado global de armas ilícitas pequeñas y ligeras.

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“África se distingue por tener un activo mercado ilícito de armas. Algunas son usadas como moneda de cambio en el mundo del hampa, para comprar protección y controlar territorios”, señala Rademeyer.

De acuerdo con información divulgada por la Unión Africana, Naciones Unidas y la organización especializada con sede en Ginebra, Small Arms Survey, unas 40 millones de armas pequeñas circulan por todo el continente, de las cuales alrededor de 80% están en manos de civiles, la gran mayoría fuera de los radares de las fuerzas del Estado.

Desde Cabo de las Agujas, en Sudáfrica, hasta el Sahel, las armas pasan de manos a través de rutas clandestinas controladas por terroristas, bandas delictivas, mercenarios y funcionarios corruptos, alimentando la violencia, la inseguridad, los delitos y las guerras.

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En la región de África Occidental y el Sahel, Burkina Faso, Costa de Marfil, Ghana y Níger se distinguen por comercio circular de armas ilícitas, muchas van a parar a Malí, epicentro de rebeliones e inestabilidad. Aquellas que no permanecen en esta zona, se abren paso a los países costeros en donde son usadas por la delincuencia, así como por grupos terroristas activos en el golfo de Guinea. Alrededor de 11 millones de armas estarían en manos de civiles en la región, la cifra más alta de África.

La Oficina de las Naciones Unidas para África Occidental y el Sahel reportó en 2022 que en el mercado negro de Malí los rifles de asalto tipo AK-47 se comercializan entre 750 y mil 300 dólares, dependiendo de su estado; en Níger, piezas similares cuestan entre mil 200 y 2 mil 500 dólares, en tanto que en Burkina Faso, aproximadamente mil 700 dólares.

En la zona de África central destacan Chad, República Centroafricana y la República Democrática del Congo. En ese foco rojo, el tráfico de armas es una actividad lucrativa que acompaña a todas las formas de contrabando y que alimenta otras actividades ilícitas, desde la violencia de las bandas urbanas hasta la delincuencia organizada transnacional, el terrorismo y el tráfico de drogas.

El ejército ugandés revisa armas entregadas por el Frente Nacional de Rescate, en el distrito de Yumbé, al noroeste de Kampala. Foto: AFP
El ejército ugandés revisa armas entregadas por el Frente Nacional de Rescate, en el distrito de Yumbé, al noroeste de Kampala. Foto: AFP

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Igualmente, hay gran actividad en los Estados de África Oriental, incluyendo Etiopía, Somalia, Uganda, Kenia y Sudán del Sur. De acuerdo con la última estimación, la región es albergue de más de 5.8 millones de armas que cruzan fronteras en operaciones hormiga o a gran escala en vehículos de pasajeros, camiones, motocicletas y a pie.

En entrevista, el experto afirma que Libia ha sido una fuente de tráfico de armas desde 2011, a raíz de la caída del coronel Muamar Gaddafi y el estallido de la guerra civil, aunque esta tendencia parece haberse invertido, muchas armas y municiones están regresando al estado norafricano. Otro punto de origen de las armas son el Ejército y la policía, ya sea mediante la captura en el campo de batalla o el robo de armerías. En la región norte de Malí se estima que entre 60% y 80% de las armas que circulan proceden de arsenales nacionales que fueron blancos de ataques selectivos o la captura de instalaciones.

Un fenómeno similar enfrenta Mozambique, en donde la insurgencia yihadista Ansar Al-Sunna Wa Jamma (ASWJ), también conocida como Al-Shabab, se abastece de armamento por medio de ataques a estaciones de policía y unidades militares.

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La venta a criminales por parte de funcionarios corruptos, el hurto en domicilios privados y el robo a firmas especializadas en seguridad independientes, como ha ocurrido en Sudáfrica, son otras fuentes importantes de suministro.

También llega el armamento del exterior, por ejemplo, hay flujos desde Irán a través de Yemen con destino Sudán, aunque Julian Rademeyer asegura que la mayoría de las armas ilícitas han estado en la región durante décadas, suelen trasladarse de un lugar a otro, y a menudo de una crisis a otra.

Asegura que los modelos tipo AK-47 constituyen el grueso de los fusiles de asalto en movimiento. Proceden principalmente de la era soviética y tienen gran demanda porque son duraderos y eficaces en combate. Advierte que probablemente llegue armamento más sofisticado cuando termine la guerra a gran escala de Rusia contra Ucrania, debido a que una importante cantidad del arsenal disponible intentará llegar a otros conflictos armados.

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El caso en Virginia, Estados Unidos, contra el búlgaro Peter Dimitrov Mirchev y sus asociados, ilustró también que los países africanos pueden ser usados como fachada para facilitar operaciones fraudulentas de armamento.

Mirchev y sus cómplices africanos trataron de explotar las vulnerabilidades de los sistemas, aprovechando la opaca industria armamentista de Bulgaria y la corrupción política en Tanzania para facilitar el acceso a certificados presuntamente legítimos y así satisfacer los requerimientos de los proveedores y reguladores.

El folleto bélico de Mirchev puesto a consideración del cártel mexicano incluía drones, misiles tierra-aire, lanzacohetes, sistemas de defensa antiaérea y hasta tanques T-72M. Las discusiones entre Mirchev y el CJNG consideraban la adquisición de armamento por 58 millones de dólares, incluyendo cuatro cañones automáticos antiaéreos ZU-23.

El uso de imágenes satelitales, la mejora de perfiles de riesgo en las aduanas y el intercambio transfronterizo de información de inteligencia contribuyen a desarticular las rutas de tráfico de armas, aunque los esfuerzos gubernamentales se topan con desafíos arraigados, como los conflictos armados, la proliferación de grupos extremistas, la presencia de milicias y autodefensas, estas últimas armadas por los Estados para defender sus comunidades, pero altamente expuestas al saqueo.

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