Miami.— El presidente estadounidense, Donald Trump, defiende a diestra y siniestra a su equipo, tras estallar el escándalo por el uso de la aplicación Signal para discutir planes para una ofensiva en Yemen. Sin embargo, expertos y exfuncionarios de seguridad advierten sobre el que se ha convertido en uno de los errores de seguridad nacional más graves y surrealistas en la historia reciente de Estados Unidos.
Un error que el periodista Jeffrey Goldberg, editor en jefe de la revista estadounidense The Atlantic, puso al descubierto, tras haber sido agregado por error al chat por el asesor de Seguridad Nacional Michael Waltz, creador del grupo, en el que también se encontraban el secretario de Defensa, Pete Hegseth; el vicepresidente J.D. Vance; la directora nacional de Inteligencia, Tulsi Gabbard, y el enviado especial para Medio Oriente, Steve Witkoff, quien además se encontraba en Rusia, entre otros.
En el chat, el grupo discutió, en tiempo real, los planes para atacar a los hutíes en Yemen; las conversaciones incluían detalles operativos, como la hora exacta del ataque, los objetivos específicos, el tipo de armamento que se emplearía y hasta imágenes satelitales con los blancos marcados.
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Mientras la administración Trump intenta minimizar el hecho, alegando que la información compartida no estaba oficialmente clasificada, expertos en seguridad nacional de EU han reaccionado con alarma, indignación y preocupación estructural ante el escándalo conocido como Signalgate.
El caso ya es objeto de una investigación, al tiempo que los demócratas reclaman que “caigan cabezas”. Leon Panetta, exdirector de la Agencia Central de Inteligencia (CIA) y exsecretario de Defensa, dijo que “alguien debe ser despedido. Si esta información hubiera llegado a manos de un adversario, podría haber revelado inmediatamente a los hutíes en Yemen que estaban a punto de ser atacados”.
En una entrevista, agregó que “una administración que no puede manejar la confidencialidad de sus propias operaciones militares no puede esperar que sus aliados confíen en ella. Esto no fue un error inocente. Es un colapso operacional”, sentenció.
Para muchos, se trata de un error que no resulta una sorpresa, considerando quiénes están al frente del gabinete, como Waltz y Hegseth, figuras de televisión.
Bradley Moss, abogado experto en seguridad nacional estadounidense, señaló que “es difícil creer que la información proporcionada por Hegseth no estuviera clasificada. Los planes militares, armamentos y operaciones, especialmente los detalles previos a la decisión, claramente entran dentro del ámbito de información clasificada”.
Explicó que “lo que se compartió en ese grupo tiene todas las características de una violación legal. Si cualquier funcionario de nivel medio hubiera hecho esto, estaría enfrentando una revisión de seguridad inmediata, y seguramente cargos penales”.
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Desde la perspectiva de la ciberseguridad, el caso resulta todavía más preocupante. Michael Pastor, profesor universitario y experto en protección digital institucional, advirtió que “este incidente plantea serias preocupaciones sobre la higiene cibernética de los altos funcionarios y las implicaciones para los protocolos de seguridad nacional. Lo que hemos visto es una total desconexión entre las prácticas que se recomiendan y lo que se aplica desde la cúspide del poder”.
Don Bacon, congresista republicano y exoficial de la Fuerza Aérea, denunció que los participantes en el chat “intencionalmente pusieron información altamente clasificada en un dispositivo no clasificado. Habría perdido mi autorización de seguridad en la Fuerza Aérea por esto y por mucho menos”.
El Congreso ya se moviliza. Demócratas y republicanos moderados han pedido audiencias para examinar no sólo el uso inapropiado de aplicaciones de mensajería por parte del gobierno, sino también la posible existencia de más episodios similares no revelados.
El juez James Boasberg ya pidió al gobierno preservar los mensajes enviados en ese chat entre el 11 y el 15 de marzo.
Una de las características de la app es que los mensajes se autodrestruyen pasado un tiempo.
El profesor Pastor subrayó que “Signal fue diseñada para proteger la privacidad de los usuarios comunes, no para coordinar operaciones militares”. La idea de usarla para coordinar bombardeos revela una confusión profunda entre privacidad y confidencialidad de Estado.
Además, el uso de Signal expone una tendencia más grave: la evasión deliberada de los canales oficiales. En lugar de utilizar los sistemas protegidos del Departamento de Defensa como SIPRNet, los funcionarios optaron por una app civil precisamente porque les permite actuar sin ser registrados, fiscalizados o vigilados por la burocracia del aparato de seguridad nacional. Pero que, al mismo tiempo, es susceptible a hackeos. La noticia de que Witkoff estaba en Rusia y se reunió con el presidente Vladimir Putin acrecentó la preocupación de que los rusos pudieran haber accedido a la información del chat, aunque el gobierno insiste en que no traía sus dispositivos.
Para Hegseth y Waltz, Signal no era una herramienta ocasional, sino el equivalente digital de una sala privada de guerra donde las decisiones se tomaban sin que nadie más “metiera mano”. A esto se suma un factor estructural: la falta de formación en cultura de ciberseguridad. Muchos de los altos funcionarios involucrados en el escándalo provienen de entornos donde el manejo de sistemas clasificados no es una rutina.
Panetta lo dijo claramente: “Una administración que no puede manejar la confidencialidad de sus propias operaciones militares no puede esperar que sus aliados confíen en ella.” A decir de los expertos, que un grupo de whatsapperos haya estado a un clic de iniciar un conflicto con consecuencias regionales no es una anécdota, sino una advertencia y una señal alarmante de que las estructuras de seguridad que han sostenido el peso de un imperio pueden quebrarse, no por traición o espionaje, sino por negligencia, desorganización y exceso.