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A menos de tres meses de su triunfo en las urnas con la promesa de restaurar la confianza en la política, el primer ministro británico Keir Starmer trata de sacudirse las críticas por las donaciones recibidas de un rico empresario y el generoso salario de su principal asesora.
El líder del Partido Laborista, que llegó al poder con una victoria aplastante el 4 de julio, niega haber cometido alguna falta con respecto a la ropa y gafas, con un valor de miles de libras (dólares), pagados por Waheed Alli, un empresario de los medios de comunicación que desde hace mucho tiempo ha donado dinero a los laboristas.
Starmer también enfrenta el enfado de sus propios empleados por el salario de la jefa de gabinete, Sue Gray. La BBC reveló que recibe un salario de 170 mil libras esterlinas (225.000 dólares) al año —unas 3.000 libras más que el salario del primer ministro.
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El salario de Gray está en el nivel superior de un conjunto de bandas salariales para asesores políticos, las cuales han aumentado desde la elección. El gobierno señaló que no ha intervenido en la fijación de la escala salarial.
“Las bandas salariales para cualquier funcionario, cualquier asesor, no las establecen los políticos. Existe un proceso oficial que lo hace”, dijo el jueves Jonathan Reynolds, secretario de Negocios.
En días recientes, los medios británicos han estado llenos de quejas, principalmente anónimas, por parte de funcionarios gubernamentales con respecto a Gray, exfuncionaria pública de alto nivel, conocida por realizar una investigación sobre las fiestas que violaron el confinamiento en edificios de gobierno durante la pandemia de COVID-19.
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Los hallazgos de Gray contribuyeron a la caída del primer ministro conservador, Boris Johnson, y su posterior trabajo con Starmer hizo que los conservadores afirmaran que la investigación sobre el “partygate” tuvo un sesgo político, algo que Gray niega.
Los laboristas afirman que la filtración del salario de Gray y las revelaciones sobre las donaciones —lo que se conoce como “frockgate” en la prensa, por los vestidos usados por la esposa del primer ministro, Victoria Starmer— es incitado por los conservadores y sus simpatizantes en los medios con el fin de manchar al gobierno.
Con un valor acumulado de más de 130 mil dólares, según informó el miércoles el diario The Guardian, el primer ministro recibió en forma de trajes, anteojos y complementos y entradas para partidos de la Premier League y conciertos más que ningún otro político anterior al frente del partido.
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Ninguno de esos regalos es ilegal según las Normas de Conducta Ética de la Cámara de los Comunes. Y Starmer indicó claramente todas las donaciones en el Registro de Intereses de los Diputados. La comisión parlamentaria encargada de vigilar el cumplimiento de las normas ya ha indicado que no investigará más al primer ministro.
Le bastan sus explicaciones. Fueron precisamente sus dudas sobre si debía o no incluir en esa declaración los vestidos, maquillaje y ayuda de un asistente personal de compras que recibió su mujer, Victoria Starmer, del multimillonario Waheed Alli, por unos 6 mil 500 dólares, las que hicieron sonar las alarmas.
A medida que han ido surgiendo informaciones sobre las prebendas recibidas, muchos miembros del Partido Laborista han comenzado a revolverse incómodos: al menos 40 tickets para asistir a los partidos del Arsenal, equipo del que Starmer es hincha devoto; más de 5 mil dólares en entradas para el concierto de Taylor Swift, y más de 800 para el de la banda Coldplay, en Manchester. Y más de 15 mil dólares en ropa, 3 mil 300 en anteojos de diseño y 25 mil en gastos de acomodación recibidos directamente de su amigo Lord Alli, que en su momento fue nombrado miembro de la Cámara de los Lores por el entonces primer ministro, Tony Blair.
“Soy un enorme aficionado del Arsenal, pero no puedo ir a las gradas por una cuestión de seguridad. Si no acepto los pases de regalo [en palco reservado] no puedo ir a los partidos”, explicaba Starmer la semana pasada. “No poder ir nunca más a un partido del Arsenal porque se me prohíba aceptar esos pases de hospitalidad me parece un poco excesivo”, defendía, a la vez que dejó claro que seguiría aceptando futuras donaciones.
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