Bruselas.— A más de dos décadas de que la (ONU) estableciera el día dedicado al fortalecimiento de los ideales de paz (21 de septiembre), tanto entre las naciones como entre los miembros de cada comunidad, los actores del sistema internacional tienen poco que conmemorar.

Europa es el tablero del mayor conflicto armado interestatal desde la Segunda Guerra Mundial, con implicaciones planetarias y que se han reflejado desde febrero de 2022 en los bolsillos de todos como consecuencia de una escalada inflacionaria y la caída del suministro global de cereales, aceites y fertilizantes.

Si bien el intento del presidente ruso Vladimir Putin de imponer un régimen prorruso en Kiev ha fracasado, el resultado de la invasión a gran escala sigue siendo incierto en medio del riesgo de que escale a una forma de conflicto mucho más intenso y destructivo.

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Aun cuando Moscú llegara a diluir sus objetivos militares, conformándose con ocupar la región del Donbás, Khersón y Zaporiyia, alcanzar la paz no será fácil dada la determinación de Kiev de seguir luchando con la ayuda militar occidental, dice Irene Mia, redactora del informe Armed Conflict Survey divulgado anualmente por el prestigioso International Institute for Strategic Studies (IISS) de Londres.

El presidente ucraniano Volodimir Zelensky espera poder equilibrar fuerzas con el arribo de 42 cazas F-16 procedentes de Holanda y Dinamarca.

Pero el panorama de los conflictos armados va más allá de la guerra en Ucrania. De acuerdo con la Academia de Ginebra del Derecho Internacional Humanitario y de los Derechos Humanos, en la actualidad existen por lo menos 110 situaciones de violencia armada que pueden clasificarse como conflictos armados según el derecho internacional humanitario.

Algunos de ellos estallaron recientemente, otros se han prolongado por décadas. Cada uno sigue su propia dinámica y tiene factores de fondo muy particulares que impiden la paz.

Medio Oriente y el norte de África, escenarios inestables

Con base a la fórmula utilizada por los expertos de la Academia, establecida por la Facultad de Derecho de la Universidad de Ginebra, el mayor número de conflictos armados, unos 45, se encuentran en Medio Oriente y el norte de África.

Estos se desarrollan principalmente en Egipto, Irak, Israel, Libia, Marruecos, Palestina, Siria, Turquía, Yemen y Sahara Occidental; se distinguen mayoritariamente por ser internos e involucrar una multitud de actores armados no estatales. En algunos casos, participan potencias extranjeras, como ocurre en Siria con la intervención rusa.

De todos, el de Yemen fue clasificado por el International Crisis Group (ICG) como uno de los 10 conflictos a seguir en 2023. En el limbo desde su estallido en 2015, el conflicto tiene potencial para provocar hambrunas masivas, oleadas de refugiados y desestabilizar a Arabia Saudita, país que forma parte de la coalición que enfrenta a los hutíes, grupo insurgente alineado con el exdictador Ali Abdulah Saleh, quien se vio obligado a dejar el cargo en 2012 en el contexto de la Primavera Árabe.

El segundo de la lista es África, con más de 35 conflictos no internacionales. Estos se desarrollan en Camerún, la República Centroafricana, la República Democrática del Congo, Etiopía, Senegal, Sudán del Sur y Sudán, involucrando a varios grupos armados enfrentados con fuerzas estatales.

Los desarrollados en Burkina Faso, Mali, Mozambique, Nigeria y Somalia cuentan además con la intervención de actores externos. Por ejemplo, el gobierno de Mali tiene el apoyo de una misión de mantenimiento de la paz de Naciones Unidas, así como de la empresa militar privada rusa, Grupo Wagner.

En Etiopía la estabilidad se tambalea luego del acuerdo suscrito el 2 de noviembre entre el gobierno federal y los rebeldes de la región de Tigray, una de las 10 regiones étnicas del segundo país más poblado de África. El foco del huracán ahora está en la región de Amhara, donde se ha declarado el estado de emergencia por los enfrentamientos con la milicia nacionalista conocida como Fano. A principios de agosto, los rebeldes se hicieron del control de varios pueblos y ciudades, reporta ICG, organización especializada en solución de conflictos con sede en Bruselas.

Asia es epicentro de 19 conflictos armados no internacionales, concretamente en Afganistán, India, Myanmar, Paquistán y Filipinas; dos más son de carácter transnacional, al involucrar a India con Paquistán y China. Paquistán y Filipinas encabezan la lista con seis.

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El factor Taiwán

Al margen de estos conflictos, en la región hay un foco de tensión que podría ser aún más desestabilizador que el provocado por Putin en Ucrania. China considera a Taiwán como una provincia rebelde que debe alinearse con el resto de la nación. Por ahora ha prevalecido la fórmula de “un país, dos sistemas”, pero Beijing no descarta tomar a Taiwán por la fuerza si opta por la independencia.

Según las autoridades de Taiwán, China tendrá la capacidad militar necesaria para emprender una invasión a gran escala en 2025, mientras que altos mandos militares estadounidenses han sugerido que el asalto podría tener lugar en 2027 o antes; ese año coincide con el centenario de las fuerzas armadas de la República de China (Taiwán).

El informe del Servicio de Información del Parlamento Europeo sobre futuros shocks, sostiene que “un conflicto armado entre China y sus vecinos o EU por Taiwán podría tener enormes consecuencias para la UE y para el mundo entero”, entre otros, por una masiva fuga de capitales, los riesgos de nacionalización de empresas, la interrupción del comercio global y las sanciones financieras en represalia.

Un estudio elaborado por el Mercatus Center, de la Universidad George Mason, sostiene que el costo por desviar el tráfico marítimo a través de Indonesia o Australia podría ascender a 279 millones y 2 mil 820 millones de dólares al mes, respectivamente.

“Aunque es difícil hacer estimaciones, las implicaciones económicas de una invasión china de Taiwán para la UE superarían con creces las de la invasión rusa de Ucrania, ya que las economías de China y Taiwán son mucho mayores que la de Rusia”, indica el reporte encargado por la Eurocámara.

Siguiendo la clasificación de la Academia de Ginebra, en Europa se libran siete conflictos. Está el de carácter internacional provocado por la invasión rusa de Ucrania y los desencadenados por los movimientos separatistas en las autoproclamadas “Repúblicas Populares” de Donetsk y Luhansk.

A estos se añaden las disputas independentistas en Georgia, en las regiones prorrusas de Abjasia y Osetia del Sur; la eterna crisis en Transnistria, latente en Moldavia desde el colapso de la Unión Soviética en 1991; y el conflicto que enfrenta a Armenia y Azerbaiyán por el enclave de Nagorno-Karabaj.

Los casos de México y Colombia

La ecuación de los investigadores de Ginebra arroja en América seis conflictos armados no internacionales repartidos por partes iguales entre México y Colombia.

La estudiosa Chiara Redealli explica que los escenarios en estos países entran en la clasificación de conflicto tomando en cuenta el nivel de organización de los cárteles de la droga, la intensidad de la violencia y enfrentamientos que podrían ser considerados como crímenes de guerra.

Un conflicto involucra al gobierno federal con el Cártel Jalisco Nueva Generación, “considerado por las autoridades como la organización criminal más poderosa y peligrosa”. El otro choque es entre el gobierno y el Cártel de Sinaloa. “En particular, desde la captura de Joaquín El Chapo Guzmán, en enero de 2016, los enfrentamientos armados no han dejado de aumentar y han afectado dramáticamente a la población local”. El tercer enfrentamiento es entre ambas organizaciones delictivas.

Como nota, la instancia indica que debido a que en México es difícil atribuir los actos de brutalidad a un cártel de la droga en específico, desde diciembre pasado no se puede afirmar que estos tres conflictos armados sigan vigentes, “lo que no significa que la violencia haya disminuido en todo el país, que haya menos víctimas o que la situación general haya mejorado”.

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