El partido gobernante Sueño Georgiano va camino de ganar las elecciones legislativas en , una victoria rechazada por la oposición proeuropea, que denuncia unas “elecciones robadas” y “un golpe constitucional” en este país del Cáucaso.

Tras escrutar las papeletas de 70% de los colegios electorales, Sueño Georgiano, formación a la que la oposición acusa de autoritarismo prorruso, obtuvo 53% de los votos frente a 38.28% de la coalición de cuatro partidos proeuropeos, según los resultados difundidos por la Comisión Electoral Central (CEC).

“Como muestran los resultados (...), Sueño Georgiano se ha asegurado una sólida mayoría” en el nuevo Parlamento, declaró a los periodistas el secretario ejecutivo del partido, Mamuka Mdinaradze.

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Sin embargo, la oposición impugnó este resultado. “No reconocemos los resultados falsos de unas elecciones robadas”, declaró en rueda de prensa Tina Bokuchava, líder del Movimiento Nacional Unido (MNU), uno de los partidos de la coalición opositora.

El líder del partido Akhali, Nika Gvaramia, denunció “una usurpación del poder y un golpe constitucional” por parte del gobierno. “Sueño Georgiano no permanecerá en el poder”, agregó.

Previamente, un sondeo a boca de urna realizado por el instituto estadounidense Edison Research para una cadena de televisión favorable a la oposición estimó que la coalición proeuropea había obtenido 51.9% de los votos.

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La presidenta del país, Salome Zurabishvili, aseguró con base en esa encuesta que la alianza opositora ganó “con 52% de los votos, pese a los intentos de manipular el escrutinio”.

Sin embargo, según otro sondeo a pie de urna de la cadena Imedi, afín al gobierno, Sueño Georgiano, liderado por el millonario Bidzina Ivanishvili, obtuvo 56.1% de los votos.

El primer ministro húngaro, el nacionalista Viktor Orban, “felicitó” a Sueño Georgiano por su “victoria aplastante” en los comicios.

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La advirtió que el resultado de estas elecciones influiría en las posibilidades de ingreso de Georgia a la UE, una aspiración que la exrepública soviética, con una población de aproximadamente cuatro millones de habitantes, ha consagrado en su Constitución.

Habitualmente divididas, las fuerzas opositoras consiguieron forjar un frente inédito contra el gobierno, formado entre otros por el MNU del expresidente encarcelado Míjeil Saakashvili.

Votantes en la capital, Tiflis, expresaron opiniones divergentes el sábado sobre si su país debería acercarse a Europa o mejorar los lazos con Moscú.

“Quiero vivir en Europa, no en Rusia”, dijo Alexandre Guldani, un votante de 18 años.

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Otros pidieron pragmatismo en las relaciones con Moscú, que está inmersa en una invasión de desde hace dos años y medio.

“Deberíamos ser amigos de Rusia y de Europa”, dijo Giga Abuladze, que trabaja en un jardín de infancia dirigido por el Patriarcado Ortodoxo en Tiflis.

La alianza opositora prometió que en caso de victoria formaría un gobierno de coalición y llevaría a cabo reformas electorales, judiciales y la derogación de varias leyes recientemente promulgadas.

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Zurabishvili denunció incidentes violentos en algunos colegios electorales, después de que aparecieran imágenes en redes de enfrentamientos físicos.

Sueño Georgiano, en el poder desde 2012, está acusado de haberse embarcado en una espiral hacia la implementación de un régimen autoritario prorruso que se aleje de la Unión Europea y la OTAN.

Algunos de sus dirigentes son muy críticos hacia Occidente. Su jefe en la sombra, Bidzina Ivanishvili, lo calificó de “partido mundial de la guerra” que trataría a Georgia como “carne de cañón”.

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Este país a orillas del mar Negro está todavía muy marcado por la invasión rusa en una breve guerra de 2008, tras la que Moscú instaló bases militares en dos regiones separatistas georgianas, Absajia y Osetia del Sur, que reconoció como estados independientes.

El partido gobernante hizo campaña presentándose como el único capaz de impedir una supuesta “ucranización” de Georgia.

El gobierno declaró antes de los comicios que aspiraba a obtener tres cuartas partes de los 150 escaños del Parlamento, una amplia mayoría que le permitiría cambiar la Constitución y, según su proyecto, prohibir los partidos opositores prooccidentales.

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Georgia se vio sacudida en mayo por enormes manifestaciones de la oposición contra una ley sobre la “influencia extranjera” inspirada en una legislación rusa que ha servido para reprimir a la disidencia.

Bruselas congeló el proceso de adhesión a la UE y impuso sanciones a responsables georgianos acusados de autorizar una “represión brutal” contra los manifestantes.

El último foco de tensión entre Bruselas y Tiflis fue la promulgación, a principios de este mes, de una ley que restringe duramente los derechos de las personas LGBT+.

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