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Es muy difícil que la guerra en Ucrania acabe antes de las elecciones presidenciales de Estados Unidos, aunque muchos lo deseemos. En esta realidad, se debatirá si la OTAN avanza o retrocede de las fronteras rusas y si seguirá recibiendo dinero y apoyo de los estadounidenses.
El discurso de Donald Trump agita aun más el avispero. Un sector de la sociedad estadounidense no está dispuesto a seguir pagando el sistema de defensa colectiva y no cree que sea provechoso para EU. Esos soldados, tanques y armamento que van a Europa del Este, se costean en parte con impuestos de los contribuyentes americanos. En efecto, hay un sector que piensa que es un problema europeo y que ellos deben financiarlo solos.
El expresidente Trump afirmó el 10 de febrero que todos los países de la OTAN deben de pagar y que él no protegerá a los que no paguen, en caso de ser reelecto presidente. Joe Biden respondió que Trump “está aclarando que abandonará a nuestros aliados de la OTAN”. Nikki Haley afirmó que “Rusia nunca ha invadido a un país de la OTAN. Invadieron Georgia, Moldavia y Ucrania”.
El futuro de la Organización del Tratado del Atlántico Norte está en medio de lucha electoral en los dos lados del océano. No hay claridad de que el organismo sea la herramienta correcta para lograr la paz y que los rusos se retiren del territorio ucraniano. El miedo a una nueva Guerra Mundial espanta a los europeos que también tendrán elecciones.
En la época de su fundación, el sentido de la OTAN era muy claro (1949). Después de que soviéticos y estadounidenses vencieran a los nazis (1945) y se dividiera el mundo en dos bloques, era necesario para los occidentales tener un cinturón de seguridad ante la Unión Soviética (URSS) y sus aliados. Más tarde, la existencia y expansión de la OTAN comenzó a cuestionarse, con la caída de la URSS, el fin de carrera armamentista y el acercamiento de Occidente con el líder soviético Mijaíl Gorbachov, en los años ochenta.
Incluso, al inicio de la Rusia de Vladimir Putin, a final de los noventa, se consideró a los rusos cada vez más europeos (occidentalizados) y capitalistas. Los rusos aumentaron su comercio de manera intensa con la Unión Europea y entraron al club de las grandes economías en el Grupo de los 8 (primero G7 + Rusia, en 1998 y luego G8, en 2002). Otro factor internacional, entrado el siglo XXI, era que China era ya la potencia que competía con EU, desde Asia y el Pacífico. Por lo que el plano de seguridad de la OTAN —de Guerra Fría— se convirtió en un mapa del pasado.
El dilema lo ha vivido Rusia en distintos puntos de su historia, es a veces europea, a veces asiática y a veces potencia mundial. Todavía con Angela Merkel se notaba que Putin tenía buenos interlocutores. Los dos hijos del Este se hablaban indistintamente en alemán o ruso y discutían sobre energía, exportaciones alemanas y cultura. Una caricatura europea dibujaba a la princesa Europa intercambiando una trasfusión de sangre con Rusia, donde la última enviaba petróleo, mientras la otra le correspondía con euros. Incluso ya con el bloqueo en 2022, 25% del petróleo que llegó a Alemania era ruso, sólo seguido por 13% de EU (fuente Clean Energy Wire).
Lo que Putin no contemplaba en la época del acercamiento, es que los países occidentales impulsan la exportación de sus valores democráticos, además de las mercancías. Molestó al régimen ruso que desde los años 2000 se criticaran más sus procesos electorales, el control de la prensa y la eventual persecución política de los disidentes. Tampoco agradó que organismos no gubernamentales y agencias de EU difundieran “doctrina democrática” a vecinos como Ucrania (Revolución Naranja en 2004), país que siempre ha considerado dentro de su espacio vital. Lo dicen de manera corriente los rusos: ¿qué sentiría EU si Rusia fuera a su frontera y se metiera en los asuntos políticos y militares de México?
Los intereses rusos se separaron de Europa occidental y chocaron con EU, a razón de los avances de la OTAN y las reacciones violentas de Rusia en Ucrania. Según la versión rusa, había un pacto no escrito para que la OTAN no se acercara con sus tropas y armamento a la vecindad rusa.
De acuerdo con el profesor estadounidense John Mearsheimer: “Estados Unidos y sus aliados europeos comparten la mayor responsabilidad de la crisis”. Para él, la expansión de la OTAN es una estrategia fallida para “sacar a Ucrania fuera la órbita de Rusia e integrarla a Occidente”. Es una falta de realismo político porque EU actúa como si los rusos ya no fueran potencia, sería mejor tenerlos como aliados e ir juntos frente a China.
La anexión de Crimea en 2014 fue el punto donde los occidentales perdieron la esperanza de convertir a Rusia en un aliado a su manera. Los rusos se negaron a ceder su seguridad en Ucrania y el acceso naval con su base de Sebastopol en el Mar Negro. Estaba claro que Rusia tenía todo el interés de aumentar las relaciones comerciales, en especial con la Unión Europea, pero no en ceder su corredor de seguridad. Eran un país europeo, cristiano e incluso “caucásico” pero su espacio vital y límites no deberían ser tocados por Occidente.
Del otro lado del mundo, para los electores estadounidenses esa discusión era muy distante, tan lejana como el mismo Mar Negro. A la hora de las votaciones, en EU se discute más el gasto y vidas perdidas en Irak, Afganistán, quién paga las cruzadas militares y qué resultados han tenido. La pregunta es quién es la potencia que realmente amenaza a EU ¿China o Rusia? Si es China ¿entonces qué papel juega la OTAN?
Las elecciones de 2024 ponen en aprietos a la OTAN. En EU, la guerra de Israel en Gaza ha superado en visibilidad al conflicto ucraniano. Varios miembros del Congreso y precandidatos presidenciales hablan de reducir el presupuesto destinado a Ucrania y la OTAN y asignarlo a la seguridad de Medio Oriente. EU gasta en defensa más del doble que sus aliados europeos y Canadá juntos, arriba de 860 mil millones de dólares (Universidad de Boston). Es cierto, pero es un error asumir que ese dinero va directo a la OTAN y que los europeos no han invertido en la seguridad de Ucrania.
Los europeos han reaccionado y sobreaccionado ante el riesgo de la OTAN se debilite. Reviven debates olvidados desde el siglo XX, si urgen más armas nucleares o si Alemania debe militarizarse. Josep Borrell, el jefe de política exterior de la Unión Europea, dijo que la OTAN no es una “alianza a la carta” por lo que EU cooperaría si se agrede a algún miembro. Pero se recuerda que Trump fue el presidente que más atacó a la Unión Europea, con tarifas punitivas y que su amenaza económica es real.
El presidente de Francia, Emmanuel Macron, sugirió en días recientes que enviar tropas de la OTAN a Ucrania era una opción que no se podía descartar. Putin respondió que eso podría llevar a un conflicto nuclear. Lo que llevó de inmediato al canciller alemán a corregirlo y calmar a Rusia. Olaf Scholz negó que soldados de la OTAN fueran enviados a Ucrania. El secretario general de la OTAN, Jens Stoltenberg, suavizó también la postura del francés. Fuera de este incidente, hoy no se vislumbra a un llanero solitario en la política de seguridad europea.
La OTAN puede sobrevivir, aunque el Atlántico Norte y Europa han sido sorprendidos por China. La guerra de Israel en Gaza ha demostrado por otro lado, que la seguridad de Medio Oriente es una prioridad para EU, incluso sobre Ucrania. Para Europa, lo son los millones de migrantes sirios estancados en Turquía y por supuesto, la amenaza de armas nucleares.
El futuro de la OTAN y el destino de Ucrania se convierten en temas electorales. Los estadounidenses van a discutir este año si es conveniente mantener a la OTAN en expansión y su participación en Ucrania. La Unión Europea debatirá si puede defenderse sola y cuántos euros enviará a la causa de los ucranianos.
Especialista en geopolítica y miembro de Comexi