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El Cairo.— Soberbio, despiadado y duro, Omar al-Bashir resistió tres décadas en la presidencia de Sudán, sobreviviendo a guerras y a sanciones hasta que ayer fue apartado del poder por los mismos militares en los que se apoyó para cometer las atrocidades en Darfur, por las que está acusado de genocidio.
El instinto de supervivencia ha guiado a Al-Bashir, de 75 años, y lo ha llevado a aferrarse al poder hasta el límite, a sabiendas de que a partir de ahora, sin la protección de su cargo, podría ser juzgado y condenado de por vida.
La movilización de miles de sudaneses, desencadenada por la decisión del gobierno de aumentar el precio del pan el 19 de diciembre en un país en plena crisis económica, marcó el principio del fin de quien es conocido como El Carnicero de Darfur.
Al-Bashir ascendió al poder vía golpe de Estado en 1989. Luego impuso la ley islámica, la sharia, agravando el resentimiento de las provincias del sur y alimentando una guerra que se desató en 1983 y sólo se cerró en 2005, con un acuerdo que conduciría a la independencia de Sudán del Sur en 2011. La Corte Penal Internacional tiene contra Al-Bashir una orden de captura por crímenes de guerra, y por genocidio, perpetrados en Darfur, donde el conflicto dejó más de 300 mil muertos.
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