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SAN SALVADOR.– Sobre la ruta Puerto La Libertad, que une a San Salvador con esa localidad costera al sur del país, alrededor del kilómetro 11 se ve un tanque militar y algunas camionetas blancas de la División de Protección a Personalidades Importantes de la policía. Todo el país tiene una fuerte presencia de las fuerzas militares, pero en estos metros es especialmente llamativo. Es que aquí, cerca del ingreso a Nuevo Cuscatlán, está uno de los ingresos del residencial Los Sueños, un barrio privado de grandes casas donde vive el presidente Nayib Bukele.
Desde que asumió como mandatario de El Salvador en 2019, Bukele nunca se mudó al Palacio Presidencial y, en cambio, siguió viviendo en la casa que comparte con su mujer y ahora también con sus dos hijas en Los Sueños. El barrio cerrado está ubicado en Nuevo Cuscatlán, a 13 kilómetros de la capital, un pequeño municipio de unos 8000 habitantes que tiene un significado especial para el presidente que este domingo buscará ser reelegido: allí empezó su meteórica carrera política.
Cuando era empresario y publicista, Bukele –quien entonces vivía en San Salvador– trabajó para campañas políticas del Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (FMLN), un exgrupo guerrillero que se convirtió en uno de los dos principales partidos del país, en Nuevo Cuscatlán. Según contó el mandatario años después en una transmisión en Facebook Live, en 2011, en una reunión con el jefe de comunicaciones del partido, le preguntó si ya tenían candidato a alcalde para las elecciones del año siguiente y se propuso a sí mismo.
Aunque era el candidato del FMLN, su campaña en 2011 estuvo alejada de las propuestas del partido de izquierda y centrada en su figura, incluso apelando al voto de la derecha. A los 30 años, le ganó al candidato de Alianza Republicana Nacionalista (Arena) por 169 votos y asumió como alcalde el 1° de mayo de 2012. Ese fue el origen del fenómeno Bukele.
“La gente pensaba ‘aquí viene un millonario a salvarnos’”, dice un vecino de la zona crítico con su gestión, que prefiere no revelar su identidad. De hecho, sus abultadas arcas familiares eran parte de la campaña. Por ejemplo, dijo que donaría su sueldo para becas universitarias, e incluso les entregaba dinero de su bolsillo a vecinos de la zona.
“Le daba dinero a mucha gente, de su bolso, porque es millonario. Él no necesita robar”, dice a La Nación Magdalena de Meléndez, 55 años, quien pasea junto a su marido en este sábado nublado por el centro de Nuevo Cuscatlán, cerca de donde tienen su comercio de artículos de bazar.
“Mi Nayib es mi héroe”, define Meléndez al mandatario, y refleja el sentimiento de muchos habitantes de este municipio, insignia para el mandatario.
Después de Bukele, que en 2015 pasó a ser alcalde de San Salvador, todos los alcaldes de Nuevo Cuscatlán fueron de su entorno, primero como FMLN –espacio con el que rompió en 2017– y ahora como Nuevas Ideas.
Este año, las elecciones se desdoblaron y las municipales serán el 3 de marzo. En ese momento, comenzará a regir la reducción de municipios, una reforma de Bukele que también afectó a la Asamblea Legislativa, y pasarán de ser 262 a 44. Nuevo Cuscatlán quedará dentro de La Libertad Este. Allí, la candidata oficialista, y favorita en las encuestas, es Michelle Sol, sucesora de Bukele en el municipio y actual ministra de Vivienda nacional.
La gestión actual del municipio está atravesando una situación particular. El alcalde, José María Dueñas, está viviendo en Canadá desde hace ocho meses, presuntamente por temas personales, aunque su ausencia es motivo de especulaciones porque había sido objeto de una investigación por una trama de corrupción destapada por el medio Factum.
“Nuevo Cuscatlán era muy sucio, descuidado. No teníamos agua. Nayib nos puso agua, la biblioteca, no había asfalto. Él puso la clínica, ahora tenemos la clínica a toda hora”, enumera Meléndez. Sin embargo, ella y su marido consideran que hay una gran cuenta pendiente en el municipio: aguas negras, es decir, faltan cloacas.
"Una de las primeras cosas que prometió fue las aguas negras. Acá toda la gente tiene pozo. Estamos en 2024 y seguimos sin aguas negras. No pudieron poner una planta de tratamiento de aguas residuales desde 2012 a la fecha, y eso que dinero había”, dice el vecino crítico.
Había dinero, pero después comenzó a faltar. Según una nota de El Faro, en 2014 el Ministerio de Hacienda de la Nación clasificó a la alcaldía en la peor categoría financiera porque la deuda había crecido 320% respecto a 2011. Y al año siguiente, poco después de asumir en reemplazo de Bukele, Michelle Sol informó que buscaría préstamos y que aumentaría los impuestos para cubrir la falta de fondos del municipio.
En la biografía oficial de Bukele en la página de Presidencia, Nuevo Cuscatlán tiene su propio apartado. “Su filosofía de trabajo, que rechaza tomar al gobierno municipal como medio de crecimiento económico individual, permitió que durante su gestión se concretaran proyectos que se creían imposibles”, dice el sitio, y menciona una serie de logros, desde la construcción de la clínica y la biblioteca municipal al sistema de abastecimiento de agua potable.
“Él [Bukele] vino a cambiar el pueblo, hizo un sinfín de obras. Por ejemplo, yo siempre andaba rentando. Ahora ya no. Gracias a él tenemos casa, luz, agua, las calles reparadas, todo bien bonito. Tenemos agua 24 por 7, antes teníamos media hora diaria”, dice Marta Márquez, 50 años, con una gorra celeste con la N de Nuevas Ideas mientras se toma un descanso en su local de comida al lado de la plaza central.
A tres cuadras de distancia, en una casa pintada de azul, está instalado el centro de campaña de Michelle Sol de Nuevo Cuscatlán. Allí, Cesar Vázquez, 46 años, un voluntario del partido, recibe bolsas de comida y packs con botellas de agua para los fiscales de la elección de este domingo. “Nuevo Cuscatlán cambió muchísimo con Nayib. Antes éramos más pobres en todo”, dice. En Nuevo Cuscatlán, como en casi todo el país, Bukele es simplemente “Nayib”.
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Cuna
“Nuevo Cuscatlán. La Nueva Ciudad”, dice un cartel plateado a la entrada del municipio, debajo del logo del pueblo, una gran N. “La N es de Nuevo Cuscatlán, pero se confunde con N de Nayib, ¿no?”, dice un hombre que pasa por la zona.
“Bukele tiene como síndrome del conquistador. Destruye donde llega todo lo que estaba antes de él para que la historia empiece a partir de él”, dice el vecino crítico, y pone como ejemplo la remodelación del parque central, una plaza de una manzana, principalmente de cemento, con juegos para niños, un gazebo, una fuente y un árbol navideño de luces apagado. Y una N bien grande, celeste, el color de Nuevas Ideas.
El centro de Nuevo Cuscatlán es el de un pueblo sencillo, de calles angostas y veredas ínfimas, con inmuebles que combinan casas con champas (construcciones precarias), mientras que a las afueras el municipio hay un boom inmobiliario de barrios cerrados para clases más altas, no exenta de polémicas por el desplazamiento de vecinos y por el tratamiento del agua.
“Nuevo Cuscatlán es testigo del poder de creer, del poder de la fe, aquí comenzamos este gran proyecto, aquí el presidente inició esas Nuevas Ideas, que ahora están por todo el país”, dijo Michelle Sol en julio pasado cuando entregó las escrituras de casas nuevas en una comunidad. Ese lugar que ocupa el municipio en el currículum del presidente es motivo de orgullo para los vecinos.
“Esta es su cuna”, apunta Marta Márquez, que dice estar segura de que Bukele logrará reelección este domingo. “La oposición dice que esto es una dictadura. Yo esta dictadura la quiero por siempre”, agrega, sin resquemores.
Por Julieta Nassau
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