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Madrid. “¿Alguien sabe cómo puedo llegar hasta Leganés?”, pregunta, a los gritos, una pasajera a bordo del colectivo 50. Le queda todavía un largo viaje hasta esa localidad de las afueras de Madrid.
Desde la otra punta, Sara Rubio se levanta de su asiento y le responde: “Tienes que bajarte al final del recorrido, caminar unas cuadras hasta la glorieta y preguntar allí”.
Esta madrileña (58) cuenta a La Nación que, pese al apagón, está tranquila. “A la gente le quitas el metro y no sabe cómo moverse en autobuses. Si no tienes Internet estás jodido”, comenta Sara. “Yo estoy de las que se lo toman con calma, pero mira lo que es esto”, agrega.
Sara señala otra parada de colectivos, cuya fila da vuelta la esquina. De fondo, un supermercado cerrado, como casi todos los negocios frente a la estación de Tirso de Molina. Tras el apagón, el centro de Madrid era una sombra de lo que suele ser en una tarde de primavera: un hormiguero de gente ansiosa por volver a casa, bajo una escenografía gris marcada por las persianas bajas.
Había pocas sonrisas. La mayoría caminaba pendiente del celular, esperando que una señal de conexión les devolviera algo de tranquilidad. Quienes lograban comunicarse llamaban por teléfono para informar a sus familiares dónde se encontraban. Las sirenas de la policía, las ambulancias y los bomberos, que intentaban ordenar el caótico tránsito, no ayudaban a calmar la angustia. Tampoco lo hacían los bocinazos de los autos, poco habituales en esta ciudad.
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Carlos Condori estaba viajando en el metro de Madrid cuando el tren se paró abruptamente.
"Se fue la luz y el vagón se detuvo", pero afortunadamente el tren logró avanzar lentamente hasta la plataforma, dijo a AFP este obrero de 19 años fuera de la estación de metro del Banco de España, en el centro de la capital española.
La gente se quedó "atónita, porque esto nunca había pasado en España", añadió.
"No hay ni cobertura, no puedo llamar a mi familia, a mis padres, nada. No puedo ni siquiera ir al trabajo", agregó.
Trabajadores de oficina desconcertados se congregaban en las calles con sus computadoras inservibles, mientras que otras personas decían sentirse aliviadas de no haberse quedado atrapados en ascensores.
Marina Sierra, estudiante de 16 años, intentaba contactar con su padre mientras pensaba en una manera de poder volver a su casa, en los suburbios de Madrid.
"Nos han tenido que evacuar rápido" del colegio en el que estudia, dijo.
"Me estoy quedando impactada porque está todo como superdescontrolado", aseveró.
Rachid Bel-Lahcen, empleado de un negocio de ropa, es uno de los pocos que no está exaltado en la cola del 23, un colectivo que conecta con el sur de Madrid. Hay empujones, gritos y peleas por los últimos lugares. “Yo estaba dispuesto a caminar dos horas hasta la casa de mi hermana, así que no me importa esperar el próximo”, dice. “Había compañeros de trabajo muy preocupados: tenían miedo de que fuera un ataque cibernético o terrorista, ese recuerdo siempre lo tenemos. Por suerte me han dicho que no es nada de eso. ¿Sabes qué ha pasado?”, pregunta.
Apagón también sorprende a turistas en España
La confusión también se apoderó de Barcelona, la turística capital de Cataluña, donde lugareños y visitantes comenzaron a arremolinarse en calles tratando de averiguar qué estaba pasando.
"Estaba en el laboratorio y se ha apagado todo", explicaba Adán Martínez, de 33 años, sobre cómo le había sorprendido el corte en su lugar de trabajo.
Con el metro cerrado y los trenes sin funcionar, aguardaba resignado la enorme fila para llegar al autobús que pensaba que podría llevarle a casa.
"Estoy aquí porque tampoco puedo hacer otra cosa", indicaba entre el ruido de los cláxones y los silbatos de los policías que trataban de organizar el tráfico en un caótico centro de Barcelona, con muchos de sus semáforos apagados.
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"No sabemos absolutamente nada, porque (...) no hay conexión a internet. Estamos atrapados", lamentaba unos metros más lejos Gloria Sanchís, entre la multitud que esperaba al bus que conecta el centro con el aeropuerto.
Tras una hora y media de fila, esta jubilada de 69 años temía no llegar a tiempo a su vuelo de regreso.
"No han puesto suficientes recursos para todo el jaleo que hay aquí", señalaba, afirmando que no recordaba haber visto un apagón así en España.
En menor escala, Lisboa, en Portugal, vivía una situación similar.

"Hoy el pan es oro", decía Luis Alexandre, uno de los responsables de una tienda de comida preparada en Lisboa, mientras que los clientes de la papelería de João Costa no hacían más que pedir transistores de radio para seguir las noticias sobre el apagón que afectó a Portugal, España y el sur de Francia.
En el establecimiento de Alexandre, llamado 'Os mimos do churrasco' y ubicado en el barrio lisboeta de Olaias, no quedaba pan, tampoco agua, y apenas había platos preparados, que esperaba vender antes de que acabe la jornada, ya que, si no vuelve la luz en las próximas horas, la comida se estropeará, explicó a EFE.
Hoy "no estamos haciendo asado, que es la tradición de la casa, pero vamos a hacer comida de sartén. Solo tenemos (platos preparados) con gas", añadió.
Esperaban muchos clientes por la tarde, después de una primera tanda de compradores que por la mañana se llevaron todas las bebidas y los productos de panadería.
En el local adyacente, la carnicería 'Talho das Olaias', ha tenido que cerrar por el apagón.
El gerente, Luís Teves, esperaba al electricista para que activara el generador eléctrico de emergencia, que estrena en esta ocasión: "Estamos preocupados y por eso recurrimos a un generador para ver si conseguimos minimizar los daños", dijo a EFE.
Apagón afecta a servicios
Durante esta jornada han tenido que cerrar muchos otros establecimientos y servicios de la ciudad que dependen completamente de la electricidad, como el metro, supermercados, farmacias, restaurantes y centros de salud.
Entre locales que siguieron abiertos, mucha gente compraba agua, especialmente después de que las autoridades portuguesas anunciaran que podían darse cortes en el suministro y otras llenaban botellas en fuentes públicas.
Una de ellas era Adina Sousa, una brasileña residente en Portugal, que acudió con su hijo adolescente a la fuente en Olaias después de haber intentado comprar agua embotellada en hasta en seis tiendas distintas.
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"No sabemos si realmente va a volver dentro de unas horas, y hay un colapso de energía en toda Europa. Espero que vuelva luego la energía, pero si no vuelve tendremos agua almacenada. También ya busqué en algunos supermercados y no tienen agua para vender ni conservas", aseguró a EFE.
REN, la compañía encargada del transporte de electricidad y el gas en Portugal, afirmó que espera tener el sistema "equilibrado" durante esta noche y reanudar mañana el suministro de forma general.
Unos 750 mil usuarios de los dos millones que tiene el sistema eléctrico portugués disponen ya de suministro de energía.
En el caso de España, la electricidad se ha restablecido en el 20%, de acuerdo con el operador español de la red, REE.
*Con información de agencias
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