Con un compromiso feminista, en contra de la opresión a las mujeres y en busca de la justicia, contra la pena capital y que defiende los derechos humanos y la libertad en Irán, así describen conocidos, familiares y el Comité Nobel noruego a Narges Mohammadi, quien ha llevado una vida en prisión por defender esas convicciones. Y aunque la reclusión no la ha frenado, ha conllevado “costos personales tremendos”.
El Comité Nobel noruego le otorgó el Premio Nobel de la Paz 2023. El Nobel también dijo que “el lema adoptado por los manifestantes —“Mujer–Vida–Libertad”— expresa adecuadamente la dedicación y el trabajo de Narges Mohammadi”.
El galardón llega a Mohammadi después de más de un año de protestas en la República Islámica encabezadas por las mujeres.
La activista, que nació en 1972 en Zanyán, en el noroeste de su país, no ha dejado de luchar por los derechos humanos y contra la opresión de las mujeres: el 16 de septiembre, ella y otras tres prisioneras quemaron sus velos en el patio de la cárcel, conmemorando el aniversario de la muerte de Mahsa Amini, detenida por supuestamente vulnerar el estricto código de vestimenta que rige en el país, donde las mujeres deben llevar el hiyab. Además, la Premio Nobel de la Paz 2023 ha arremetido contra cuatro décadas del uso obligatorio del hiyab en su país.
Sobre las protestas más recientes, dijo a la agencia AFP en septiembre, en respuestas escritas desde la prisión de Evin, Teherán, donde está recluida, que “el gobierno no pudo sofocarlas” y calificó la ola de manifestaciones de “irreversible”.
“Este periodo fue y sigue siendo la era de mayor protesta en esta prisión”, dijo Mohammadi a CNN en respuestas escritas a preguntas enviadas a través de intermediarios.
Mohammadi escribió desde prisión a la BBC detalles desgarradores sobre cómo las mujeres detenidas en manifestaciones estaban siendo abusadas sexual y físicamente.
En esta semana, activistas acusaron a la policía de la moral de Irán de golpear a la joven Armita Geravand, de 16 años, por no usar hiyab y publicaron una fotografía que supuestamente la muestra en coma.
Mohammadi, en comentarios recibidos el jueves por CNN, dijo que el comportamiento del gobierno una vez más había “planteado nuestras preocupaciones” y era “indicativo de sus esfuerzos concertados para evitar que la verdad salga a la luz sobre Armita Geravand”.
Henrik Urdal, director del Instituto de Investigación para la Paz de Oslo, dijo a EL UNIVERSAL, por escrito, que “la decisión del Comité Nobel es un formidable mensaje de desafío y esperanza. Esperanza para muchos iraníes, especialmente mujeres, que están arriesgando sus vidas por sus libertades. Y desafío al régimen de opresión y violencia desatado por las autoridades iraníes. Narges Mohammadi es un símbolo para las mujeres en Irán y más allá, y encarna el mensaje de que no se comprometerán los derechos de las mujeres y que los derechos humanos son universales”.
Hind Elhinnawy, profesora titular de la Facultad de Ciencias Sociales, Universidad de Nottingham Trent, escribió en The Conversation, que Mohammadi “se unió a la lucha como estudiante a principios de la década de 1990. Tras licenciarse en Física y trabajar como ingeniera, empezó a defender los derechos de la mujer y a escribir columnas en periódicos reformistas. Fue detenida por primera vez en 1998 por sus críticas al gobierno iraní”.
Creció en una familia de clase media con fuertes convicciones políticas. Uno de sus tíos y dos de sus primos fueron encarcelados después de la Revolución Islámica de 1979 y ella creció viendo cómo su madre los visitaba cada semana en prisión o seguía por televisión el anuncio de los nombres de los prisioneros que eran ejecutados cada día. En la universidad, conoció al periodista Taghi Rahmani.
La activista ha sido detenida 13 veces y condenada en cinco ocasiones a un total de 31 años de prisión y 154 latigazos. Fue encarcelada en la prisión más conocida de Teherán en 2022. Amnistía Internacional indicó hace un año que la activista continuó peleando. En noviembre de 2019, cuando las protestas y la represión se extendían por todo el país, participó en una sentada junto a otras compañeras presas en la cárcel de Evin para denunciar las muertes de cientos de manifestantes a manos de la policía.
En una grabación, compartida con CNN, el medio dijo que se escucha a la activista encabezando los cánticos de “mujer, vida, libertad”. El compromiso feminista de la activista es uno que destaca su esposo Rahmani, refugiado en Francia desde 2012 con sus dos hijos, de 17 años. Para Rahmani, indicó la AFP, la activista “tiene tres causas en su vida: el respeto a los derechos humanos, su compromiso feminista y la justicia por todos los crímenes que se han cometido”. El comité noruego declaró que el premio “también reconoce a los cientos de miles de personas que se han manifestado contra las políticas de discriminación y opresión del régimen teocrático contra las mujeres”.
En reclusión
La activista también ha denunciado lo que ella dice es la hipocresía de un Estado religioso que utiliza la violencia sexual contra las detenidas.
Entre mayo de 2015 y octubre de 2020, fue encarcelada por haber “formado y dirigido un grupo ilegal”, instando a abolir la pena capital, y fue condenada de nuevo en mayo de 2021 a 80 latigazos y 30 meses de detención por “propaganda contra el sistema” y “rebelión” contra la autoridad penitenciaria.
En noviembre de 2021 fue detenida cerca de Teherán, donde asistía a una ceremonia en memoria de un hombre muerto en 2019 durante una manifestación contra el aumento del precio del combustible.
La activista recibió este año el Premio Guillermo Cano a la Libertad de Prensa de la UNESCO y en 2022 ganó el Premio al Valor de Reporteros sin Fronteras. Mohammadi es vicedirectora de la ONG Centro de Defensores de los Derechos Humanos en Teherán. En los años 2000 se unió a esa agrupación, fundada por la también Premio Nobel de la Paz iraní, Shirin Ebadi.
El riesgo que la hace “decidida”
Sin embargo, “el precio de la lucha no es solamente la tortura y la cárcel, es un corazón que se desgarra con cada privación, un sufrimiento que penetra hasta la médula”, escribió Mohammadi a la AFP en septiembre. Su hija dijo que no ha podido verla desde hace ocho años y no ha hablado con ella desde hace más de un año. Su cónyuge indicó que “obtener tal premio es una alegría, pero también una responsabilidad (...) Narges sabe que esto la pondrá en aprietos, pero asume ese riesgo”.
En una declaración escrita al The New York Times en junio, dijo que “el apoyo y el reconocimiento global de mi defensa de los derechos humanos me hacen más decidida, más responsable, más apasionada y más esperanzada”. Una esperanza por “salir de la teocracia (...) que será un proceso largo y difícil, pero definitivamente sucederá”.