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Porto Alegre, Brasil. Cientos de mascotas han sido rescatadas del agua desde que empezaron las inundaciones en el sur de Brasil. Mojadas y nerviosas, muchas han sido acogidas en refugios creados sobre la marcha mientras esperan un nuevo hogar.
En Porto Alegre, la capital de Rio Grande do Sul, el refugio ubicado en la escuela Infante Dom Henrique es un jaleo de ladridos. Abrió sus puertas hace apenas un día y ya cuida de 47 perros, a los que se sumarán 10 gatos en las próximas horas.
Todavía sin nombre, la perrita marrón número 16 está estirada en su cama con aspecto cansado. Fue rescatada de Eldorado, una ciudad de 42 mil habitantes que fue casi enteramente inundada, y ahora recibe tratamiento para la sarna.
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"No sabemos nada; solo dónde la rescataron", explica a EFE la voluntaria Letícia Rodrigues, quien dice que disponen de correas, jaulas y comida de sobras, todo donado, pero que lo que faltan son personas dispuestas a adoptar.
Los voluntarios han abierto una cuenta en redes sociales con imágenes de los perros para ver si dan con los dueños, aunque es difícil en medio del caos existente.
Cuando empezaron las inundaciones, Rodrigues, funcionaria del Poder Judicial de 35 años, se lanzó a rescatar a personas aisladas en los tejados de sus casas, pero pronto se dio cuenta de que nadie se estaba ocupando de los animales.
“Entrábamos en el agua con los bomberos y los sacábamos de todos los lugares imaginables. Luego, vimos que no había adónde llevarlos”, cuenta.
Alrededor de 10 mil animales, entre mascotas y especies salvajes, han sido rescatados en Rio Grande do Sul en la última semana y media, según las autoridades regionales.
Algunas de estas operaciones han recibido una atención excepcional en medios de comunicación y redes sociales, en un país que se desvive por las mascotas.
Es el caso del caballo Caramelo, que fue rescatado de un tejado gracias a un operativo especial con botes inflables, una decena de bomberos y veterinarios, y un helicóptero de la cadena Globo grabando cada detalle.
Lejos de los focos, tres veterinarios, con el estetoscopio al cuello, hacen ronda en el refugio de Porto Alegre para ver cómo están los perros. Auscultan, miran dientes y dan medicamentos para matar las lombrices. Algunos ladran, aunque la mayoría está tranquilo esperando su ración de comida.
“Llegan en pánico, pero una vez acomodados empiezan a relajarse”, explica Marilia Corsetti, veterinaria de 62 años.
Pese a la infección en la piel, la perrita número 16 ha captado el interés de Ana Paula Ramos, profesora de 31 años que ya tiene dos cachorros pero que dice que “donde caben dos caben tres”.
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Le pasa la mano por el lomo y le pregunta a Corsetti qué tratamiento tiene que seguir para la sarna. Despejadas las dudas, decide quedársela, para alegría de la veterinaria y de los voluntarios.
Rebautizada como Margarida, la perrita se pone de pie y sale del refugio moviendo la cola junto a su nueva dueña.
“¡Gracias a Dios una más adoptada!”, exclama Corsetti.