A lo largo de la campaña presidencial, convirtió a México en su piñata favorita para golpear y amenazar con aranceles, con envío de tropas para enfrentar a los cárteles, con un programa de deportación masiva “como no se ha visto” en Estados Unidos y con renegociar, en vez de sólo revisar, el T-MEC.

El gobierno de México ha actuado con cautela, insistiendo en que habrá una relación sana, dinámica, basada en el respeto. Expertos subrayan que Trump es un hombre que habla mucho, y que hay que diferenciar las amenazas de los hechos.

Sin embargo, el magnate estuvo ya cuatro años en la Casa Blanca que se caracterizaron por las amenazas y la presión efectiva a México en materia comercial, de narcotráfico y de migración. “Debemos tomarnos seriamente los anuncios de Trump”, dijo en X la exembajadora de México en Estados Unidos, Martha Bárcena. Porque no es sólo Trump, “los republicanos nos están viendo ya no como un país que es un socio, sino como una amenaza”.

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En migración, dice que su plan de deportación masiva “podría iniciar” con un millón de personas. Se calcula que viven en Estados Unidos 11 millones de indocumentados. Thomas Homan, exjefe del Servicio de Inmigración y Control de Aduanas (ICE), propuso deportar a familias enteras “para evitar que se separen”.

Los costos de una maniobra de ese tipo la vuelven casi imposible de practicar: habría que construir más prisiones para detenerlos si son deportados, se requeriría incrementar el personal y los jueces migratorios; los indocumentados tienen derecho al debido proceso, sin considerar el costo de alimentos, etc. En cuanto al destino, Trump ha demostrado no tener reparos en obligar a México a aceptar a los expulsados, con la amenaza de imponer aranceles. El ejemplo más claro: Quédate en México.

Hay antecedentes de deportaciones masivas: el gobierno de Dwight Eisenhower deportó en 1954 a un millón 300 mil personas, en lo que se conoció como Operación Espalda Mojada. Trump, no precisamente un fanático de los derechos humanos, podría intentar una cosa parecida. Ha amenazado con cerrar la frontera, algo que en la práctica también ha hecho el gobierno de Joe Biden, y es de preverse una versión 2.0 de Quédate en México que pondrá bajo presión al sistema migratorio mexicano. Trump también ha dicho que México está “petrificado” por los cárteles y habló abiertamente de la posibilidad de bombardearlos. “México tendrá que alinearse bastante rápido. Recuperaremos nuestro territorio, restauraremos las fronteras soberanas de Estados Unidos de América y sacaremos rápidamente del negocio a los cárteles. Se van a ir”, dijo en una entrevista. Una operación así suena lejana, porque desataría una crisis en las relaciones diplomáticas.

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En cambio, su propuesta de confiscar los bienes del narco puede ser más factible, igual que presionar al gobierno mexicano para que entregue a líderes del narco.

La revisión del T-MEC, programada para 2026, le da el escenario perfecto para presionar por cambios, incluso una renegociación, fortalecido por tener el Senado de su lado y, quizá, la Cámara Baja.

China será otro factor que tense la relación. Trump ha sido claro en que no permitirá negocios en su vecidario que afecten a las empresas de Estados Unidos . La presión sobre México será constante.

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