Bruselas.— Las críticas, los insultos y los desplantes realizados por el presidente Donald Trump y su equipo en el arranque de su segundo mandato levantaron sobre Europa una enorme nube de incertidumbre y sospechas sobre el futuro de la Alianza Atlántica que durante 76 años ha garantizado paz y estabilidad en el continente.
Ahora que la polvareda comienza a disiparse, no por falta de tormentosos ataques, sino por resignación, el encono, las inconsistencias y el desconcierto serán la melodía que acompañará a la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) en los próximos cuatro años; emerge una serie de conclusiones que habrán de moldear a la mayor organización militar del planeta.
Estados Unidos no se va de la OTAN, pero las cosas no serán como antes. La populista administración de Donald Trump ha dañado de manera irreparable el principio existencial de la Alianza, el de la lealtad político-militar a ciegas.
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A Trump y a su equipo les llevó tres días sepultar décadas de confianza colectiva. Sin tomar en consideración a Europa, Trump contactó a su homólogo ruso Vladimir Putin, considerado paria internacional por invadir una nación soberana, para negociar unilateralmente sobre Ucrania.
Acto seguido, el secretario de Defensa, Pete Hegseth, destapó las cartas de negociación sobre Ucrania, enfatizando que no formará parte de la OTAN y que perderá territorios ocupados por Rusia a partir de 2014. Para rematar, el vicepresidente JD Vance usó la tribuna de la Conferencia sobre Seguridad de Múnich, el foro que durante seis décadas ha servido para fortalecer los lazos trasatlánticos, para lanzar un mordaz ataque populista contra la democracia europea.
La segunda conclusión es que Europa debe ser capaz de valerse por sí sola. Los días en que había la certeza de que el Tío Sam vendría al rescate en caso de agresión exterior llegaron a su fin. Trump ha puesto en duda el apoyo de EU a los socios que no destinan como mínimo a defensa 2% del PIB, como Italia, Canadá, Portugal, Bélgica, España, Eslovenia y Luxemburgo.
Para Eliot Cohen, profesor de la Johns Hopkins University, es posible que esta situación consiga que Europa tome cartas en el asunto, para garantizar su seguridad y evitar la capitulación de Ucrania. “A veces la terapia de electrochoque, aunque se administre de forma inexperta, puede ser parte de la cura”, asegura el experto.
Los socios europeos han comenzado a reaccionar ante la encrucijada histórica generada por el caos diplomático y económico de Trump. La guerra de Putin contra Ucrania había provocado un aumento del gasto militar europeo a partir de 2022, pero ante los reiterados mensajes del equipo de Trump, de que la prioridad estadounidense en materia de seguridad no es Europa sino el Pacífico, los incrementos están escalando a niveles no vistos desde la Guerra Fría.
El gasto militar europeo aumentó el año pasado 11.7%, indica el International Institute for Strategic Studies (IISS) con sede en Londres. Alemania muestra el mayor crecimiento: fue de 86 mil millones de dólares en 2024, de acuerdo con el IISS, mientras que Polonia ya escaló hasta el peldaño 15 global. El crecimiento regional en 2024 estuvo dominado por el aumento real de 23% del presupuesto de defensa de Alemania.
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“Cinco años, el periodo en el que podría materializarse una posible amenaza rusa para la Unión Europea, es un plazo breve para el rearme de Europa. Por el bien de la UE y, en un plazo más inmediato, de Ucrania, los europeos deben pasar de identificar los problemas a actuar en consecuencia”, afirma el diplomático checo Petr Tuma, en un análisis publicado por el think tank Atlantic Council.
La pregunta que se hacen los expertos es si Trump tendrá la paciencia y habilidad para navegar por un proceso en el que no hay posibilidad de un acuerdo simple ni alcanzable de la noche a la mañana. “Rusia prolongará las negociaciones, extraerá el máximo de concesiones y se asegurará de que cualquier acuerdo coloque a Ucrania en una posición vulnerable y subordinada”, afirma Joris Van Bladel, experto del Instituto Real de Relaciones Exteriores Egmont. Basándose en el conocido manual de negociación soviético-ruso, asegura que “es muy probable que Trump no consiga alcanzar su prometida “paz inmediata” y, como en el pasado, dé marcha atrás en sus propias afirmaciones y abandone su supuesta estrategia”.
Las implicaciones de estas evoluciones en la OTAN se conocerán pronto. Los jefes de Estado y de gobierno sostendrán en La Haya una cumbre del 24 al 26 de junio y el secretario general aliado, Mark Rutte, deberá mostrar que la Alianza es capaz de avanzar.
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El bloque trabaja en un nuevo plan de defensa frente a una posible invasión rusa, lo que implica elevar el número de tropas desplegables. La intención es aumentar el número de brigadas de 82 a 131, es decir, entre 170 mil y 250 mil militares adicionales y las defensas antiaéreas en tierra; la estimación más ambiciosa es de las 293 actuales a mil 467. La Estructura de Fuerzas, denominada New Force Model, en vigor desde 2023, contempla el despliegue a tres niveles, de cero a 180 días, y va de una escala de 100 mil a más de 500 mil elementos. “La OTAN se defiende con un escudo y una espada”, con medios defensivos y ofensivos, dice el almirante francés Pierre Vandier, comandante supremo aliado para la transformación de la OTAN. “El escudo y la espada son [ahora] demasiado pequeñas”, asegura.
Otra prueba de fuego es cómo evitar que Rusia vuelva a agredir a Ucrania cuando se restablezca la paz. La forma más sencilla sería la adhesión o garantías explícitas de seguridad de la OTAN, fórmulas descartadas por Trump, quien es favorable a la presencia de europeos sobre el terreno. Alemania, Francia, Reino Unido y Polonia trabajan en un plan europeo y parece haber disponibilidad para asumir el peso de la fuerza disuasoria, aunque son conscientes de que a estas alturas no son capaces de actuar en solitario.
El ministro de Exteriores de Países Bajos, Caspar Veldkamp, reconoció que las fuerzas europeas carecen de capacidades clave, desde aviones de transporte hasta información de inteligencia. En la cumbre de La Haya, Rutte tiene la encomienda de refrendar el apoyo militar a Ucrania.
Las discusiones sobre la norma del gasto militar de los países miembros de la OTAN supone otra piedra de toque. En la Conferencia de Múnich circuló la versión de que la opción más realista es de 3.5%, mientras que Rutte ha sugerido pasos anuales equivalentes a 0.2 y 0.3%.
Fenella McGerty y Karl Dewey, investigadores del IISS, señalan que si los socios europeos de la OTAN sostuvieran la tasa de crecimiento de 2024, el gasto en defensa alcanzaría una media de 3% del PIB en cinco años y de 5% en 10.
“Sin embargo, mantener la elevada tasa de crecimiento de 2024 es probablemente inviable para la mayoría de los países. No se prevé que los aumentos en 2025 sean tan elevados. Un mayor crecimiento dependerá de los compromisos renovados que se asuman en la cumbre de la OTAN en La Haya”. Los estudiosos consideran que los aumentos serían en reacción al posible debilitamiento de los compromisos de EU con la seguridad regional.