“Ya estuvieron las reinas, hoy llevas al rey”, dice a Cancha Yesenia Egli, la mujer detrás del desembarco de en El Salvador. La CEO de la productora Meta Show Entertainment se refería a los últimos dos megaeventos que albergó la pequeña nación centroamericana: Miss Universo en noviembre de 2023 y el partido que el Inter Miami jugará contra la selección salvadoreña este viernes a las 22 (hora argentina).

Y según revela al segmento de deportes del periódico El Salvador, Egli no planea frenar ahí. “Está en nuestra mesa llevar próximamente a Barcelona, Real Madrid, equipos de México, demás clubes. También la NBA”, apunta.

Sin embargo, nada de esto hubiese sido posible unos pocos años atrás. Egli destaca que el factor ha sido determinante para poder llevar a cabo la gestión.

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Hace tan sólo nueve años, El Salvador era el país más peligroso del mundo. No había grandes eventos y las únicas veces que se mencionaba a la diminuta nación centroamericana en los medios de comunicación internacionales era por el estupor que generaban sus exorbitantes tasas de homicidios –un récord de 105 cada 100 mil habitantes en 2015—, muchísimo más altas que las de países en guerra como Yemen o Siria.

Los principales responsables de la insoportable espiral de violencia eran las pandillas o maras, organizadas en “clicas” o células que controlaban prácticamente todo el territorio salvadoreño. Sus actividades básicas incluían extorsión, narcomenudeo, contrabando de armas, secuestro, robo y hasta asesinatos por encargo.

La población vivía atemorizada. “No se podía salir de la casa. Se escuchaban las balaceras a cada rato. Eso ya no. Hoy los agarran y se quedan guardados. Es tranquilo ahora”, dice a LA NACION Oscar Ramírez (26), un residente de la colonia La Campanera, el que era el barrio más caliente del país.

Ramírez recién pudo regresar a su casa en 2021. Antes vivió unos años con sus abuelos en Chalatenango después de huir de la capital salvadoreña para evitar ser reclutado por las pandillas.

Aunque lo cierto es que los índices de asesinatos ya venían bajando durante la gestión del presidente Salvador Sánchez Cerén, el descenso más dramático se produjo con la llegada al poder de Nayib Bukele.

Una investigación del El Faro atribuyó esa caída inicial a unas negociaciones secretas entre Bukele y las principales pandillas del país. Cuando ese pacto no funcionó —en un vindicativo fin de semana de 2022, la MS-13 masacró a 87 personas en respuesta a una “traición” de las autoridades–, el mandatario recurrió a su tan comentado estado de excepción.

A costa de la suspensión de las garantías constitucionales de derecho a la defensa y de detenciones masivas, incluso de jóvenes no relacionados a las maras de zonas pobres, las cifras de homicidios se desplomaron. Con una tasa de 2,3 homicidios por cada 100.000 habitantes en septiembre de 2023, El Salvador se convirtió el año pasado en el país más seguro de América Latina, una noticia que el mandatario, el mejor promotor de sus políticas, se encargó de divulgar por todas las plataformas posibles, incluida la Asamblea General de la ONU.

“Bukele tiene una capacidad sobresaliente para que las cosas no tan buenas pasen desapercibidas o no se sientan al corto plazo. Durante el estado de excepción han habido abusos del estado gravísimos pero ha sabido manejar extremadamente bien el aspecto comunicacional”, apunta en diálogo con LA NACION el politólogo salvadoreño Manuel Melendez Sánchez.

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"Sportswashing"

A la par, el presidente Bukele invirtió en la mejora de la infraestructura del país y comenzó a promocionar el turismo a través del deporte, principalmente el surf por las condiciones naturales del país.

En una entrevista con Bloomberg Línea en 2022, la ministra de Turismo, Morena Valdez, detalló las apuestas que tenía su cartera para atraer extranjeros, impulsar la economía, cambiar la percepción de inseguridad y conquistar de vuelta a los que migraron; todo a través de las olas y del resonante proyecto de Surf City.

“Es muy eficaz al convencer a la gente del bien que hace. Le encantan los anuncios pomposos como el de Surf City o Bitcoin City”, dice a este medio Tiziano Breda, antiguo investigador del International Crisis Group.

Esta apuesta central por el surf pronto se fue ampliando. El año pasado el país auspició los Juegos Centroamericanos y del Caribe de 2023 y también el reconocido certamen de Miss Universo. La llegada del número uno del futbol mundial a El Salvador tan sólo viene a coronar un esfuerzo del gobierno de varios años.

Como si fuera poco, el año pasado el país se convirtió en el destino turístico de mayor crecimiento de Occidente en porcentaje de llegadas internacionales, según datos de la Organización Mundial de Turismo.

Sin embargo, muchos han señalado a Bukele por hacer “sportswashing” o “lavado deportivo” con estos mega eventos y así esconder una realidad oscura subyacente detrás de este supuesto caso de éxito. Lo cierto es que así como sus resultados en materia de seguridad han atraído la atención internacional también lo han hecho sus controvertidos métodos. El presidente enfrenta acusaciones de violaciones sistemáticas de los derechos humanos por esa misma represión mientras su gobierno ha sido cuestionado por varias medidas que han socavado la democracia del país. El ejemplo más latente, quizás, han sido los zarpazos a la justicia que pavimentaron su camino a la reelección, algo que al menos hasta hace poco estaba prohibido por la Constitución.

“El sportwashing es una estrategia clásica de los regímenes autoritarios. Hay casos tan recientes como el Mundial de Qatar o los Juegos Olímpicos de Pekín. Estos eventos son muy importantes dentro del discurso de Bukele porque le permiten vender esta visión de un país moderno, que, como él ha dicho, está entre los mejores del mundo y que puede atraer a las personas más hermosas del mundo con Miss Universo y a los deportistas más grandes de la historia”, argumenta Melendez.

Bukele ha tomado nota de las críticas y se ha defendido. “Dicen que vivimos en una dictadura”, declaró durante la ceremonia de apertura de los Juegos Centroamericanos y del Caribe. “Pero pregunten a los pasajeros del bus; vayan a un restaurante y pregunten a los comensales, a los meseros. Pregúntenle a quien quieran. Aquí en El Salvador pueden ir a cualquier lugar. ¡Es totalmente seguro! Pregúntenle qué opinan de El Salvador, qué piensan de este gobierno, de la supuesta dictadura”, declaró frente a la multitud, que coreaba “¡Reelección!”.

El fervor que despierta Bukele no ha mermado a pesar de su carácter autoritario. Las últimas encuestas muestran que el candidato arrasa con un 89,9% de intención de voto de cara a los comicios que se celebrarán el 4 de febrero. El siguiente candidato, del FMLN, reúne tan sólo el 3,7% y el tercero, de Arena, un 3,4%.

“Bukele es muy bueno para polarizar, y según su relato, el que no está con él, está con las pandillas”, concluye Breda.

Sin embargo, se percibe cierto clima de preocupación, sobre todo en relación a los arrestos arbitrarios, señala Melendez, quien observó un aumento de los grupos de hombres que andan acompañados por la calle en ciertas zonas de El Salvador. En esta línea, una encuesta del Proyecto de Opinión Pública de América Latina (Lapop) sugiere que el nivel de miedo a expresar las opiniones políticas ha aumentado de 40,6 en 2018 a 54,7 en 2023.

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