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El huracán Milton y su fortalecimiento extraordinariamente acelerado es apenas el ejemplo más reciente de lo que los expertos califican ahora de la temporada de huracanes más extraña que han visto en sus vidas.
Antes del inicio de esta temporada de huracanes, los expertos advertían que todo hacía pensar que sería una de las más agitadas, y así empezó cuando Beryl fue la tormenta más temprana en llegar a categoría 5 desde que se llevan registros. Y entonces no pasó nada. Desde el 20 de agosto al 23 de septiembre – usualmente el pico de la temporada de huracanes — hubo una tranquilidad sin precedente, dijo Phil Klotzbach, investigador de la Universidad Estatal de Colorado.
Entonces surgieron cinco huracanes entre el 26 de septiembre y el 6 de octubre, más del doble del récord anterior de dos. El domingo y lunes, hubo tres huracanes en octubre al mismo tiempo, algo que nunca había ocurrido antes, indicó Klotzbach. En apenas 46,5 horas, Milton fue de una incipiente tormenta tropical con vientos de 64 kilómetros por hora (40 millas por hora) a un huracán fuertísimo categoría 5 con vientos de 257 kph (160 mph). Y a partir de allí se fortaleció aun más.
“Estaba viendo los registros de las temporadas de huracanes del Atlántico y realmente no hay nada similar, así de neurótica ha sido esta temporada”, comentó Klotzbach. “Aunque la temporada no ha acabado. Veremos qué viene después de Milton”.
Kerry Emanuel, profesor de meteorología de MIT, ha estado estudiando temporadas de huracanes desde los años ochenta y nunca ha visto algo como la temporada actual. Eso incluye el año en que hubo tantas tormentas que a los meteorólogos se les acabaron las letras del abecedario y empezaron a usar letras griegas.
Antes del inicio de la temporada de huracanes el 1 de junio, los expertos tomaban en cuenta el calentamiento récord de los océanos y el enfriamiento de las aguas del Pacífico – fenómeno conocido como La Niña – para pronosticar una temporada de huracanes muy activa. Las opiniones eran casi unánimes.
Cuando Beryl se convirtió en huracán categoría 5 a inicios de junio, los expertos parecían haber acertado.
Entonces vino mediados de agosto. El 20 de agosto es una fecha tan importante como el marcador del inicio de lo máximo de la temporada de huracanes que el pionero en el estudio de huracanes Bill Gray solía hacer sonar una campana como una especie de pistola de carreras. Este año, cuando un estudiante sonó la campana, la actividad bajó a casi cero. Cuando se calcularon las cifras de duración y fuerza de las tormentas, el mes siguiente resultó ser el más tranquilo desde que se llevan registros, dijo Klotzbach.
Eso fue muy inusual por que pare entonces las aguas del Golfo de México, el Caribe y el Atlántico estaban a temperaturas récord o casi récord, fungiendo como gigantescas estaciones de combustible para los huracanes. Pero el aire también se estaba calentando mucho, más que el agua. Es esa diferencia, entre las temperaturas del aire y del agua, lo que importa, y era simplemente muy baja, explicó Emanuel.
A eso se le debe añadir un fenómeno climático natural que empujó aire muy alto y lo trajo abajo rápidamente sobre el Atlántico, lo que dificultó la formación de huracanes, dijo Kristen Corbosiero, científica de la atmósfera de la Universidad de Albany.
Además de eso, el polvo del Sahara africano se estaba esparciendo e interfiriendo con el desarrollo de sistemas que eventualmente pasarían a ser huracanes, señaló Bernadette Woods Placky, meteoróloga de Climate Matters.
“Me pareció alentador que no haya habido tantos huracanes”, explicó Woods Placky. “Aun si ello contradice los modelos, porque por supuesto que no queremos ver estas tormentas tan devastadoras”.
Pero no duró mucho.
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El aire superior se enfrió, el aire inferior se desplazó y el Gyre centroamericano – un sistema climático alto en forma de vorágine – se impuso. El sistema empezó a dar vueltas y a engendrar huracanes, dijo Corbosiero. Se firmó el huracán Helene, seguido de Isaac, Kirk, Leslie y ahora Milton.
Helene fue por tamaño una de las tormentas más grandes de las décadas recientes, con vientos de tormenta tropical de punta a punta de 675 kilómetros (420 millas) antes de entrar a tierra, la tercera tormenta más grande que surge en el golfo desde 1988 y más grande que el estado de Georgia. Ello le permitió acumular más humedad en el Golfo de México y entró en tierra con fuerza hasta que chocó contra las montañas, lo que causó aun más lluvia. Las aguas más cálidas del golfo provocaron más lluvias y el cambio climático producido por el hombre hizo que el calentamiento de las aguas sea 300 veces más probable, dice Woods Placky. Un estudio de investigadores del Laboratorio Nacional Lawrence Berkeley halló que el cambio climático hizo aumentar la lluvia de Helene en 50% en partes de Georgia y las Carolinas.
Helene rápidamente se intensificó en esas aguas cálidas, pero cuando apareció Milton, se fortaleció a un ritmo incluso más acelerado, cuadruplicando la velocidad de sus vientos en menos de dos días. Milton se convirtió en la séptima tormenta de los últimos 20 años en ganar por lo menos 120 kph (75 mph) en velocidad de vientos en apenas 24 horas. Ninguna tormenta hizo eso entre 1950 y el 2000, indicó Klotzbach.
Corbosiero, Klotzbach y Emanuel dijeron que factores aleatorios, otras condiciones atmosféricas y quizás incluso la erupción de un volcán submarino en 2022 fueron factores en esta extraña temporada de huracanes.
Woods Placky opinó que el futuro luce sombrío.
“Mientras más haya calentamiento atmosférico, peores serán estos fenómenos”, expresó. “Hay una relación directa entre los daños que estamos viendo en estas comunidades y la cantidad de gases de efecto invernadero que estamos lanzando hacia la atmósfera”.
mcc