El voraz incendio que estalló la tarde del lunes en el Cercado de Lima sigue desafiando a cientos de bomberos voluntarios, quienes llevan más de 48 horas batallando contra las llamas en una zona histórica marcada por construcciones antiguas y almacenes clandestinos.
Lo que comenzó en el último piso de un edificio de seis niveles, donde se almacenaban juguetes de plástico sin permisos oficiales, se ha convertido en un siniestro de proporciones alarmantes que amenaza con prolongarse hasta el domingo 9 de marzo, según estimaciones del Cuerpo General de Bomberos Voluntarios del Perú.
El comandante territorial de Lima y Callao, Alfonso Panizo, describió la situación como "extremadamente complicada" debido al diseño laberíntico del área afectada.
"No podemos llegar al corazón del fuego. El 70% de las llamas sigue intacto, sin una gota de agua que lo toque", confesó.
Hasta ahora, seis edificaciones han sido alcanzadas por el incendio, cuatro de ellas reducidas a escombros y una parcialmente colapsada, mientras drones sobrevuelan la zona para evaluar el daño.
El enemigo: agua escasa y materiales inflamables
La falta de acceso y el bajo caudal de agua han convertido esta emergencia en una carrera contrarreloj. Los bomberos han improvisado piscinas para acumular el recurso traído por cisternas de Sedapal, pero el brigadier mayor Carlos Malpica, de los bomberos voluntarios, explicó a Andina que "el agua se agota en dos o tres minutos".
Entre 250 y 300 efectivos por turno trabajan sin descanso, aplicando una estrategia defensiva para contener el avance del fuego hacia áreas sensibles, como la cercana maternidad de Lima, que por ahora no ha sido afectada por el humo.
Sin embargo, el riesgo no termina ahí. En los almacenes informales, clausurados en el pasado pero reabiertos mediante medidas cautelares, se acumulan productos inflamables que alimentan las llamas y elevan la posibilidad de explosiones o más derrumbes.
"Es un polvorín disfrazado de almacén", señaló un testigo en el lugar, mientras maquinaria pesada abría brechas en las paredes para facilitar el ingreso de agua.
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Respuesta oficial y el impacto en la ciudad
La municipalidad de Lima evacuó a residentes en peligro, y el Ministerio de Salud instaló un puesto médico para atender a los 17 lesionados por inhalación de humo, dos de los cuales requirieron traslado a centros hospitalarios.
Mientras tanto, el Ministerio del Ambiente monitorea la calidad del aire, que se dispersa favorablemente gracias a las condiciones meteorológicas, aliviando temores en distritos como Rímac y San Juan de Lurigancho.
El fuego, que ha devorado construcciones históricas y almacenes repletos de mercancía, expone una vez más las fallas en la fiscalización de actividades informales en el centro de la capital peruana.
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Mario Casaretto, representante de la municipalidad, admitió que los almacenes operaban sin autorización, un problema recurrente que ahora cobra un alto precio.
Con el humo aún elevándose sobre el cielo limeño y el sonido de las sirenas resonando en las calles, los bomberos advierten que el control total del incendio podría demorar días.
Lo que comenzó como un incidente aislado ya es un recordatorio del peligro latente en el corazón de la ciudad, donde la historia, la informalidad y la tragedia se entrelazan entre las cenizas. Por ahora, Lima contiene la respiración, a la espera de que las llamas cedan.
*Con información de El Comercio y EFE
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