Miami.— La inteligencia artificial (IA) ha transformado múltiples aspectos de la vida moderna, desde la automatización industrial hasta la generación de contenido. Pero , el modelo de IA desarrollado por Elon Musk y alojado en la plataforma X, ha suscitado un debate público sobre los límites de la libertad de expresión y los abusos éticos, legales y sociales implicados.

Fue el pasado 12 de diciembre cuando X lanzó una versión gratuita de Grok, antes sólo disponible bajo suscripción.

Si bien Grok se presenta como una herramienta revolucionaria que prioriza justamente la libertad de expresión y la innovación, sus detractores acusan violación de datos, proliferación de contenido ofensivo y desinformación, Grok ilustra los desafíos y riesgos inherentes al desarrollo de tecnologías disruptivas sin un marco regulador capaz de definir límites.

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Las acusaciones más serias contra Grok provienen de Europa, donde nueve países han presentado denuncias legales contra Musk y la plataforma X, antes Twitter. Foto: Ettiene Laurent / EFE
Las acusaciones más serias contra Grok provienen de Europa, donde nueve países han presentado denuncias legales contra Musk y la plataforma X, antes Twitter. Foto: Ettiene Laurent / EFE

Desde su lanzamiento, Grok ha estado en el centro de múltiples escándalos que pueden dividirse en tres áreas críticas: contenido ofensivo, violaciones de privacidad y propagación de desinformación. Gabriel Corvera, ingeniero en sistemas computacionales con más de una década creando softwares y apps para una poderosa empresa estadounidense, comenta a EL UNIVERSAL que “la capacidad de Grok para generar imágenes hiperrealistas o dar a conocer información sensible no están respaldadas por filtros éticos suficientemente estrictos, lo que abre la puerta a un uso malintencionado del contenido”.

Ejemplos recientes y notorios son la difusión de imágenes denigrantes del futbolista Lamine Yamal —robando a una anciana o subido en una patera, en una alusión directa a los migrantes que llegan a Europa, o con comentarios xenófobos— o fotografías falsas de figuras públicas como el portero Iker Casillas y el político de ultraderecha español Santiago Abascal. El fenómeno se agrava por el alcance que tiene la plataforma donde se aloja Grok: 600 millones, aproximadamente.

La difusión de estas imágenes no sólo ha generado indignación, sino que ha expuesto las limitaciones de moderación dentro de la plataforma, donde usuarios denuncian que se alimentan los discursos de odio y tensiones políticas.

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Según un informe del Centro de Monitoreo de Discriminación Digital, “la tecnología detrás de Grok no cuenta con filtros éticos adecuados, lo que permite la generación de contenido que refuerza estereotipos y fomenta la xenofobia, el machismo y la discriminación”.

Las acusaciones más serias contra Grok provienen de Europa, donde nueve países han presentado denuncias legales contra Musk y la plataforma X. Estos gobiernos sostienen que los datos de 60 millones de usuarios se utilizaron sin consentimiento para entrenar a la IA, violando el Reglamento General de Protección de Datos (GDPR).

Un comunicado del Ministerio de Justicia de España destaca que “el uso indebido de datos personales para entrenar modelos de IA sin la autorización explícita de los afectados es un acto grave que mina la confianza en la tecnología”. Otra declaración similar del Ministerio de Justicia de Francia señala que “el caso de Grok demuestra una preocupante falta de respeto por las normativas internacionales de privacidad, comprometiendo la confianza de los ciudadanos en las tecnologías emergentes”.

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Aplicación contra usuario

La facilidad con la que Grok genera contenido visual y textual ha dado lugar a un aumento en la desinformación. Corvera señala que “debido a la falta de filtros adecuados, Grok permite que el usuario que se lo proponga difunda información falsa que puede manipular la percepción pública”; sin embargo, subraya que “no es la aplicación la que carece de valor ético. Es la persona, el ser humano detrás de Grok”.

Lo que muchas personas están pidiendo, explica, “es que la aplicación ponga candados contra quienes tienen en su vida personal y profesional malas prácticas éticas”. Por ejemplo, imágenes hiperrealistas de eventos falsos han sido utilizadas para promover teorías conspirativas en redes sociales, creando verdaderas discusiones y molestias de decenas de miles de usuarios.

Elon Musk, conocido por su enfoque disruptivo y su defensa inquebrantable de la libertad de expresión, ha defendido Grok argumentando que la IA necesita menos restricciones para ser verdaderamente innovadora. Durante una entrevista reciente Musk declaró que “las IA actuales están diseñadas para no ofender, pero eso las hace aburridas e ineficaces. Grok está aquí para responder casi cualquier cosa y hacerlo de manera auténtica”.

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En su política de uso se indica que Grok se puede utilizar libremente, siempre y cuando el usuario “cumpla con la ley, no dañe a las personas y respete las medidas de seguridad”. Sin embargo, en la práctica, no hay filtros de moderación para evitar que se generen contenidos de odio, o discriminatorios, como sí los hay en otras IA como OpenAI y Google Gemini.

Grok se describe como un “asistente de IA con un toque de humor y una pizca de rebelión”.

La postura de Musk ha sido ampliamente criticada por especialistas y figuras públicas. Jane Thompson, investigadora en ética de la tecnología, señala, “Musk confunde libertad con irresponsabilidad. La ausencia de restricciones en Grok no fomenta la innovación, sino un entorno donde la manipulación y el daño son inevitables”.

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La versión gratuita de Grok permite realizar un máximo de 10 consultas en dos horas. Pueden ser para hacer preguntas o para generar imágenes —en un día, una persona puede generar hasta 120 imágenes—. Víctor García Perdomo, director del Doctorado en Comunicación de la Universidad de La Sabana, en Colombia, dijo a la agencia EFE que “resulta contradictorio defender la libertad de expresión mientras se difunde desinformación o se emplea la tecnología con fines políticos”. Y añade otro factor: Musk no es, como insiste en mostrarse, sólo un ciudadano privado que resulta ser el dueño de una plataforma con cientos de millones de usuarios. Será, a partir del 20 de enero, jefe del Departamento de Eficiencia Gubernamental de Estados Unidos. En otras palabras, un funcionario del gobierno de Donald Trump.

La versión gratuita de Grok, alerta, ha irrumpido en el escenario “sin una reflexión ética adecuada y en contra de los esfuerzos de quienes han trabajado desde el ámbito tecnológico para evitar que la inteligencia artificial se salga de control”. Musk ha minimizado las preocupaciones sobre las violaciones de privacidad, describiéndolas como “exageraciones de burócratas europeos”. Esta indiferencia ha intensificado el debate público, planteando dudas sobre si su visión tecnológica prioriza el bien común o simplemente el crecimiento de su imperio empresarial.

Y es que el impacto de Grok no se limita al ámbito técnico nada más; sus efectos se sienten en la esfera pública, política y social. Figuras afectadas por imágenes generadas por la IA han reportado un incremento en el acoso en línea, mientras que comunidades marginadas han denunciado que el contenido creado por Grok perpetúa estigmas y discursos de odio.

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Un estudio del Instituto para la Integridad Digital identificó que 35% del contenido generado por Grok en su versión gratuita contiene elementos de desinformación, mientras que 20% podía clasificarse como ofensivo o discriminatorio. Estas cifras han llevado a un clamor por regulaciones más estrictas en torno a la IA generativa.

Otros elogian la “honestidad” del análisis de Grok. Un usuario, Gary Koepnick, le consultó directamente a la herramienta si Musk ha difundido desinformación en X. “Sí, hay pruebas y análisis sustanciales que sugieren que Elon Musk ha difundido información errónea sobre diversos temas, incluidas las elecciones, a un público muy amplio a través de su plataforma de medios sociales X”, respondió la IA. Añadió que “como propietario de X y usuario más seguido, las publicaciones de Musk reciben una visibilidad significativa, siendo vistas a menudo por millones o incluso miles de millones de usuarios. Esta alta tasa de participación ha dado lugar a una amplia difusión de información errónea”.

Debate ético

El caso de Grok reaviva un debate más amplio sobre la responsabilidad ética en el desarrollo de inteligencia artificial. ¿Quién debe ser responsable del contenido generado por estos modelos? ¿Deben priorizarse las libertades creativas sobre las normas éticas? “Si lo analizamos dentro de una ética y comportamiento social ideal, la responsabilidad está en el usuario. No debería suceder; es más, no deberíamos estar hablando de esto, pero la perfección no es de este mundo. La falta de ética personal y profesional es muy común y hay quienes incluso la hacen pública, como en el caso Grok. Entonces, ¿debe Elon Musk obligar a los usuarios a no rebasar los límites de la ética en las sociedades y culturas donde se desarrolla? ¿Es así como debe ser tratada la libertad del ser humano?”, se pregunta Corvera.

A favor de lo que llaman libertad creativa en redes y especialmente en aplicaciones de IA se suman algunos analistas tecnológicos que argumentan que modelos como Grok son necesarios para impulsar la innovación y ofrecer una alternativa a las IA excesivamente reguladas. Según Mark Winston, “Grok representa un nuevo paradigma en el que la tecnología no está limitada por temores infundados”.

En contra de la falta de filtros éticos hay algunos otros, como Jane Thompson, quien sostiene que la ausencia de moderación no sólo es irresponsable, sino peligrosa; “la tecnología que prioriza la libertad sin límites sobre la seguridad está condenada a fracasar”, declaró en una reciente conferencia.

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De todas las aplicaciones con IA, Grok representa hoy lo que muchos consideran como los peligros de la inteligencia artificial en su forma más cruda. Aunque representa un avance técnico indiscutible, también expone las fallas de un enfoque que privilegia la innovación por encima de la ética. Las controversias en torno a Grok no sólo se limitan a la generación de contenido inapropiado, sino que también abarcan la desinformación, la perpetuación de estereotipos negativos y las preocupaciones sobre la privacidad de los datos de los usuarios.

“Sólo mediante una regulación adecuada y un diseño consciente se podrá garantizar que la inteligencia artificial sirva como una herramienta para el bien común y no como un vehículo para la desinformación y el daño social”, concluye el especialista Gabriel Corvera. Este caso debería servir como un llamado a la acción para establecer estándares globales que guíen el desarrollo de la tecnología en el siglo 21.

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