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Londres.— La familia real británica se reunió ayer para una misa de gracias por los 70 años de reinado de Isabel II, sin la monarca, cansada por el primer día de festejos, pero con Enrique y Meghan, que centraron todas las miradas. La reina de 96 años, con crecientes problemas de movilidad, experimentó “un cierto malestar” tras aparecer dos veces de pie la víspera en el balcón del Palacio de Buckingham para lanzar los cuatro días de celebraciones por su Jubileo de Platino.
Jefa de la Iglesia de Inglaterra y muy religiosa, la monarca decidió no acudir al acto debido al largo trayecto desde el castillo de Windsor hasta la catedral de San Pablo en Londres y “la actividad necesaria para participar en la misa”, explicó la casa real. La reina Isabel II no asistirá hoy al evento Epsom Derby, anunció el Palacio de Buckingham. El palacio dijo que se espera que la reina lo vea por televisión en el castillo de Windsor.
Ayer, tampoco acudió, por haber contraído el Covid-19, el príncipe Andrés, de 62 años, considerado “hijo predilecto” de la monarca, pero alejado de la vida pública a raíz de acusaciones de agresión sexual a una menor en Estados Unidos.
El príncipe Carlos, quien representó a la reina, y su esposa, la duquesa de Cornualles, tenían sillas especiales en la primera fila al otro lado del pasillo central. El príncipe Guillermo y su esposa, la duquesa de Cambridge, estaban sentados junto a ellos.
Quienes también aparecieron, por primera vez en público desde hace dos años en el Reino Unido, fueron el príncipe Enrique y su esposa Meghan. La multitud los recibió con una mezcla de ovaciones y abucheos, ilustrando las opiniones encontradas que despiertan en el Reino Unido, a menudo con una división generacional.
Enrique y Meghan sacudieron a la monarquía cuando en 2020 decidieron irse a vivir a California, desde donde criticaron a la familia real, llegando a acusar de racismo a uno de sus miembros, que no nombraron.
Desde entonces han visto a la reina poco y en privado y su hija menor, Lilibet, que el sábado cumple un año, no conocía hasta ahora a su celebérrima bisabuela. Viajaron a Londres para las fiestas del jubileo, pero el jueves se habían mantenido alejados de la prensa.
En el interior de la majestuosa catedral anglicana, asistieron al servicio unas 2 mil personas, incluida la mayoría de familiares de la soberana, el premier Boris Johnson, líderes políticos, sociales y representantes de otras religiones. Entre las numerosas intervenciones, el arzobispo de York, Stephen Cottrell, se dirigió a la reina, asumiendo que vería la misa por televisión, y bromenado con su pasión por los caballos le agradeció que siguiera “sobre la silla de montar”. La ceremonia dio gracias por la vida y el reinado de la monarca.
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