El presidente estadounidense, Donald Trump, alardea de que ha “presionado” a su par mexicana, Claudia Sheinbaum, para que permita que fuerzas de Estados Unidos operen en México para combatir al narco… mientras los cárteles mexicanos se meten hasta la cocina en suelo estadounidense y cooptan a ciudadanos de ese país para sus múltiples negocios, de las drogas al huachicol.

Que el narco mexicano controla parte del territorio mexicano está más que dicho —no por ello es menos cierto—. Lo afirma Trump, lo repite su vicepresidente, la secretaria de Seguridad Nacional, el jefe del Comando Norte, el nominado a jefe de la DEA…

Sin embargo, no sólo es cierto que sin demanda de drogas: fentanilo, marihuana, cocaína, en Estados Unidos, no hay oferta. También es cierto que para el nivel de distribución de sustancias que hay en las ciudades estadounidenses, se requiere de complicidad de ciudadanos de aquel país. Y no nada más en el tema de las drogas. EL UNIVERSAL ha evidenciado cómo el huachicol se ha convertido en un negociazo para cárteles como el CJNG, De Sinaloa o el Cártel del Golfo. En palabras del propio Departamento del Tesoro, el robo de combustible a Pemex para traficarlo a EU y de ahí distribuirlo y recibir de vuelta ganancias “lavaditas” es ya el segundo más redituable para el narco mexicano.

Nada de eso sería posible sin la cooperación de ciudadanos y funcionarios estadounidenses. Estamos hablando de crudo robado que se hace pasar por aceite quemado u otras cosas en cantidades tales que no sólo se reparte en Estados Unidos, sino que parte de ahí a Centroamérica, al Caribe, a India, a Japón, partes de África y, de acuerdo con el Departamento del Tesoro, a pesar de su normativa más estricta, incluso a países europeos.

Texas, en este negocio, es un centro clave de almacenamiento, transformación y distribución del combustible. ¿Y el gobernador Greg Abbott? Texas, el mismo estado fronterizo con México que tanto exige cerrar la frontera a los “delincuentes, criminales y narcos”, donde han sido desplegados miles de elementos para evitar el paso de migrantes… pero no sólo se les cuela el huachicol, sino que sus ciudadanos lo combinan, venden y le lavan el dinero al narco mexicano que Trump tanto dice odiar.

El gobierno estadounidense expresa su indignación por los cientos de miles de estadounidenses que mueren de sobredosis por fentanilo. Pero insiste en minimizar no sólo el rol de la demanda, sino de estadounidenses implicados en este negocio, y ahora también en el del huachicol.

Si Trump quiere poner fin a la epidemia de drogadicción, no sólo debe atacar al narco mexicano, sino enfrentar la realidad de la delincuencia estadounidense que permite que la droga llegue a las ciudades estadounidenses; si quiere “pegar” a las finanzas de los cárteles, debe empezar por “hacer limpieza” en su propia casa, donde no sólo en Texas hay una red evidente y bien asentada desde hace años, sino en otros estados donde se crean empresas fantasma, donde bancos e instituciones financieras operan con total opacidad. Y si hablamos de control territorial, no deja muy bien parado a Trump que personal de la Patrulla Fronteriza diga que hay drones del narco vigilando la frontera, del lado estadounidense, cuidando “su negocio desde al menos 2022. ¿Y la mano dura, Trump?

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