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Los océanos del mundo son un motor de movimiento incesante, con olas, mareas y corrientes que nunca se detienen. Por siglos, han moldeado nuestras costas, nuestras rutas comerciales y nuestro clima. Hoy representan una de las fuentes de energía renovable más prometedoras, pero menos aprovechadas. Mientras que países de Europa y Asia ya están invirtiendo fuertemente en lo que algunos llaman “energía azul”, México apenas ha comenzado a explorar su extraordinario potencial marino. Eso tiene que cambiar.
En todo el mundo, la energía oceánica está pasando de la fase experimental a la realidad. La central mareomotriz francesa de La Rance, en funcionamiento desde 1966, produce entre 500 y 600 GWh de electricidad al año, suficiente para abastecer a unos 225 mil hogares. En Pentland Firth, Escocia, el proyecto MeyGen está demostrando el potencial de las corrientes mareales: su primera fase de 6 MW ya produce alrededor de 30 GWh al año, y la planta podría llegar a alcanzar los 400 MW, suficientes para abastecer a 175 mil hogares. Por su parte, la central mareomotriz del lago Sihwa, en Corea del Sur, con una capacidad de 254 MW, genera más de 550 GWh al año y suministra electricidad a unas 500 mil personas a un coste de solo dos céntimos por kilovatio-hora. Se trata de una de las fuentes de energía renovable más baratas del planeta. Estos proyectos demuestran que la energía mareomotriz no es una fantasía futurista. Ya está produciendo grandes volúmenes de electricidad limpia a precios muy competitivos.
La energía oceánica ofrece tres ventajas claras. Primero, es predecible: las mareas se pueden pronosticar con años de antelación, a diferencia del sol o el viento. Segundo, es renovable y sostenible, sin emisiones de carbono. En tercer lugar, puede desempeñar un papel complementario crucial, equilibrando la creciente capacidad solar y eólica de México con una generación constante y fiable que ayuda a estabilizar la red eléctrica. Más allá de la energía, este sector promete nuevas industrias, puestos de trabajo cualificados en la costa y una oportunidad para que México exporte energía limpia y las tecnologías que la hacen posible.
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México, con más de 11 mil kilómetros de costa, tiene un enorme potencial energético oceánico, aunque en gran parte sin explorar. A lo largo del istmo de Tehuantepec, la energía de las olas podría complementar los famosos parques eólicos de la región. Frente a la costa pacífica de Baja California, el oleaje invernal genera una importante acción de las olas que podría alimentar las redes eléctricas locales. En el canal de Yucatán, las potentes corrientes marinas ofrecen lugares prometedores para la instalación de turbinas submarinas.
Todas estas oportunidades palidecen ante el premio gordo: el mar de Cortés. Su geografía única produce algunas de las mareas más grandes del mundo, que alcanzan hasta nueve metros en ciertas zonas. Es un recurso natural extraordinario. Si México construyera un proyecto mareomotriz a la escala de la central del lago Sihwa en Corea del Sur, el mar de Cortés podría generar suficiente electricidad para abastecer a más de medio millón de hogares. Con la tecnología moderna de turbinas y múltiples emplazamientos a lo largo del golfo, el potencial sería aún mayor, a escala de varios teravatios-hora al año, lo que equivaldría a una parte significativa de la demanda eléctrica del norte de México.
El mar de Cortés ofrece la posibilidad de convertir el océano en una batería gigante. Al utilizar el exceso de energía solar diurna de Sonora y la energía eólica del norte de México para bombear agua de mar a embalses elevados, el país podría construir un sistema de almacenamiento hidroeléctrico por bombeo a gran escala. Esto permitiría almacenar y liberar energía en armonía con la curva de demanda, eliminando la intermitencia y la imprevisibilidad que caracterizan a las energías renovables. Uno de los mayores retos de la energía solar es que genera la mayor parte de la electricidad a primera hora de la tarde y luego cae a cero después de la puesta del sol. El almacenamiento por bombeo permitiría capturar ese excedente de energía solar y liberarlo por la noche, transformando el abundante recurso solar de México en un verdadero sistema energético de 24 horas.
Esta oportunidad también tiene una dimensión transfronteriza fundamental. En California, actualmente no hay necesidad de energía solar adicional durante las horas en que la producción solar alcanza su punto máximo; la red eléctrica del estado ya está saturada con la generación solar del mediodía. Lo que California necesita cada vez más es un almacenamiento fiable a corto plazo para suavizar estas fluctuaciones. Esa necesidad se está incorporando ahora directamente en los marcos normativos y de adquisición del estado. México, con su potencial para integrar la energía solar con el almacenamiento por bombeo oceánico, podría ayudar a satisfacer esa demanda al tiempo que refuerza su propia seguridad energética y su capacidad de exportación. La combinación de la generación mareomotriz y el almacenamiento oceánico podría transformar el norte de México en una potencia de energía renovable y posicionar al país como proveedor de electricidad limpia y fiable para Estados Unidos.
Por supuesto que hay retos. La infraestructura de energía oceánica requiere una importante inversión inicial de capital, un marco regulatorio claro y coherente, y una atención especial al impacto ambiental. México aún no ha invertido seriamente en investigación, desarrollo o proyectos piloto en este sector. Pero las alianzas internacionales podrían cambiar eso rápidamente. Al trabajar con líderes mundiales como Francia, Corea del Sur, el Reino Unido y Canadá, y por supuesto con Estados Unidos como socio, México podría dar un salto adelante en esta nueva área de innovación renovable.
México se ha centrado acertadamente en la energía solar y eólica. Pero para lograr una verdadera soberanía energética y una sostenibilidad a largo plazo, el país debe diversificar su cartera de recursos renovables. El mar de Cortés no es sólo otra opción más, es una oportunidad única en una generación. Si se aprovecha, permitiría a México aprovechar la energía del océano y garantizar un futuro energético más limpio, más resistente y más competitivo.
Director ejecutivo de Hurst International Consulting
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