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Misael lleva barba a lo Abraham Lincoln, sin bigote y medio despeinada, y sentado en una silla de plástico rojo podría ser la versión del siglo XXI de la famosa estatua que hay en el centro de Washington. Tiene la cara alargada y está flaquísimo: quizá ha perdido algunos kilos por la huelga de hambre que lleva haciendo desde el martes.
El joven de origen mexicano es uno de los 27 soñadores (dreamers) que esta semana, previendo que Donald Trump iba a terminar con el programa DACA que protegía a jóvenes indocumentados como él de la deportación, inició un ayuno voluntario a escasos metros de la puerta principal del Congreso de Estados Unidos.
No comen pero están armados con carteles enormes con fotografías de niños: ellos mismos hace cinco, 10, 15 años, cuando llegaron al único país que consideran suyo y del que ahora los quieren desposeer.
Su casa en los últimos días ha sido el círculo de 27 sillas de plástico (rojas, azules) bajo un árbol que los protege. Han sufrido calor y lluvia, sin alimento, pero con esperanza. “Estamos aquí tratando de crear conciencia y mandar un mensaje a los congresistas: estamos en sus manos, necesitamos que se pongan a trabajar para poder crear un Dream Act”, explica Misael a EL UNIVERSAL.
Es una de las caras visibles de la protesta: desde hace dos años protegido de la deportación por DACA, acaba de terminar su primer año de estudios en Administración de Empresas en el Baltimore City Community College. Se había comprado un carro e iba a ser propietario de su primera casa. Todo terminó el martes.
“Cuando escuché la noticia mi corazón se rompió por completo”, confiesa, lleno de desilusión y “mucha tristeza”. Su decisión de pasar hambre, al igual que sus compañeros (entre ellos Jeannette Vizguerra, la inmigrante que se refugió de la deportación en una iglesia de Denver y considerada una de las personas más influyentes del año por la revista Time), no es precisamente para mostrar que está triste o que todo terminó.
“Me siento optimista”, asegura. Entre los manifestantes se dan ánimos, se apoyan, se dan fuerza. “Lo que lloramos lo lloramos: ahora es cosa de hacerse fuertes y con determinación hacia nuestra meta”, sentencia.
Vienen de todo EU (Florida, Carolina del Sur, Colorado, Nueva York…) y es sólo el primer paso de la protesta activa para presionar al Congreso que, durante cuatro días, han tenido de vecino. Han recibido visitas ilustres de senadores y representantes legislativos, que les mostraron apoyo y prometieron una solución positiva. “La llama que sostienen no está iluminada en vano”, les dijo el senador Chuck Schumer. “Beban mucho y dúchense”, recomendó la congresista Nancy Pelosi. “Bebidas no alcohólicas”, matizó entre risas Schumer, evidenciando la comunión entre demócratas y dreamers. Luego de 10 minutos, se toman la foto.
“[Saber que hay congresistas que nos apoyan] Nos motiva un poquito más en cuanto a mantenernos fuertes y consistentes, [seguir] la lucha en la calle ayunando, protestando”, reconoce Misael. A pesar de eso, hasta que no esté la ley firmada, la unión no será perfecta.
Cuando los congresistas y sus séquitos se van, una de las jóvenes grita: “¿Quién tiene hambre?”. Todos van respondiendo que sí, pero nadie da un paso por comer nada. Al menos, hasta que termine su protesta.
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