Miami.— Los resultados de las en Nueva York, Virginia y Nueva Jersey cambiaron el pulso de la política estadounidense: un que parecía atrapado en un callejón sin salida frente a un Donald Trump impermeable recuperó aire, disciplina y visibilidad. La victoria de Zohran Mamdani en la ciudad más grande de la Unión Americana dio un rostro nítido a ese giro, mientras que Abigail Spanberger en Virginia y Mikie Sherrill en Nueva Jersey demostraron que la oposición puede imponerse con fórmulas progresistas o moderadas cuando están ancladas a las necesidades reales de sus votantes.

Un año después de que Trump recuperó la presidencia, en las elecciones del 5 de noviembre de 2024, los demócratas suman tres victorias que han cambiado la conversación nacional y comienzan a marcar el tablero rumbo a 2026.

“El caso neoyorquino es el más significativo y clave; es la brújula que ha comenzado a mover a los demócratas y a los independientes que los siguen”, comenta la socióloga Cecilia Castañeda a EL UNIVERSAL. Mamdani, asambleísta estatal por Queens, demócrata y quien se autodescribe como socialista democrático, derrotó al exgobernador conservador e independiente Andrew Cuomo y al candidato republicano Curtis Sliwa.

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Un año después de su elección, Trump tuvo que salir a minimizar el impacto de los comicios del martes, pero reconociendo que el cierre de gobierno le ha afectado a su partido y exigiendo el fin del “filibusterismo”. “Al ser este el cierre de gobierno más largo de la historia moderna que golpea programas federales, aeropuertos y servicios, la Casa Blanca necesita un relato para ese costo político”, asegura Castañeda.

Desde el aparato de campaña de la Cámara, el Comité Nacional Republicano (NRCC), reaccionó convirtiendo el triunfo de Mamdani en una estrategia: colocarlo como rostro del “socialismo radical” y volverlo sinónimo de los demócratas.

Del lado demócrata, líderes del Congreso celebraron a Mamdani como prueba de que una agenda centrada en el costo de vida puede ganar en la ciudad más grande de la Unión Americana, a la vez que presentaron a Spanberger y Sherrill, dos moderadas con credenciales de seguridad nacional, como el molde exportable para los estados bisagra en las elecciones de medio término del año próximo y las presidenciales de 2028. Es una lectura que ya aparece en reportes de prensa y que el Partido Demócrata explotará en los próximos meses.

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Aquí encaja el giro que ensayó el Comité Nacional Demócrata (DNC) desde febrero, cuando eligió a Ken Martin, de Minnesota, como nuevo presidente del partido. Martin escribió en su primer memorándum que el instituto debía dejar de parecer “el partido de las élites” y volver a ser, con hechos, el de la clase trabajadora, con presencia en los 3 mil condados de EU y más músculo sindical. Sabiendo Martin que ganó con amplio apoyo interno, colocó tres ejes para su gestión, tal y como lo comunicó: “Construir para ganar, para expandir y para durar”, acompañados con sindicatos al centro y una crítica frontal a la agenda antilaboral de Trump. “Lo presentado [por Martin] en su momento, fue la hoja de ruta que ahora encuentra, por fin, victorias visibles que la legitiman”, señala Castañeda.

¿Por qué los demócratas estaban opacados antes de estas elecciones? Porque, de acuerdo con los especialistas, los números se habían puesto en su contra. “Entre 2024 y comienzos de 2025 la imagen pública del Partido Demócrata tocó pisos históricos y los votantes no los veían mejores que los republicanos para gestionar el gobierno”, informó Gallup en un reporte. Aunque la afiliación partidista empezó a inclinarse otra vez hacia los demócratas este año 2025, el daño de percepción no desaparecía. “Ése era el bache”, destaca la socióloga Castañeda.

El resurgimiento demócrata tiene mucho que agradecerle a Trump y su estilo de gestión. Encuestas nacionales colocan la aprobación de Trump entre 37% y 41%, y en descenso, según mediciones de diversas firmas. El hombre que prometió impulsar la economía y hacerla florecer hoy tiene entre los principales reclamos de la gente el costo de la vida. “Son datos que explican por qué el presidente intenta culpar al cierre de gobierno y por qué exige el fin de lo que llamó piratería; necesita cambiar el ángulo de la discusión nacional inmediatamente”, comenta Castañeda.

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Con las miradas puestas en las elecciones legislativas de 2026, un sondeo nacional de The Washington Post/ABC/Ipsos coloca a los demócratas con 46% de intención de voto frente a un 44% para los republicanos en la Cámara Baja, con amplia desaprobación de Trump. Otra medición de NBC News muestra hasta ocho puntos de ventaja demócrata.

Si el cierre de gobierno se prolonga, provocando mayor afectación (incluyendo parálisis de vuelos y despidos, entre otros), a Trump y los republicanos les costará más llevar la conversación a donde ellos quieren: la amenaza de un Partido Demócrata radicalizado (“comunista”, como lo llama el mandatario).

Para la oposición, el reto es no caer en el juego republicano, que usará a Mamdani como símbolo para generar miedo entre el electorado. En ese sentido, los triunfos de Spanberger y Sherrill representan el camino al centro que mejores resultados les puede dar, dice Castañeda.

Hoy, por lo pronto, a un año del triunfo de Trump, el centro de la discusión no es él, sino los demócratas, que dejaron de ser fantasmas y demostraron que no se les puede dar por muertos.

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