Miami.— Mark Carney se quedará como primer ministro de Canadá tras las elecciones del 28 de abril y en su discurso de victoria se dirigió con firmeza a Estados Unidos y al presidente Donald Trump, enfatizando la soberanía canadiense y rechazando cualquier intento de dominación. “Como he estado advirtiendo durante meses, Estados Unidos quiere nuestra tierra, nuestros recursos, nuestra agua, nuestro país. Estas no son amenazas vacías. El presidente Trump está tratando de quebrarnos para que Estados Unidos pueda poseernos. Eso nunca, jamás sucederá”.

Canadá no votó sólo por un primer ministro o un Parlamento. Votó por su soberanía. Por su dignidad. Por su derecho a no ser absorbido por EU. Carney anunció un cambio en la relación bilateral con la administración Trump: “Nuestra antigua relación con Estados Unidos, basada en una integración cada vez mayor, ha terminado. El sistema de comercio global anclado en Estados Unidos, del que Canadá ha dependido desde la Segunda Guerra Mundial, ha terminado”.

El viernes, Carney anunció que se reunirá con Trump el martes en la Casa Blanca para iniciar la negociación de los aranceles a Canadá y la nueva relación bilateral entre los dos países.

“La actitud de Trump, las amenazas de aranceles, la mofa e intimidación y su falta de consideración por la soberanía canadiense generó una unidad, una noción nacional, un espíritu de colaboración entre la población y respaldaron la postura del candidato liberal porque era la más contestataria, la antítesis a lo que representaba Trump”, dice a EL UNIVERSAL Octavio Pescador, académico e investigador social de la Universidad de California en Los Ángeles (UCLA).

Las elecciones canadienses fueron convocadas en un contexto que apenas meses atrás habría sido inimaginable: aranceles de 25% sobre acero, madera, cereales e industria automotriz, impuestos por el presidente Trump. Amenazas verbales de anexión territorial y un colapso diplomático que llevó al exprimer ministro Justin Trudeau a ceder el timón de su partido. En ese vacío emergió la figura de Carney, exgobernador del Banco de Inglaterra y de Canadá, quien en semanas pasó de ser considerado un tecnócrata respetado a un símbolo de resistencia nacional canadiense.

“Cuando me siente con el presidente Trump será para discutir la relación económica y de seguridad entre dos naciones soberanas. Y será con pleno conocimiento de que tenemos muchas, muchas otras opciones para construir prosperidad para todos los canadienses”, dijo Carney, reafirmando su intención de defender la soberanía de Canadá y buscar nuevas alianzas económicas que fortalezcan al país frente a las presiones externas.

Antes del regreso de Trump a la presidencia, el Partido Conservador, liderado por Pierre Poilievre, tenía una ventaja de más de 20 puntos y presionaba a Trudeau para adelantar elecciones, a sabiendas de que perdería una reelección. Pero los ataques del republicano impulsaron el nacionalismo canadiense. Una encuesta de Focaldata publicada por Politico el 23 de abril reveló que 74% de los canadienses consideraban a Trump una amenaza directa a la soberanía de Canadá. Casi la mitad decía sentirse más segura si el país disminuía su dependencia económica de EU.

“Esto demuestra lo polarizante que es Trump. No sólo es polarizante, sino altamente negativo”, dice el analista Hernán Molina al Gran Diario de México. Carney leyó bien el momento. Durante su primer acto como líder liberal afirmó que “la integración económica con Estados Unidos fue una promesa de prosperidad. Hoy es una fuente de extorsión. No lo permitiremos más”.

Mientras Poilievre hablaba de recortes fiscales y de terminar con el “imperio burocrático de Ottawa”. Carney hablaba de las pequeñas granjas de Ontario arruinadas por los aranceles estadounidenses y de las exportaciones atrapadas en la frontera. “Trump quiere rompernos para comprarnos en pedazos. No estamos en venta”, aseguró. Los resultados del 28 de abril sacudieron el tablero. El Partido Liberal ganó 169 escaños, tres menos que los necesarios para una mayoría absoluta. El Partido Conservador se desplomó y Poilievre perdió incluso su escaño en Carleton.

El tiempo apremia para Carney, quien ya inició consultas para formar su gabinete y ya habló con Trump, pero en un escenario distinto, desde la seguridad que da la elección. “La actitud despótica y burlesca de Trump cambió de tono muy rápidamente cuando ya se ve que entra una persona con un carácter de una persona que tiene la unidad de su país y puede enfrentar cualquier reto con competencias técnicas y apoyo social”, señala Pescador.

Los desafíos son grandes. A nivel interno, lo primero será ver con qué partido se alía para poder gobernar. El separatista Bloque Quebequés (BQ) ya alzó la mano para formar coalición, pero las diferencias con los liberales son grandes. Empezando por el deseo de BQ de separarse. Inestabilidad es lo último que necesita Canadá. El aliado tradicional liberal, el NPD, quedó muy lastimado tras los comicios.

Carney no puede perder tiempo: el miércoles se dio a conocer que la economía canadiense se contrajo en febrero 0.2%, en parte debido a la incertidumbre relacionada con la política comercial de Trump.

“Carney les está diciendo a los canadienses que los próximos meses van a ser duros porque va a haber una negociación de vuelta con EU por el tema de los aranceles. No tiene la mayoría que necesita para gobernar sin hacer pactos. Los precios van a aumentar por los aranceles y eso va a hacer que se enfríe la economía de Canadá y la economía global, otro de los efectos colaterales de las políticas económicas de Trump”, explica Molina. Sin embargo, considera que “Carney fue inteligente en posicionarse de esa manera porque tiene el apoyo de una gran parte de los canadienses para pelear por la dignidad, no solamente por la soberanía de los canadienses, de ser un pueblo independiente, educado, maduro, no como lamentablemente lo que nos gobierna en EU”.

Carney apuesta por eliminar las barreras comerciales entre provincias, que suelen hacer más fácil las negociaciones con EU que entre provincias canadienses y bajar impuestos para aliviar el impacto de las medidas estadounidenses.

“Carney fue muy específico y tajante en su mensaje de que los canadienses se deben cuidar a sí mismos y van a mostrar que pueden ser la economía más importante de los aliados del grupo occidental que ha liderado el mundo desde la SGM, independientemente de EU. Y van, como lo dijo China hace unas semanas, con todo y hasta el final, no se intimidan”, indica Pescador.

Pero es la relación con EU la que tiene puesta toda la atención. Y Carney es un novato en política. De acuerdo con el medio Politico, asesores de la Casa Blanca están preocupados. Para ellos, Carney será una figura “más problemática” que Trudeau por su habilidad técnica, su credibilidad internacional y su firmeza. El canadiense tiene claro que la gente, más que votar por él, votó contra Trump y por el candidato que consideraron tiene mayor destreza económica para enfrentarlo. Si cede ante Trump, su imagen se desplomará y Canadá podría entrar en una grave crisis de confianza.

Decidido a ampliar los horizontes y a reducir su dependencia de EU, Carney ha comenzado a reunirse con líderes europeos para impulsar tratados de libre comercio alternativos y ha ordenado una revisión inmediata de la dependencia energética y tecnológica de EU. En temas de defensa, ha explorado opciones para equipar a las Fuerzas Armadas con tecnología europea. En una entrevista con Le Devoir, declaró que “si Trump nos cierra las puertas del siglo XXI, las abriremos en otra dirección. No nacimos para ser vasallos”. No será sencillo: tres cuartas partes de las exportaciones canadienses tienen como destino EU. El futuro inmediato incluye una negociación crítica con la revisión del T-MEC en 2026 o antes, porque Trump quiere adelantarla y ha sugerido que “si México y Canadá no se alinean, el tratado puede desaparecer”.

Optimismo en México

“La relación con México era un poco distante en tanto que cada quien está cuidando sus intereses”, explica Pescador. Pero el triunfo de Carney, por lo que significa, y la misma amenaza que representa Trump para Canadá y México, puede impulsar la alianza de ambos países.

La presidenta Claudia Sheinbaum y Carney han dado señales de cooperación. En una llamada telefónica discutieron una “estrategia común para resistir el chantaje comercial estadounidense”. La mexicana destacó que busca tener en Canadá un importante socio comercial. Ambos coinciden en la necesidad de mantener y fortalecer el T-MEC. La situación marca un contraste con la que llegó a haber con Trudeau, que frente a las amenazas de Trump llegó a decir que no descartaba el fin del T-MEC y negociar un acuerdo “sólo” con EU. “En términos de la industria automotriz, o algunos apartados del T-MEC, va a haber muchas coincidencias. Y ya estamos viendo que las mismas empresas, la industria automotriz, está obteniendo concesiones por parte de Trump que benefician y agilizan la relación tanto con Canadá como con México, y entre ellos mismos”, afirma Pescador.

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