El presidente de El Salvador, Nayib Bukele, se jacta de ser muy cercano al presidente de Estados Unidos, Donald Trump. Y también, en una mezcla de sorna y burla, de ser ‘el dictador más cool del mundo mundial’. Ambos personajes dicen encarnar a su pueblo y han logrado seducir al electorado.
En la presidencia desde el 1 de junio de 2019, Bukele propuso a sus compatriotas un pacto con el diablo: voy a reducir la violencia, recuperar el control territorial del país y poner fin a las extorsiones de maras y pandillas, a cambio de que ustedes me concedan el poder ilimitado y duradero, aun si esa concesión me hace violar las libertades y garantías constitucionales.
Al menos en las estadísticas oficiales, desde antes de la llegada de Bukele se dio una caída de la tasa de homicidios violentos.

Hay que tomar las estadísticas con cautela, pues no incluyen las muertes de presuntos miembros de las pandillas en confrontación con las fuerzas de seguridad, ni los cuerpos hallados en fosas comunes. Además, el Socorro Jurídico Humanitario reporta casi 400 personas asesinadas en las cárceles del bukelismo.
¿Cómo logra el mandatario de una nación pequeña hacerse escuchar por el presidente del país más poderoso del mundo? En 2024 el PIB de Estados Unidos (EU) fue 846 veces mayor que el de El Salvador. Temprano en su primer mandato, Bukele calculó que podía extraer concesiones de Washington si él amenazaba con permitir el paso libre a la migración hacia el norte, o con estrechar lazos con la República Popular China, máximo rival geopolítico de Washington.
Bukele es un presidente inconstitucional. Comenzó a serlo desde el 9 de febrero de 2020, cuando con policías y militares tomó por asalto el Salón Azul de la Asamblea Legislativa. El 5 de febrero de 2024 se reeligió a pesar de la prohibición constitucional. A su segunda juramentación, el 1 de junio de 2024 —que prolonga su mandato hasta 2029— asistieron Donald Trump Jr., y Matt Gaetz, congresista de Florida, cuya nominación al Departamento de Justicia se frustró en el segundo mandato de Trump.
Dos egos desorbitados
Ambos presidentes son narcisistas. Estamos frente a dos egos desorbitados. Trump tiene poco más de dos meses de haber iniciado su segundo mandato en la Casa Blanca, y ya está hablando de reelegirse en 2028, a contrapelo de la prohibición constitucional de permanecer más allá de dos cuatrienios.
El régimen de excepción impuesto por Bukele ya cumplió tres años en vigor. La policía y el ejército han detenido al menos a 85 mil personas sin órdenes judiciales; hay más de 120 mil privadas de libertad en el sistema carcelario, la mayoría sin antecedentes penales ni nexos criminales. Como sostiene el periodista Leonel Herrera en la revista Gato Encerrado: “Esta no es una medida provisional, ni una política de seguridad pública. El régimen de excepción es para atemorizar, intimidar e inmovilizar a la sociedad; y funciona como carta blanca para cometer cualquier abuso y arbitrariedad contra activistas sociales, personas defensoras de derechos humanos, opositoras políticas y críticas del gobierno” (https://gatoencerrado.news/2025/04/02/nueva-tesis-sobre-el-regimen-de-excepcion/).
El 2 de febrero de 2025, el secretario de Estado, Marco Rubio, anunció que Bukele había acordado con Washington recibir a migrantes deportados de EU, de cualquier nacionalidad. El 27 de marzo, Kristi Noem, secretaria de Seguridad Nacional, difundió fotos desde el Centro de Confinamiento del Terrorismo (Cecot) en la capital salvadoreña, donde aparecen a sus espaldas hombres encarcelados en ropa interior, presuntamente algunos de los 238 venezolanos recién ‘alojados’ en este campo de concentración puesto al servicio de Trump.
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Este acuerdo completamente ilegal le reditúa a Bukele 20 mil dólares por preso al año y el favor de Trump en el escenario internacional. Sin embargo, algunos jueces estadounidenses están haciendo preguntas incómodas: ¿por qué ciudadanos venezolanos, que no han cometido crimen alguno en El Salvador, son deportados por EU y confinados en una prisión salvadoreña? Sólo 11 de los venezolanos tenían un registro criminal —la gran mayoría sólo han cometido el ‘delito’ de ser migrantes—. Los jueces han emitido órdenes bloqueando las deportaciones exprés; Trump las ha desacatado porque “era demasiado tarde”.
Tanto Trump como Bukele gobiernan a través del miedo. El presidente estadounidense ha despedido a decenas de miles de empleados federales y ha intimidado a jueces que han emitido fallos adversos a sus intereses.
La internacional del autoritarismo
El acercamiento de Bukele con el clan Trump tiene un contexto internacional más amplio. La visita a El Salvador de Marco Rubio, secretario de Estado de Trump, el 3 de febrero de 2025, estuvo precedida por la participación de Bukele en las convenciones del Comité Político Conservador (CPAC) estadounidense, en las cuales han participado en distintas ediciones el propio Trump, su vicepresidente J.D. Vance, su asesor Elon Musk; Javier Milei, presidente de Argentina, el expresentador de Fox News, Tucker Carlson, y otros personajes de formaciones de ultraderecha.
Además, el ‘modelo Bukele’ se ha convertido en producto de exportación. En Guatemala hay intentos de formar un partido denominado Nuevas Ideas. El gobierno de Honduras ha adoptado prácticas del régimen de excepción bukelista. El presidente tico Rodrigo Chaves condecoró a Bukele en noviembre 2024 y aunque no puede reelegirse, busca un partido similar a Nuevas Ideas.
Una suma de descontentos y quizá un futuro nublado.
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Con todo, la aprobación de Bukele en 2025 ha caído respecto a la que dice haber registrado en sus mejores días. Entre los factores del descontento están el bajo crecimiento y los bajos salarios, el alto costo de la vida, el desempleo, el encarcelamiento y la muerte en prisión de personas inocentes, la falta de medicinas, el deterioro de escuelas y clínicas, el escandaloso endeudamiento, la corrupción en el círculo inmediato del mandatario, la nula transparencia y la represión contra defensores ambientales en comunidades opositoras a la minería metálica.
El acercamiento de Bukele al círculo trumpista se profundizó con su cercanísima amistad con el embajador de Washington en San Salvador, el coronel retirado Ronald D. Johnson, en el cargo entre 2019 y 2021.
Hoy Bukele busca curarse en salud ante las alianzas inconfesables que funcionarios públicos de su gobierno establecieron con el crimen organizado. El 8 de diciembre de 2021 el Departamento del Tesoro impuso sanciones (https://home.treasury.gov/news/press-releases/jy0519) a funcionarios del gobierno de Bukele que llevaron a cabo negociaciones secretas con líderes de la Mara Salvatrucha 13 (MS-13). Las sanciones fueron definidas en aplicación de la Ley Magnitsky, enfocada contra los vínculos de funcionarios públicos con el crimen organizado. Los cabecillas de la mara dijeron a una corte federal de Nueva York que apoyaron con su influencia política a los candidatos de Nuevas Ideas (el partido de Bukele) en las elecciones legislativas de 2021.
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El 20 de febrero de 2025 la MS-13 fue designada por Trump como organización terrorista extranjera (FTO, por sus siglas en inglés), pero más de tres años después de ser sancionados, los funcionarios bukelistas siguen en sus cargos. ¿Cómo reconciliar la fuerte narrativa de Trump y del embajador Johnson contra criminales y terroristas, cuando las sanciones del Tesoro simplemente no surtieron efecto? Quizá a algunos mexicanos les interese dilucidar este tema, pues el 9 de abril, el voto de confirmación de Johnson como embajador de Trump en México fue marcadamente dividido: 49 a favor y 46 en contra. Ese es un mensaje fuerte. Varios republicanos no votaron.
Eventualmente Bukele dejará de ser presidente y su situación puede ser muy vulnerable. El autócrata salvadoreño mueve sus fichas entre las dos superpotencias del siglo XXI. Aunque retóricamente se ha distanciado de Beijing para apaciguar a Trump, no es casualidad que haya establecido cooperación militar con la República Popular China, al tiempo que el Partido Comunista chino ha impartido cursos de formación política a miembros de Nuevas Ideas.
Ya veremos hasta dónde lo acompaña la fortuna.
*Profesor asociado en el CIDE
@Carlos_Tampico