El 6 de noviembre de 2024, resultó electo en las elecciones presidenciales en Estados Unidos. Su regreso a la Casa Blanca reinició la política de los , la política del garrote, antiinmigrante, el antimexicanismo y la ruptura del liderazgo tradicional del país en el mundo. Los países intentan adaptarse a las nuevas reglas comerciales, forjando nuevas alianzas. Al interior de Estados Unidos, la división crece y una amenaza asoma: la de que Trump cambie las normas para o que coloque a un candidato a modo para seguir siendo el poder tras bambalinas.

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Agentes llegan por el jefe de la Patrulla Fronteriza que está al frente de las acciones de la CBP en Chicago, Gregory Bovino, quien deberá dar un reporte diario a una jueza sobre los operativos. Foto: Kamil Kraczynski / AFP
Agentes llegan por el jefe de la Patrulla Fronteriza que está al frente de las acciones de la CBP en Chicago, Gregory Bovino, quien deberá dar un reporte diario a una jueza sobre los operativos. Foto: Kamil Kraczynski / AFP

El antimexicanismo como discurso político

Leonardo Curzio. Analista. Autor del libro: Vecinos. México y Estados Unidos en el Siglo XXI.UNAM-Turner.2022

El antimexicanismo ha sido un instrumento eficaz para hacer política en los Estados Unidos. Un populista como Donald Trump llegó por segunda vez a la Casa Blanca usándolo con profusión, tiene todos los incentivos para seguirlo usando por una razón muy simple: funciona, es creíble y políticamente rentable.

México no ha resuelto sus gravísimos temas de imagen que están en la raíz del problema. Seguimos siendo un país poco confiable para la mayoría de los norteamericanos por razones variadas que, de forma desordenada y promiscua, van poblando las opiniones de los vecinos. Las teorías más disparatadas fomentan visiones apocalípticas con fantasmas mexicanos. Los viejos temores de Huntington se combinan con la aportación de los propagandistas de la extrema derecha nativista. Como lo ha hecho notar Tony Payán, en un sector amplio de la población blanca de Estados Unidos, se cree que México alienta la migración para reemplazar a los blancos.

El problema se acrecienta con el estigma de que los migrantes son un peligro que debe ser contenido por cualquier vía. Trump emitió una orden ejecutiva para contener la migración y militarizar la frontera y así repeler la “invasión”. En la retórica política actual, el narcotráfico y la violencia tienen rostro mexicano. En algunas comunidades la tensión ha crecido y no podemos olvidar que el discurso del odio no sólo es una expresión de aporofobia, sino que implica una mirada severa sobre lo que los mexicanos significan. Hemos ya tenido expresiones de odio letal, como fue el tiroteo (en un Walmart) en El Paso, Texas, protagonizado por Patrick Crusius, que costó la vida a 22 personas. Esa matanza dejó al descubierto un manifiesto contra los “invasores hispanos” que el asesino compartía con miembros de su comunidad.

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Las fuentes ideológicas del antimexicanismo político son variadas y deberían ser discutidas, punto por punto, en el espacio público, académico y mediático. La peregrina suposición de que las calabazas siempre acaban acomodándose es inercial y en el fondo tóxica. México debería generar una contranarrativa construida con aliados americanos y con la diáspora que enfrente con eficacia ciertos postulados y ocupe el espacio público con nuevos contenidos, que resumo a continuación.

  • Al Nativismo blanco se le opone la integración efectiva de las comunidades mexicanas
  • Al Excepcionalismo americano hay que recordarle que su fuerza es producto de la  interdependencia. De igual manera, el nacionalismo económico se debe reemplazar por complementariedad económica.
  • Al Reemplazo demográfico hay que refrescarle que la vitalidad demográfica es hoy gracias a los hispanos y su creciente adaptación a la angloconformidad.
  • Al Populismo derechista estigmatizador del mexicano se le debe demostrar que México, con sus pliegues y resentimientos, admira profundamente a los Estados Unidos. Son nuestro oscuro objeto del deseo. Ser modernos significa tener un HEB y a las jóvenes mexicanas les halaga llamarse Kimberly. 

En el largo plazo, si se quiere reducir el antimexicanismo, hay que adecentar la casa. Y como consecuencia de ello desplegar, como política de Estado, la imagen de México en general y la “marca México” en particular, de manera que podamos añadir mexicanidad a nuestras exportaciones. Reforzar la imagen de un gobierno honesto y buen ciudadano del mundo; no la de un país parroquiano y en el fondo anti americano. Reforzar la idea de región. Construir la línea narrativa de que México tiene muchas ventajas para la gran estrategia global. Necesitamos, en resumen, estar más cerca de la opinión pública norteamericana a través de la diplomacia pública, medios de comunicación y conversaciones en redes sociales. La mañanera no basta.

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La revolución arancelaria de Trump y la resiliencia del comercio mundial

Duncan Wood. Director ejecutivo de Hurst International Consulting

Tras nueve meses de la segunda administración de Donald Trump, el panorama del comercio internacional parece transformado y, al mismo tiempo, notablemente familiar. Estados Unidos se ha convertido una vez más en una nación arancelaria, aplicando impuestos a las importaciones y controles a las exportaciones no solo como una herramienta política, sino como un instrumento político, un símbolo del nacionalismo económico y una declaración de soberanía en un mundo interdependiente. Esto supone una ruptura radical con el liderazgo que Estados Unidos ha ejercido durante décadas en el sistema comercial basado en normas de la Organización Mundial del Comercio (OMC). El impacto en los principales socios comerciales ha sido impresionante, ralentizando el crecimiento de socios clave como Canadá y México.

Sin embargo, a pesar de esta revolución en Washington, el resto del mundo se ha resistido en gran medida a seguir el ejemplo de Estados Unidos. Estados Unidos solo representa alrededor del 9% del comercio mundial de mercancías, y su cuota ha disminuido significativamente en las últimas décadas. Mientras tanto, se estima que el comercio mundial de bienes y servicios comerciales en 2024 ascenderá a unos 32.2 billones de dólares estadounidenses. La mayoría de los gobiernos han optado por reafirmar su compromiso con el comercio como motor de la prosperidad y el crecimiento compartidos, en lugar de imitar el giro arancelario de Washington.

Eso no significa que el comercio sea tan libre como antes. La era de los mercados sin restricciones ya pasó hace mucho tiempo. Mientras que Estados Unidos y China están claramente inmersos en una guerra comercial de represalias, muchos otros países han dependido durante mucho tiempo de una amplia gama de barreras no arancelarias —desde obstáculos normativos hasta requisitos de contenido local— para configurar y proteger sus economías nacionales. Los instrumentos pueden diferir, pero el impulso de gestionar el comercio siempre ha estado ahí.

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La Organización Mundial de Comercio (OMC) tampoco ha recuperado su papel central en la moderación de este cambio. La OMC sigue al margen de muchos de los conflictos comerciales más urgentes: las decisiones clave se toman cada vez más de forma bilateral o mediante acciones unilaterales, en lugar de a través de las vías multilaterales basadas en el consenso para las que se creó la OMC.

Así pues, el sistema comercial mundial está evolucionando en lugar de colapsar. Lo que vemos hoy en día es un orden híbrido: un mundo en el que el comercio sigue siendo fundamental para la prosperidad, pero cada vez más limitado por consideraciones políticas, medioambientales y de seguridad. La administración Trump ha acelerado esta transición al normalizar las medidas proteccionistas en nombre del interés nacional. Pero la respuesta más amplia del mundo sugiere que, aunque los métodos comerciales están cambiando, la fe en el comercio perdura.

En resumen, es posible que Estados Unidos haya declarado su independencia de la antigua ortodoxia del libre comercio, pero el resto del mundo ha optado silenciosamente por la interdependencia. La revolución arancelaria no ha deshecho la globalización, sino que simplemente ha remodelado sus términos.

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Trump y la descomposición del orden mundial

Luis Herrera Lasso M. Director del Grupo Coppan

A pesar de su parafernalia diplomática, la política exterior de Trump ha debilitado el posicionamiento y prestigio de Estados Unidos. Esto se refleja en el abandono de los roles que convirtieron a Estados Unidos (EUA) en el líder con mayor influencia internacional en el siglo XX. Frente a los principales conflictos armados, en Israel y Ucrania, sus propuestas son de desmedido protagonismo, inconsistencias y claros sesgos políticos, que las hacen poco efectivas. El abandono del multilateralismo, otrora una de las principales vías de influencia de EUA en el orden mundial, abona en la misma dirección.

A esto se añade su abandono del poder suave a partir de la desaparición de la USAID, la principal agencia mundial de cooperación internacional. También perdió su carácter de principal promotor de la democracia y la defensa de los derechos humanos. Finalmente, la sustitución de la bandera del libre comercio como la fórmula primordial de intercambio de bienes y servicios, por la guerra de aranceles, ha introducido un elemento de tensión y desconfianza.

Estamos frente a una recomposición del orden mundial. El desorden actual y las incertidumbres se han acumulado y las políticas de Estados Unidos en lugar de facilitarla, están complicando aún más el futuro.

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México, tres ámbitos de impacto

Derzu Daniel Ramírez Ortiz. Profesor de Relaciones Internacionales en UPAEP

A un año de la elección de Trump, la relación con México se ha visto impactada en los tres ámbitos críticos de la relación bilateral: El ámbito económico-comercial, el de seguridad y el migratorio.

Numerosas expectativas pesimistas se han cumplido. La relación se convirtió en un huracán, como bien lo advirtió el especialista Rafael Fernández de Castro. Sin embargo, quizá la magnitud del vendaval no sea igual para cada uno de los canales de la relación.

En lo que respecta al aspecto económico-comercial, el gobierno de Trump ha acentuado el uso de medidas unilaterales y la suspensión fáctica de las normas del TMEC bajo justificaciones de seguridad nacional. También ha instrumentalizado la dependencia económica de México hacia su mercado como palanca de presión en los otros temas bilaterales.

Sin embargo, el vendaval económico no es de magnitud cinco. México ha sido de los países mejor librados en el embate arancelario mundial. La integración productiva bilateral, el suministro para el consumidor estadounidense en sectores clave y la competitividad que la mano de obra mexicana le inyecta a las corporaciones estadounidenses en su competencia y rivalidad con empresas chinas, son algunas de las cartas que México tiene para atenuar la tormenta. Está por verse si México saca provecho de sus fortalezas en la próxima revisión del TMEC. Esperemos que se logre recuperar algo de certidumbre para inversionistas y exportadores.

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En lo que respecta al ámbito migratorio, el huracán se ha intensificado. El gobierno de Trump sigue la misma política que sus antecesores de no regularizar un mercado de trabajo fáctico en el que participan millones de trabajares extranjeros y productores estadounidenses y que es clave para los retos geonómicos que los Estados Unidos enfrentan.

Además, Trump 2.0 ha intensificado su discurso xenofóbico y amenazante contra la población migrante irregular no blanca. Aunque el número de deportaciones no rebasa, aún, los niveles de anteriores periodos, el desprecio institucional contra los mexicanos y latinos y la zozobra en sus comunidades no es algo que debemos minimizar. Tampoco debemos desestimar los impactos sociales y humanitarios que, a nivel nacional y continental, traerá la cancelación de facto del sistema estadounidense de asilo y refugio.

Finalmente, el tema de la seguridad no es menos preocupante. El endurecimiento de la postura estadounidense ha sido continuo. En febrero pasado oficializaron a las organizaciones criminales mexicanas como terroristas y la Casa Blanca declaró una alianza intolerable entre el gobierno mexicano y el narcotráfico. En reiteradas ocasiones el propio presidente ha caracterizado a México como un estado fallido controlado por criminales. A través de esas declaraciones intenta justificar acciones cada vez más agresivas y unilaterales. Lo anterior a pesar de que el actual gobierno mexicano abandonó la política de abrazos no balazos para ajustarse a la visión de combate y desmembramiento de las organizaciones criminales.

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En este tema, ningún resultado parece satisfacer al presidente Trump quien se había negado a pactar métricas de evaluación y corresponsabilidad. Esperemos que el acuerdo bilateral de seguridad, migración y comercio alcanzado en recientes fechas, cuente con normas claras y equilibradas. Pero, sobre todo, deseamos que sea un acuerdo que abone a la estrategia mexicana de combate al huracán de inseguridad al que las y los mexicanos hemos estado expuestos por demasiados años.

La democracia en entredicho o Estados Unidos frente a su propio espejo

Scarlett Limón Crump - Analista Internacional

Estados Unidos enfrenta hoy una paradoja inquietante: el país que se asumía como modelo de democracia liberal discute si un solo hombre puede desafiar los límites que la Constitución impone al poder. La 22ª Enmienda prohíbe más de dos mandatos presidenciales, pero el discurso del trumpismo insiste en explorar “métodos” para sortear esa restricción. El límite, antes principio fundacional, se percibe ahora como un desafío a superar.

El escenario político que se abre no es solo una anomalía institucional: es una señal de desgaste del modelo de democracia representativa. Cuando la alternancia y los límites de poder se relativizan, la dimensión simbólica de la presidencia y del propio sistema de contrapesos se vacía de su sentido. En Estados Unidos, lo que está en juego es la idea de un poder ejecutivo que actúa sin restricción real, mientras los medios y los aparatos partidistas reconfiguran la narrativa de “nosotros contra ellos”, debilitando la deliberación crítica.

Para México, las consecuencias son múltiples: un Estados Unidos con poder más concentrado podría endurecer su política migratoria, comercial y fronteriza, lo que demandará respuestas estratégicas desde la diplomacia y la sociedad civil. Al mismo tiempo, el mensaje simbólico importa: cuando el autoproclamado defensor de la libertad flexibiliza sus propios límites, demuestra que incluso las instituciones más sólidas pueden ceder ante la voluntad del poder.

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La defensa de la democracia y de sus principios de alternancia, rendición de cuentas y límite al poder, no es un lujo intelectual; es una práctica de resistencia ante quienes reinterpretan la constitución como un molde de conveniencia. Para Estados Unidos, validar un tercer mandato sería borrar su propia tradición; para México, el reto es doble: adaptarse sin subordinarse y construir una agenda que, más que reaccionar, anticipe. En tiempos de incertidumbre global, la fortaleza institucional es la mejor frontera.

Aliados oportunistas, enemigos más hábiles

Yu Chen Cheng, asociado COMEXI @Chennie_tw

Donald Trump ha vuelto a la Casa Blanca con el mismo lema que lo impulsó en 2016: America First. Pero el mundo que enfrenta en su segundo mandato es distinto, al igual que él. Ya no se trata solo de proteger empleos o fronteras, sino de redefinir el papel de Estados Unidos en un escenario global donde sus viejos aliados desconfían y sus adversarios aprovechan los vacíos que deja.

Europa, antes un socio natural, observa con cautela. La OTAN vuelve a ser blanco de reproches, mientras las capitales europeas discuten su propia defensa ante la posibilidad de un Washington menos comprometido. La Unión Europea sin liderazgo desde el vacío que dejó Merkel, está dividida entre la dependencia militar y el impulso de autonomía, entiende que la era del paraguas estadounidense puede llegar a su fin.

En cambio, algunos líderes que comparten la retórica nacionalista o autoritaria encuentran en Trump un interlocutor más cercano. Orbán en Hungría o Milei en Argentina lo ven como un modelo a seguir ante el establishment global. Israel, pese a los matices internos, continúa como un aliado clave, sobre todo por la afinidad ideológica y religiosa que comparte con parte de la base republicana.

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China y Rusia, por su parte, no son enemigos nuevos, pero sí más hábiles. Pekín mantiene la guerra comercial bajo control, mientras Moscú busca aprovechar cualquier fractura en Occidente para fortalecer su influencia en Eurasia. Aun así, ambos saben que el enfrentamiento con Washington puede ser útil: consolida sus narrativas internas y les da margen de maniobra ante el desorden global.

El mundo que emerge del retorno de Trump no es de bloques ideológicos, sino de intereses momentáneos. La lealtad ya no se mide en tratados, sino en beneficios inmediatos. En esta nueva lógica, Estados Unidos sigue siendo poderoso, pero cada vez más solo: rodeado de aliados oportunistas y de enemigos que aprenden rápido a moverse en su sombra.

La ofensiva judicial de Trump: Entre la ley y el ajuste de cuentas

José Joel Peña Llanes. Doctor en Derecho, internacionalista y profesor de la UNAM.

A un año de la elección de 2024, el uso “a modo” del sistema de justicia en Estados Unidos se encuentra nuevamente en discusión. Por un lado, el gobierno del presidente Donald Trump afirma aplicar la ley con rigor, mientras que personas críticas advierten que la fiscalía federal podría estar respondiendo a prioridades políticas desde la Casa Blanca. El contexto incluye nombramientos clave —como el de Pam Bondi en el Departamento de Justicia— y cambios de cuadros que, para personas opositoras, incrementan la percepción de alineamiento y una inclinación de la balanza a favor del Ejecutivo Federal.

Tres causas llaman la atención: Letitia James, fiscal general de Nueva York, que previamente demandó al presidente Trump por fraude civil, fue imputada por fraude bancario y declaraciones falsas; James Comey, exdirector del FBI, enfrenta cargos por mentir al Congreso y alega “persecución política vengativa”; y John Bolton, exasesor de seguridad nacional (2018-2019), fue acusado por manejo indebido de información clasificada. Para algunos, estos hechos levantan la sospecha de represalia por ir en contra del presidente Trump; para la Casa Blanca, se trata de aplicar la ley sin excepciones.

Más allá de la disputa política, el estándar jurídico es exigente. Demostrar que se comete persecución penal requiere evidencias concretas, por lo que las sospechas no son suficientes y se tendrá que seguir el debido proceso, salvo que los casos se desestimen por completo. Ante esta situación, la opinión pública refleja incertidumbre, evidenciada por sondeos que registran preocupación por la politización del Departamento de Justicia.

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Lo que está en juego va más allá de los individualismos. Los fallos que resuelvan estas tres causas y otras que vayan surgiendo definirán si las instituciones refuerzan su independencia o si se normaliza el uso del aparato penal como herramienta partidista y de presión política, algo que, por cierto, no es privativo del gobierno del presidente Trump.

Polarización y democracia en Estados Unidos

Ricardo Smith. Analista político y maestrante en desarrollo internacional por la Universidad de Georgetown

La falta de consenso entre legisladores republicanos y demócratas sobre la asignación de recursos presupuestarios ha llevado a un cierre temporal del gobierno federal desde hace más de tres semanas: en pocas palabras, cualquier actividad no esencial ha sido suspendida y se han detenido los pagos para miles de empleados federales. Al bloquear cualquier intento por aprobar una resolución que dé continuidad al gasto gubernamental, el Partido Demócrata busca frenar la extinción de los subsidios a las primas de seguro médico que pagan los estadounidenses, particularmente aquellos de menores ingresos. El objetivo es defender una causa esencial para los votantes y así obtener un triunfo electoral de cara a las elecciones del próximo 4 de noviembre, en las cuales se disputarán las gubernaturas de Nueva Jersey y Virginia, además de alcaldías en ciudades como Atlanta, Cincinnati, Detroit, Nueva York y Pittsburgh, entre otros cargos.

La parálisis en el Congreso estadounidense —una de las instituciones con menor grado de aprobación entre los ciudadanos— refleja la polarización política de la sociedad. La campaña presidencial del 2024 reveló las grandes divisiones que atraviesan a los estadounidenses en temas de política pública como el acceso al aborto, los derechos de la diversidad sexual y la guerra Israel-Hamas. Más aun, el asesinato del activista de extrema derecha Charlie Kirk revivió un debate sobre la violencia política como un terrible síntoma de las profundas divisiones sociales en Estados Unidos. El despliegue de fuerzas federales como ICE, la Patrulla Fronteriza y la Guardia Nacional en ciudades como Los Ángeles, Washington D.C., Memphis y Chicago ha abonado al clima de confrontación. Cabe mencionar que factores como la desigualdad y el aumento en el uso de redes sociales como fuentes de información han contribuido a crear realidades políticas fragmentadas y reducir los espacios para el consenso.

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