Bruselas.— De manteles largos y con el champán sin corcho, el Kremlin entra al cuarto año de lo que denomina operación especial militar en Ucrania.

Al presidente ruso le sobran motivos para festejar: tiene en bandeja de plata un sorpresivo escenario de ensueño. Sin hacer ninguna concesión, ha sido premiado de forma inverosímil por la Casa Blanca y dejó de ser paria internacional. La invitación del presidente estadounidense a negociar en Arabia Saudita sobre la guerra en Ucrania marcó el retorno ruso al teatro diplomático tras su expulsión del G8, hoy G7, por la anexión unilateral de la Península de Crimea en 2014.

Con sus críticas, ataques y desplantes, Trump y miembros de su gabinete, como el vicepresidente JD Vance y el secretario de Defensa, Pete Hegseth, han hecho de la unidad trasatlántica una frase vana. Por instrucciones de Washington, Ucrania y Bruselas quedaron fuera de toda discusión sobre la guerra, a pesar de ser un proceso que implica su seguridad y estabilidad. “Trump ha dejado claro que los amigos y aliados no cuentan para nada. Ha socavado la confianza europea en el compromiso de Estados Unidos con la OTAN y el principio de defensa mutua, pilar de la paz y la seguridad en Europa desde hace más de 75 años”, afirma en un análisis Bronwen Maddox, directora y jefa Ejecutiva del Royal Institute of International Affairs Chatham House.

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El presidente ucraniano, Volodimir Zelensky, con el actual mandatario Donald Trump, el 27 de septiembre de 2024, en Nueva York. Foto: Julia Demaree Nikhinson / AP
El presidente ucraniano, Volodimir Zelensky, con el actual mandatario Donald Trump, el 27 de septiembre de 2024, en Nueva York. Foto: Julia Demaree Nikhinson / AP

Trump destapó sus cartas de negociación: prometió que Ucrania no formará parte de la OTAN, insinuó que Rusia podría conservar el territorio ocupado y afirmó que ninguna tropa estadounidense defenderá a Ucrania. El presidente ucraniano, , ofreció ya renunciar a cambio de que Ucrania se sume a la OTAN.

Estados Unidos, que asistió por 36 meses a Ucrania, hoy la chantajea económicamente. Trump reclama derechos sobre los recursos minerales ucranianos por un valor estimado en 500 mil millones de dólares. Lo justifica como pago por la ayuda que recibe. El Kiel Institute calcula la asistencia militar, humanitaria y financiera estadounidense en 114 mil millones de dólares.

La Corte Penal Internacional corre peligro de perder su capacidad disuasoria sobre los altos mandos rusos para evitar la comisión de genocidio, crímenes de lesa humanidad, de guerra y de agresión en Ucrania y las zonas ocupadas. El portavoz del Kremlin, Dmitry Peskov, prevé para finales de febrero conversaciones cara a cara entre Trump y su par ruso Vladimir Putin, presunto criminal de guerra reclamado por La Haya.

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A esto hay que añadir que Trump elevó unilateralmente a Rusia al mismo nivel de potencia global que Estados Unidos, aún cuándo los números no sustentan más el título que disfrutó en la época de la Guerra Fría, que inició desde el fin de la Segunda Guerra Mundial hasta la disolución de la Unión Soviética, en 1991. Rusia no es más lo que un día fue: el PIB combinado de Luxemburgo y Holanda, unos 1.86 billones de dólares, supera los 1.78 billones de Rusia. La economía rusa no desarrolla componentes de alta tecnología clave para el desarrollo del futuro; su base es la extracción y exportación de materias primas. En demografía, son el décimo lugar planetario, si se toma en consideración a la UE en el índice global, 447 millones de comunitarios, frente a 143 millones de rusos; y en términos de bienestar y desarrollo, la brecha es abismal: un europeo vive en promedio 78.5 años, mientras que un ruso 65.5 años.

En lo que sí son mandamás, es en el capítulo nuclear, herencia soviética. Los estudiosos de la Federation of Atomic Scientists estimaron el año pasado que nueve países poseen unas 12 mil 100 cabezas nuclear, de las cuales 9 mil 500 están en arsenales en activo. Rusia es el país con más armas nucleares confirmadas, unas 5 mil 500 cabezas nucleares, Estados Unidos le sigue con 5 mil 44 armas nucleares.

La guerra cumple tres años en activo proyectando un contexto sombrío para Ucrania y Europa. El escenario de que Trump y Putin impongan sus condiciones es creíble a pesar de los riesgos que ello implica. “Las negociaciones bilaterales con Estados Unidos podrían ser ventajosas para Rusia, ya que Putin espera manipular a Trump sin interferencias europeas o ucranianas”, sostiene Maddox.

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El exdiplomático británico Tim Willasey-Wilsey va más allá. En un reporte divulgado por el Royal United Services Institute (RUSI), advierte que las próximas negociaciones entre Trump y Putin pueden ser el preludio de un escenario similar al de las conversaciones entre el entonces premier británico Neville Chamberlain y Adolfo Hitler en 1938. En septiembre de aquel año, las partes firmaron un acuerdo en Múnich, pero seis meses después Hitler lo rompió.

“Es probable que cualquier acuerdo en 2025 entre el presidente Putin y Trump tenga características similares: tierra por paz temporal. Pero las ambiciones de Putin no habrán cambiado, aunque es posible que necesite tres o más años para que su ejército se recupere antes de volver a poner rumbo al oeste”, alerta.

La alternativa a este aterrador escenario es mayor involucramiento de Europa. Para Armida van Rij, investigadora para Europa en Chatham House, eso implica dejar de perder tiempo y recursos en tratar de entender los matices de una política estadounidense cambiante e inconsistente. “Los europeos deberían centrarse en su propia posición. Europa debe poner sobre la mesa una oferta clara y tangible que la involucre en las negociaciones sobre la guerra. El problema es que no hay un consenso claro, incluso entre la coalición de las naciones dispuestas (integrada por nueve países, incluyendo Francia, Reino Unido, Polonia y Alemania), sobre qué contribuciones puede hacer Europa a la seguridad de Ucrania”, sostiene en un análisis.

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Según el Institute for the Study of War (ISW), el acercamiento de Trump con Putin tiene lugar en un punto de la trayectoria del conflicto armado en el que Rusia enfrenta numerosos desafíos. De haber la voluntad política, Estados Unidos podría explotarlos para extraer concesiones fundamentales en las conversaciones en curso. Señala que si las fuerzas rusas siguen perdiendo efectivos y recursos al ritmo actual, es probable que en los próximos meses enfrenten una serie de limitaciones económicas, de equipo y personal.

La industria de defensa y sus mercados de importación no pueden compensar la artillería al ritmo en que las pierde. Las fuerzas ucranianas destruyeron o dañaron 3 mil 689 tanques, 8 mil 956 vehículos de combate, 13 mil 50 sistemas de artillería y 407 sistemas de defensa antiaérea tan solo en 2024. Tampoco llega al frente munición de artillería a niveles requeridos. La ventaja rusa de 5 a 1 al inicio de los combates se ha reducido a 1.5 a 1. El ejército parece incapaz de reclutar nuevos efectivos para cubrir las bajas, al rededor de mil 200 diarios en octubre; y la prolongación del conflicto está agotando la riqueza nacional a través de la erosión constante del fondo soberano y la creciente inflación.

“Ucrania, con la ayuda de Occidente, puede acelerar el calendario en el que Putin sienta presión sobre la economía y el ejército, forzándolo a enfrentarse a decisiones difíciles antes de lo que desearía”, sostiene el estudio elaborado por Christina Harward, analista del programa Rusia-Ucrania en el ISW. “Occidente podría negociar duramente si enviara señales claras de rearme. En vez de eso, está ocurriendo lo contrario”, reconoce Tim Willasey-Wilsey.

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