Bruselas.— La eliminación, por parte de las fuerzas especiales estadounidenses, de Osama bin Laden, una figura emblemática en la historia del terrorismo islámico internacional, poco impacto ha tenido en la ira integrista y en la eliminación del miedo que generan sus letales seguidores.
Desde la muerte del líder de Al-Qaeda, el 2 de mayo de 2011 en Abbottabad, Paquistán, centenares de ataques consumados o frustrados han sido atribuidos o reivindicados por el terrorismo islámico, una de las amenazas que más pesan sobre la paz y la seguridad internacionales.
Los atentados oportunistas y premeditados han causado numerosos muertos y heridos, y es muy probable que sigan produciéndose nuevos ataques, anticipa el brazo policiaco de la Unión Europea, Europol.

La preocupación sigue siendo tan latente como en los tiempos del temido fundamentalista saudita. En Francia, el nivel de riesgo en todo el país es de “emergencia”; en Bélgica, la Unidad de Coordinación de Análisis de Amenazas lo considera como “serio”, escalafón tres, de cuatro como máximo; en Países Bajos está en nivel cuatro de cinco (“sustancial”), al igual que Suecia, nivel cuatro de cinco (“elevado”).
En 2023 el yihadismo fue la corriente terrorista más mortífera en la Unión Europea, con seis víctimas mortales y 12 heridos. En total, se produjeron 14 atentados de este tipo, de los cuales cinco se consumaron y nueve fueron frustrados. Esto representa un incremento en comparación con 2022 y 2021, seis y 11 incidentes al año, respectivamente. De los cinco atentados consumados, dos tuvieron lugar en Francia, mientras que en Bélgica, Alemania y España se registró uno por país. En total, 334 personas fueron arrestadas ese año bajo cargos de yihadismo en suelo comunitario, un incremento significativo comparado a los 266 y 260 individuos detenidos en 2022 y 2021, y que refleja avances de los servicios de inteligencia para anticiparse a ataques potenciales. Un 83% de los detenidos fueron hombres; 30% enfrentó cargos de pertenecer a una organización terrorista, 14% por planificar o preparar un ataque y 12% más por financiamiento.
A diferencia de los años en que Bin Laden acaparó los reflectores del terror, la amenaza a la que Europa se enfrenta es diferent:; se caracteriza por ser compleja, diversa y dinámica. Es compleja porque ahora carece de liderazgo jerárquico, vínculos físicos regionales o transnacionales; así como diversa, al tratarse mayoritariamente de “lobos solitarios” que forman parte de un amplio ecosistema formado por múltiples redes involucradas en comunidades en línea promotoras de violencia y propaganda radical. El dinamismo radica en su constante evolución; hay una “hibridación ideológica” del extremismo violento —unos adoptan las ideas de otros—.
“Estamos viendo hibridaciones entre distintos tipos de actores que se aprovechan conjuntamente de las vulnerabilidades de la sociedad para lograr sus objetivos. Las conexiones entre agentes estatales, individuos activos en redes delictivas y personas motivadas por ideologías están contribuyendo a que el terrorismo ya no se lleve a cabo de la forma que esperábamos”, afirma Ahn-Za Hagström, directora del Centro Nacional de Análisis de la Amenaza Terrorista de Suecia.
Los terroristas además están integrando con rapidez en su caja de herramientas la inteligencia artificial y otras innovaciones tecnológicas. Este elemento innovador está facilitando la divulgación de propaganda, el reclutamiento y la planificación de atentados, así como está disminuyendo la capacidad de detección por parte de las fuerzas de seguridad. Lo que no ha cambiado y es una constante al paso de los años es la explotación de situaciones contemporáneas para manipular mentes vulnerables en ambientes radicales, sean mezquitas, prisiones o foros en línea.
Según Europol, los incidentes de profanación del Corán en países como Suecia, Dinamarca y Holanda, el atentado terrorista de Hamas contra Israel de octubre de 2023 y la respuesta militar israelí en Gaza, crearon un terreno fértil para la radicalización de las personas que viven en la Unión Europa. “En combinación con las condiciones socioeconómicas, los terroristas y extremistas violentos operan hoy en día en condiciones favorables para difundir su propaganda, ampliar sus alcances y el acceso a segmentos más amplios de la sociedad”, señala Catherine De Bolle, directora ejecutiva de Europol en el informe sobre la situación y las tendencias del terrorismo en la Unión Europea presentado en abril pasado.
“El involucramiento intencionado de jóvenes por parte de grupos terroristas para la producción de propaganda en línea es motivo de creciente preocupación. Los jóvenes pueden hacer pleno uso de las funcionalidades de la comunicación en línea para ampliar el alcance de los terroristas, evitar la moderación de contenidos y eludir la detección”. La aniquilación de Bin Laden no marcó el fin de Al-Qaeda.
De ser una organización con autoridad central evolucionó en una especie de ideología que ha sido explotada por fundamentalistas en varias partes del mundo para abrir sucursales y reivindicar atentados cuya autenticidad resulta difícil de establecer. Los afiliados públicos en activo son: Al-Qaeda en el Magreb Islámico, Al-Qaeda en la Península Arábiga, Al-Qaeda en África Oriental y Al-Qaeda en el Subcontinente Indio, esta última fracción fue fundada en 2014, está integrada por unos 200 radicales y opera en Afganistán, Paquistán, India y Bangladesh. A esta lista se suman otras organizaciones que han jurado públicamente lealtad a las causas de Al-Qaeda, como Al-Shabaab, grupo arraigado en el sur de Somalia, integrado por un ejército de entre 7 mil y 10 mil hombres, y que desde 2014 ha matado a más ciudadanos estadounidenses que cualquier otra organización asociada a La Base, de acuerdo con el Centro Nacional Antiterrorista de Estados Unidos (NCC, por sus siglas en inglés).
El clan terrorista fundado por el que fuera hijo de un rico empresario saudita también ha sido semillero de agrupaciones fundamentalistas, destacando el caso del Estado Islámico (EI o ISIS). Nació en 2004, originalmente con el nombre de Al-Qaeda en Irak, como parte de la fusión entre una red extremista liderada por Abu Musab al-Zarqawi y Al-Qaeda. En 2013 cambiaría el nombre a ISIS (o EI) y al año siguiente declaró su emancipación de Al-Qaeda. A partir de la creación de un califato en territorios de Irak y Siria, entre 2014 y 2019, y la adjudicación de mortíferos atentados en suelo europeo en 2015 y 2017, ganó prestigio internacional y pudo ganarse almas de miles de fundamentalistas.
El NCC sostiene que, a pesar de que la comunidad internacional redujo sus capacidades a la clandestinidad, el EI sigue siendo capaz de ejecutar operaciones en Irak y Siria, y mantener sus ramificaciones en 22 países de Asia, África y Europa. Entre las ramas afiliadas están las franquicias del EI en Somalia, Mozambique, República Democrática del Congo, Libia, Bangladesh, Filipinas, la región del Sahel y la península del Sinaí.
De acuerdo con el índice global sobre terrorismo elaborado por el Institute for Economics & Peace (IEP), el EI y sus afiliados son en la actualidad la organización más mortífera. En 2024 fueron responsables de mil 805 muertes en 22 países. Sumando los crímenes cometidos por las otras tres agrupaciones más letales, Jama’at Nusrat al-Islam wal-Muslimin, Tehrik-e Taliban Pakistán y Al-Shabaab, las muertes atribuidas a ellos crecieron 11%, hasta 4 mil 204. En cuanto a su presencia, aumentó a 30 países, uno más en comparación al año anterior.
El epicentro del terror se ha movido de Afganistán, Irak y Siria al Sahel, en donde las víctimas mortales se han multiplicado casi por 10 desde 2019 (51% de todas las muertes por terrorismo en 2024). El norte de Burkina Faso, frontera con Malí y Níger, es el centro de mayor intensidad en muertes.
Mirando hacia el futuro, Cecilia Polizzi, fundadora de Next Wave, organización especializada en la radicalización terrorista en menores, señala que lo peor podría estar por venir debido a que en los Estados frágiles con presencia sostenida de ISIS, Al-Qaeda y sus afiliados, hay un interés sistemático en el adoctrinamiento de la próxima generación: “Formados por años de manipulación sicológica y en ausencia de contrapesos proactivos y eficaces, la futura generación de combatientes probablemente mostrará agresividad, violencia y falta de remordimientos a una escala superior a lo que se ha visto hasta ahora.
“La próxima oleada de terrorismo ya está tomando forma. Para poner fin al ciclo terrorista, el reclutamiento y radicalización de los jóvenes debe reconocerse como una dimensión clave del extremismo y tratarse como parte integrante de la política de seguridad internacional de cara al futuro”, indica.